El
lodo de la estirpe |
Bestias desatadas los hombres entregados a las mujeres mientras dura la noche. Y yo, ser andrógino mecido por una música insistente, la cabeza girando hasta la planta de los pies, un círculo encadenando los pezones. Delgado, con el vientre liso, llevo sin embargo la marca del hijo: pozos en la piel dispuestos por la gracia de ser madre, surcos dejados por el pasaje. Cubro mi cuerpo con un lienzo: noble atavío para mi delgadez, eficaz arma contra el conjuro. El cuerpo gira y lanza un grito. Huellas en el polvo dejan los dedos y los labios son heridas abiertas por el clamor. Sudo savia para ti, quemo grasa animal para tu regocijo Ácida es la caricia de la cuerda sobre el muslo Acre es el alivio acompasado por el frenético golpeteo de tablas y el rasgueo de arpas y guitarras Y a la leche de la luna se le suman remolinos que levantan la piel de los que miran. Más allá del lugar donde los hombres son desatadas bestias entretenidas gozando el beneficio del tormento. Tales son mis palabras y aquel que participa tiene vedada la comprensión. Los bienes serán repartidos y yo me enriqueceré con la mies. Aunque ahora no sea más que agua y sal en la más alta marea: ser confuso y desbocado como océano revuelto. Enseñaré el origen del mal. Enseñaré el origen del bien. Tú vendrás por el camino del que busca a dios y no lo encuentra. Y si vinieras, hablaríamos de los placeres de la carne y de los dones del espíritu. Si todavía no lo creyeras, verías orinar a los hombres a los pies de los caballos, verías a los niños hincar los dientes en los panes de cebada. Y serán dulces las hojas erizadas de la ortiga. Te convertirás en hombre de alma seducible, conocedor del mal antiguo y del espíritu indomable de los sueños. Y al fin, seré animal arponado, estrujada hembra entre fuertes brazos. |
Melisa
Machado De "El lodo de la estirpe" Editorial Artefato, Montevideo, 2005 |
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