Aquí todavía |
I
Quiero subirme por última vez al gusano loco y dar de ojos abiertos toda la vuelta del tren fantasma, que entonces no me atreví. Quiero subirme a la montaña rusa por más que mamá no me deje. Quiero subir y bajar y marearme, marearme, marearme y vomitar hasta el alma y que el alma se vaya volando hasta el sol que habrá de ser más tibio desde ese día en más para
todos mis queridos. II A mi hija Leticia El primito, Santiago, pero vos no podés ir todavía. El hermanito va a volar muy pronto pero vos te tenés que quedar otro rato con mamá y papá. Vas a encontrar otros amigos con los que jugar y te vas a olvidar y al mismo tiempo no te vas a olvidar nunca de tu primo y tu hermano , que van a vivir en vos . Y luego, cuando te toque, también vas a volar hasta el cielo – tarado el que te diga que no hay cielo – y te vas a juntar con tu primo y tu hermano a jugar y jugar y jugar sin deberes porque en el cielo no hay escuela.
III
No voy a llorar, en este rato último, ni por lo que hice ni por lo que no. No voy a maldecir mi suerte ni por lo que me haya tocado tener ni por lo que no. No voy a recusar mi muerte porque me haya tocado tal modo de morirme y no cual otro. Simplemente voy a tomarme un té con mi mujer, mirándola a esos ojos con los que siempre supo verme mejor de lo que soy.
IV
Cuando me resuciten, hermanos míos queridos, espero que anden ustedes aunque sea un poco menos peleados entre sí. Y si no lo anduvieran, mejor no me resuciten, manga de imbéciles amados míos.
V
Habrá Catalina de sobrevivirme y cuando suene el teléfono habrá de gritar desde su jaula “¡Juaaaan!” (o eso que usamos entenderle por “Juan” cuando chilla inmediato a que suene el teléfono). Al principio no entenderá el que llame por qué cuernos se te quiebra la voz – ¡mire que angustiarte porque te llaman del lavadero para decirte que pases a buscar la ropa! Unos meses después lo que no entenderán es por que se te asoma en la voz la misma risa que compartíamos cuando nuestra hija verde pequeñita decía “Juan”, “la papa”, “mamá”, “Cata”, “¿Qué es eso?” y otros varios discursos que tu amor le entendía (y esto que yo ya puesto del otro lado escribo usando el imperfecto te será todavía presente por un rato, hasta que un día partas, como yo vuelo ahora).
VI
Este constante regusto putrefacto en la garganta, este mareo, este cansancio y este pecho que late cada día más pero respira cada vez peor son a la vez la temerosa inminencia del viaje y el alivio que a todas las llagas inherentes al hecho de estar vivo trasmite la partida inminente.
VII
Es muy temprano en la mañana y ya traigo el cansancio de como a la noche de un día de mucho trabajo pesado. Me queda poco aquí, me estoy gastando las últimas monedas del resuello. No muero desesperado – en el sitio al que voy lo peor que podría pasarme es que me hagan justicia, que es más que lo que tengo de este lado – no muero desesperado, iba diciendo, pero a la luz de esta cansada y serena comprensión que ando teniendo de todo de un tiempo a esta parte, puedo afirmar sin miedo a error que jamás antes he amado tanto la vida.
VIII
Estoy tratando de hacerle cierto caso al médico. No tanto porque crea en lo viable de su intento con respecto a mi salud sino porque me consta que el pobre está tratando con la mejor buena fe de salvarme la vida – y hay esfuerzos tan sagrados que uno los debe respetar aunque sean inútiles.
IX Ando ligeramente por estos días más muerto y más vivo de lo que he acostumbrado hasta aquí. Tengo más cierto que soy porque
sé que ya pronto me voy.
X Basura pequeño no, no es la mortalidad (ni siquiera ahora que me estoy muriendo). Lo que de veras me duele es que voy a morirme y todavía a hay prójimos que comen de entre la basura.
XI
Mucho me hubiera gustado si dos más dos hubieran sido cinco a la hora de cobrar y tres a la de pagar pero todo tiene su cuenta exacta por mucho que uno desee que sea de otro modo. Pero si no me preocupó no habrá tampoco de casi postocuparme ahora que casi ya se cumplen los días de mi vida.
XII
“Yo es otro.” Uno al que casi, casi nunca entiendo. A estar por como lo trato no debe contarse entre
los que más quiero. Ha sido así toda una vida: no voy a cambiarlo ahora nomás porque estoy muriendo.
XIII Esa mala fortuna a la que no temí incluso en las muchas épocas en que era lo único que los míos y yo teníamos para comer tampoco me asusta ahora. No creo posible hallar cuando llegue allí un cartel en la puerta del Purgatorio que diga “Cerrado por reparaciones”. Y si lo encontrara, sabrá darme el buen Dios allí y entonces por lo menos la misma paciencia que me ha dado del lado de acá.
XIV
Hoy sé que mañana moriré. Escribo “mañana” y está cerquita, cerquita, no como cuando era chico, que las maestras decían “el mañana” – se ponían solemnes, es decir, sinceras y retóricas a la vez, y nos catapultaban al mañana ese, mientras pensaban “pobres chiquilines, que no les toque una vida de mierda como la mía”, y algunas tenían incluso el buen gusto mental e pensar “anodina” o “amarga” en lugar de “de mierda” – decían “el mañana” las maestras y el mañana quedaba lejísimos, a infinitos recreos de distancia, más allá del liceo y las novias y aquel mañana resultó ser esto que ya se me termina.
XV Hoy mi muerte es mañana en un sentido casi para nada metafórico. Hoy mi muerte es mañana y hoy vivo. Ya mañana veré.
XVI
De la vida me muero. De la vida, que es una porquería extravagante (tan adorable cuanto aborrecible) que es una detestable maravilla. Tuve una vez la vida por delante: me la gasté viviendo como pude – pude muy mal: muy pocos pueden bien. Y sin embargo, si me permitieran, seguiría penando otro ratito de este lado de acá de lo que existe. No pongo en duda el alma ni el Dios bueno ni el Paraíso que al final me aguarda, tras media eternidad de Purgatorio. Es que he llegado a amar este rincón del universo al que me destinaron, donde tanto he sufrido y donde a veces topé con la piadosa ternura de algún prójimo – tan mortal como yo, tan condenado como yo y también lleno esas ganas incomprensibles de entibiarse al sol de la raquítica alegría que nos
toca de ración muy cada tanto. XVII
“Mi nombre va a quedar bien en mi lápida” Beatriz
Vignoli Cuando esté en la tumba por más que mi nombre sea bien visible en la lápida y no pueda esconderme ni huir no habrán de llegarme facturas, cedulones, intimaciones de pago ni nada más de esa larga lista de molestos etcéteras con que del lado de acá nos incordian y cuánto. Recién cuando estás muerto te dejan vivir tranquilo. |
Juan de Marsilio
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