El
lodo de la estirpe |
Si hay falta en mí seré despedida. Si no, descansaré bajo su fuerza: mi boca abierta a sus maneras. Y hallaremos placer. El hombre será honrado en gran número en mi presencia. Acaso hallaré el rugido y el perdón. Quizás sólo un sorbo de agua fresca. Y serán los tiempos del júbilo. Porque hombres hay afectos a frutos acuosos. Hombres deseosos de clavar la lengua en el higo más lechoso, capaces de descansar sobre ramas de guaco. Los mismos que anudan sus camisas con huesos de aceitunas, luego de triturar la carne verde y pastosa de la oliva. Los que encuentran placer en el sonido de sus voces: timbres graves como agua atrapada en las rocas. Hombres capaces de avistar a dios, hombres que hacen viajes y cargan con su culpa y su pecado. Y están los que dicen: "alivia mi peso con tu ausencia, aparta de mí ese cofre, déjalo donde mi vista no llegue, donde mi nariz no huela". Sin embargo piensan en el cuerpo y recogen piedras porque en mineral convierten las promesas de la amada. |
Melisa
Machado De "El lodo de la estirpe" Editorial Artefato, Montevideo, 2005 |
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