Vértigo (La ciudad)
Duilio Luraschi

Camina, casi corre, entre un mundo de gente por la avenida principal. Su pelo ondulante, trigo pálido, juega suertes de ondas marinas con una suave brisa de otoño.

 

Apurada, distraída, sus ojos grises miran al infinito y sus botas de cuero la llevan, rápido.

 

Cruza la calle en rojo, esquiva un puñado de gente, baja un segundo a la calle, sigue. Una vidriera, dos, tres, corren a su lado. Al pasar una parada, observa el reloj descuidado de una persona apurada, sí, son casi las cinco. Sigue. Aprieta el paso. Sopla un suspiro entre dientes. Fulmina con su vista a un piropeador pasajero. Un bocinazo. Levanta el brazo y sigue. Las nubes surcan de derecha a izquierda algo así como un cielo raso, los grises cambian. Enfrente demuelen una casa veinte obreros (van a edificar apartamentos). Camina. Quieren venderle algo, camina, gente en la plaza, un monumento, sigue, gente pidiendo, camina. Un ómnibus repleto de carne y ropa. Un perro levanta la pata. Sigue. Amarilla, casi corre, a saltitos, una baldosa floja, camina. Llega.  

Por fin.

 

Es la dirección. Sube los ojos al cielo. Dos, cuatro, seis, siete. Séptimo piso. La ventana está abierta. Pulsa el timbre y al instante es atendida. Le abren, entra, camina. Llega al ascensor, pulsa el llamador y espera. Sube. 

 

Cuatro, cinco, seis, siete. Séptimo piso. Cierra apresuradamente el ascensor. Ya le abren la puerta del 701.

 

-Buenas tardes.

 

Entra. Como siempre diez pasos de moquette hasta el balcón. Le abren la puerta corrediza: la ciudad. Toda. 

 

Llena. Mira la calle. Toda. Llena.

 

Siete, seis, cinco, cuatro...

Duilio Luraschi

Publicado en revista Graffiti, 1993 y en revista Relaciones, 1993.
Cuento de "Vértigo", Vintén Editor, 1995

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