Providencias Duilio Luraschi |
Solicitudes
pertinentes -si así lo fuesen- en la bandeja de metal. Solicitudes
pertinentes -si no lo fuesen- en el segundo cajón del mostrador. Demás
formularios (incompletos, sin firma, o quejas) en el archivo, último
estante. Así
se presentó ante mí la Jefa de la Sección. No hubo un “bienvenido”,
mucho menos masas o sandwiches de queso. Yo
tenía 18 años y era mi primer empleo. Tenía
exactamente 18 años y diez días. Esos diez días fueron lo que demoró
el papeleo, que mi padre había adelantado desde hacía año y medio. Por
fin estaba en una Sección del Ministerio. Todo
se presentaba envejecido y caótico. La máquina de escribir de carro
largo, con la mitad de sus letras borradas, los expedientes, que se
hacinaban aquí y allá, en mesas y mostradores, los biblioratos, los
sellos de goma, mis compañeros: dos señoras regordetas que pasaban los
cuarenta, la Jefa, violentamente pintada, todas tomando té con sacarina,
mientras comían de seis a ocho bizcochos de “La Imperial”, y un
Subjefe de Sección, trasladado del Puerto, que pasaba la tarde leyendo de
cabo a rabo el Diario Oficial. Había también flores de papel, tazas que
no correspondían a sus platillos, y en la pared, un retrato de Artigas,
que sólo alcanzaba tonos de ocre, diluidos por el sol y el correr del
tiempo. |
El
sol entraba por la primera ventana, de una y cuarto a dos y cinco, por la
segunda, de dos y veinte a tres y diez, y el resplandor, solamente, por la
tercera, ya cuando todos estábamos aprontándonos para irnos. ¿Sabés
escribir a máquina?, me preguntó Elvira. Sí,
contesté, Bastante bien. Entonces
podés comenzar pasando las providencias. Las más urgentes son las que
van a Contaduría y a Dirección General. Vienen en papelitos así (y me
mostró uno), la letra no es muy buena, pero es legible. Hizo
una pausa, pienso que para que yo captara la idea del trabajo, luego
continuó: Yo después paso el expediente para que lo firmen y lo sello.
Vos sabrás, todo lo que hace falta para que un trámite siga su curso. Yo
asentí con la cabeza. ¿Tenés
muchas faltas de ortografía? No,
dije, rápidamente, no sea cosa que me designaran una tarea menor o quizá
una más compleja. Estaba
decidido a hacer el trabajo rápido y prolijo. Quería que en el primer día
me felicitasen. Elvira
me dejó un fardo de expedientes, y se puso a hablar por teléfono. Yo
me acomodé bien en la silla, miré a uno y otro lado, y me sumergí en el
trabajo. El
primer expediente que tomé tenía tres años desde su solicitud, y
llevaba ya más de una veintena de páginas, selladas y foliadas. Era
una queja de un Oficial 1º de la Sección Sueldos. Como
cada quien estaba en lo suyo, trabajando, leyendo, o en comisión en otra
dependencia, me puse a leer el expediente página a página. El
problema surgió, según pude ver, cuando el Oficial 1º en cuestión
llega un día a su oficina y se encuentra en su escritorio, más
precisamente en su silla, un enano de jardín con una soga en el cuello. En
la página 16 se hace un inventario de los jardines de la zona, para lo
que se designan tres personas, verificándose la falta de un ejemplar con
iguales señas que el encontrado en la silla del denunciante, en una casa
abandonada, que se hallaba en sucesión hereditaria, casa que tenía un
gran jardín “en estado de abandono”, decía el informe, donde sólo
se encontraron tres de los cuatro ejemplares que allí había (información
aportada por vecinos, que quisieron permanecer en el anonimato). En
la página 3 se hizo un intenso interrogatorio a las auxiliares de
servicio y al sereno, quienes manifestaron no haber visto nada extraño en
el día del suceso. En
la página 4 hay testimonios de un Oficial 2º, dos Auxiliares, y un
Subjefe subrogante. En
la página 18 hay una mancha de café, que hace ilegible parte del
descargo del Jefe de portería. La mancha quiso ser borrada pero sólo se
logró hacer un pequeño orificio en la hoja (queda constancia). Folio
12, en papel membreteado, Sección Jurídica inicia un Sumario al Jefe de
la Sección Sueldos. En la página siguiente, el mismo hace sus descargos,
presentando un certificado médico, que comprueba que en el día del
suceso se encontraba en uso de licencia médica. Se pasa notificación a
División Salud, quienes avalan la autenticidad del documento, por lo que
el Sumario queda sin efecto. Sección
Contable (página 15) hace una evaluación del costo del enano, encontrándolo,
a grandes rasgos, en buen estado, con los deterioros propios que sufren
los ornamentos de esta especie, al encontrarse por largos períodos a la
intemperie. Se fija el precio en $2.500. Se
adjunta fotocopia de cotización
de la moneda al día de la fecha. Se
delega a Sección Depósito la custodia del mismo hasta que no surja una
Resolución, alojándolo en los galpones que tiene el Ministerio en la
calle Instrucciones. En
las páginas 9, 10, y 11, Dirección General pide más elementos para
tomar una decisión al respecto. La
hoja 22 ya no tiene cupo en la mariposa de metal por lo que se adhiere con
una grapa 26/6 (queda constancia). En
el transcurso de tiempo en que se tramita el expediente, el Oficial 1º
que hizo la denuncia se acoge al beneficio jubilatorio, pero sigue
litigando, como particular, por lo que interviene el Dr. Juan Carlos
Goicochea, en representación del mismo. La
última página es un decreto de Dirección General, que es lo
suficientemente ambigua y engorrosa, como para que nuestra Jefa diese un
fallo definitivo. La
fecha del decreto tenía ya una semana cuando llegó a mis manos. Tomé
entonces la providencia, que estaba escrita en el papelito amarillo, que
se adhería al expediente, en su contra tapa, por un clip pequeño y
oxidado.
Comuníquese. Archívese.
Olga Orozco de Fernández
Jefa de Sección. Alineé
bien la hoja, dejando tres centímetros de margen de cada lado. Coloqué
los dedos sobre el teclado. Hice silencio total. Pasé
la providencia. Se
hicieron las seis y cuarto, y todos corrieron por sus abrigos. Culminó, así, mi primer día de trabajo. |
Duilio Luraschi
Cuento del libro Providencias, Vintén Editor, Montevideo, 2000. 2ª Edición Montevideo, 2004.
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