La Nueva Empresa Duilio Luraschi |
En
esos días el Estado había privatizado todas las empresas de energía y
nos sentíamos felices y seguros. Decidí,
entonces, cambiar mi tradicional sistema eléctrico por el nuevo de gas
natural, convencido por los argumentos esgrimidos por políticos y modelos
publicitarias. Fue
así que un día llamé a la Nueva Empresa, y solicité una charla
explicativa en mi casa. Esa
misma tarde un joven de lentes de aro fino y corbata italiana llegó a mi
hogar, con una serie de carpetas y folletos, y no obtuvo mayor resistencia
de mi parte ni de mi familia. Me
extendió un contrato de unas veintiséis páginas, el que debería firmar
en ese instante. Leí, debo confesarlo, la primera página y líneas
sueltas de algunos de sus folios. Se necesitaban tres firmas con tinta
azul y una foto carné, y como no disponía de alguna en ese momento tuve
que tomarme una en la farmacia que quedaba al otro lado de la calle. Una
vez que firmé el contrato el joven de lentes me felicitó por ser uno de
los tantos privilegiados en adquirir este gas y confiar en la Nueva
Empresa. “ Nuestra máxima es la excelencia“ me dijo, y me dio un
fuerte apretón de manos, al tiempo que con su mirada buscaba la puerta de
salida. -
¿Cuándo comenzarán con la instalación? - consulté. -
Hoy mismo – aseguró el joven y se pasó la mano por dos bucles que se
rebelaban de su engominado. Me
resultó algo raro que viniesen esa misma tarde ya que era casi las seis,
pero antes de que el reloj diese las ocho llegaron tres hombres de traje,
con cascos de construcción, dos amarillos y uno rojo. -
¿El señor Sambucetti? - preguntaron. -
Soy yo – respondí. -
Soy el Ingeniero Cárdenas y los señores son los técnicos. -
¿Pertenecen a la Nueva Empresa? -consulté. -
A la empresa Drexler. Somos una colateral de la Nueva Empresa. Nosotros
estamos encargados de proyectos e impactos ambientales. -
Adelante – les dije. Estuvieron
en casa por un lapso de hora y media observando las distintas habitaciones
y haciendo cálculos. Una
vez conformes me dijeron que el proyecto estaba aprobado y que en breve me
visitarían de la Nueva Empresa. Al
salir uno de ellos me preguntó: -
¿Tiene algún pájaro? -
Ninguno -respondí. -
Cómprese un canario. Son bonitos. Un canario blanco y déjelo cerca de la
entrada principal de las instalaciones. -
¿Es necesario? -consulté. -
Es conveniente. Luego
se acercó hasta donde se encontraban los otros dos compañeros y
saludaron nuevamente. Al
día siguiente no llegó nadie. Tampoco en los días que llevó al fin de
semana. El
lunes llamé, inquieto, a la Nueva Empresa. Me
explicaron que la sección de Call Center estaba tercerizada y que debería
llamar a Saltex S.A. Y me dieron el número de teléfono. Llamé
inmediatamete. Me
atendió una joven -por la voz supuse que era una mujer jóven- y tomó mi
reclamo. -
Su número de reclamo es el 0388633219 -me dijo- recuérdelo, anótelo, ya
que todo futuro trámite lo deberá hacer solitando por ese número. Lo
anoté. -
¿Y cuándo van a venir por la instación? -pregunté. -
¿Qué instalación? -dijo ella. -
La de mi casa. -
¿Cuál es su número de reclamo? Leí
el papelito que tenía entre mis manos y le dije: -
0388633219. -
Mañana, señor. Gracias por comunicarse con Saltex S.A. Colgué
el tubo. Al
día siguiente llegó, a la mañana, un hombre de mediana edad, alto, muy
alto, por lo que sólo alcancé a observar la mitad de su rostro. -
Buenos días. -
¿Usted es de la Nueva Empresa? -consulté, ansioso. -
No exactamente, soy de la oficina de arquitectos Solanas y Robles. -
¿Una colateral? -
Una empresa asociada, señor. -
¿Viene a instalar el gas? -
Vengo a revisar los planos. -
¿Qué planos? -
Los de la casa. -
¿Es necesario? -consulté. -
Es conveniente. Con
la ayuda de mi esposa encontramos los planos en uno de los tres roperos
que pertenecían a mi madre. Se
los dimos al arquitecto. Él los estuvo observando por un largo rato. -
¿Tendría un café? -
¿Qué? -
Un café sin azúcar. -
Sí, claro -le dije- y enseguida calentamos dos pocillos, por si el señor
quería repetir otra taza. Cuando
ya estuvo de acuerdo nos dijo: -
Está todo en regla. Mañana voy a dar el aval a la oficina. -
¿Y cuándo nos instalan el gas? -
Eso no lo sé. Llame mañana a la Nueva Empresa. Llamé
a la Nueva Empresa y me dijeron que debería llamar al Call Center. Llamé
al Call Center y me pidieron el número de reclamo. Me aseguraron que
vendría alguien por mi casa al otro día y me agradecieron por preferir
sus servicios. Al
otro día sí, llegaron por lo menos seis obreros. -
Buenos días -dijo uno de ellos. -
¿Son de la Nueva Empresa? -
Somos de Transpar S.A. , los encargados de hacer las instalaciones de la
Nueva Empresa. Sentí
un profundo y agónico alivio. -
Adelante – les dije. Entraron. Uno
de los obreros sacó de una valijita de cuero cuadrada una cinta métrica
y comenzó a tomar medidas. Los demás se sentaron a la mesa y consultaban
manuales y folletos. Una
vez que el primer obrero tomó las medidas le dio las anotaciones a un
segundo, que le dejó su lugar en la mesa y tomó un cincel y un marrón
de cabeza completamente cuadrada. Hizo
unas cuántas vetas en la pared de la cocina, desde el ventanal hasta la
base de la heladera y volvió a la rueda y tomó su lugar en la mesa luego
que un tercer obrero se levantó y tomó un caño de metal de unos veinte
centímetros, que intentó colocar, sin fortuna, en el inicio de la veta,
en la pared. -
¡Ramos! -le gritó a otro- ¿me ayudás con la francesa? -
El de la francesa es Méndez -gritó el otro, mientras se descartaba. Entonces
Méndez se levantó con la llave y ayudó a colocar el cañito. Una
vez que realizaron esta labor se levantaron los que estaban en las sillas,
se reunieron con los dos que estaban de pie y observaron el tubo. Conformes,
se despidieron. -
¿No van a seguir con la instalación? -pregunté. -
No hasta que no esté aprobado este trabajo. -
¿Cuándo lo van a aprobar? -
Deberá llamar a la Nueva Empresa en la mañana. Se
fueron y nos dejaron a mi esposa y a mí en el más absoluto desconcierto. A
la mañana siguiente llamé nuevamente a todos los teléfonos y en la
tarde llegó, ahora una joven, de pollera y chaqueta gris perla y blusa de
seda de un rosa pálido. -
Buenos días. -
¿Usted es de la Nueva Empresa? -
No exactamente. -
No importa, pase. Tomó
de su cartera un par de lentes de aumeto y se puso a observar el cañito.
Cuando yo creía que había culminado se detenía en algo más, y luego se
quedaba así, mirándolo como hipnotizada. Una vez que estuvo conforme me
extendió una hoja donde decía autorizado y me explicó que debería
llamar a la mañana siguiente a la Nueva Empresa. La
instalación total de la cañería, el revoque de las paredes y la pintura
llevó algo más de seis meses, en donde conocí no menos de diez empresas
asociadas. Por fin llegó el día en que me colocarían el medidor y me
habilitarían la entrada de gas. Llegaron tres hombres con el medidor, un
caño de por lo menos un metro de largo y picos y palas. -
Buenos días. -
¿Me van a instalar el gas? -
El medior, señor. El gas lo instala la empresa Gases del Sur. -
El medidor -dije. -
Bueno, señor, la cañería de la Nueva Empresa pasa por la vereda de su
casa, eso es una gran cosa. Me
alegré, no sé bien de qué, pero sentí como si hubiese recibido la
buena noticia del mes. -
Así que, según nuestros cálculos debemos perforar a un metro de
distancia de la puerta de su casa y colocar este caño a unos 45 grados
con el medidor en la punta, lo que hará que esté, según nuestros cálculos,
decía, a poco más de medio metro de su puerta. -
¿Usted quiere dejar un medidor en medio de la vereda? -
Es irrompible. -
No es eso. No puedo poner un objeto en medio de la vereda. Seguramente
vendrá la Municipalidad y me lo hará quitar. -
Nuestras instrucciones son éstas. Los problemas jurídicos con la
Intendencia lo atiende otra empresa asociada, el estudio Iraola e hijos. - Pero alguien se puede caer y romperse una pierna. -
Nuestros abogados lo asesorarán. -
Esto no me garantiza nada -repliqué. -
¿No acepta la instalación? -
No en estas condiciones. -
Son las que usted firmó -dijo, y me enseñó una fotocopia del contrato,
en donde, en una página perdida, hablaba de este caso. -
Tengo que pensarlo –les dije. -
Muy bien, señor. Pero no olvide llamar en la mañana a la Nueva Empresa. Llamé
a la empresa y rescindí el contrato. Tuve que pagar todos los jornales de
los obreros y profesionales por el lapso que trabajaron en mi casa, los
materiales y una fuerte multa. Cuando
creí que ya no tendría más problemas me llegó una factura de gas por
veintiseis mil pesos. Llamé
a la Nueva Empresa, donde me dijeron que la facturación la tenía otra
empresa asociada Uruland S.A. Llamé allí y me confirmaron que esa era mi
factura. Le expliqué que nunca me habían conectado el gas que era
imposible que tuviese gasto. Entonces me dijeron que ellos se ocupaban de
las facturaciones pero los datos los extraían de un Centro de Cómputos
que se llamaba Dataless S.A., que podría llamar allí de lunes a viernes
en horario de oficina. -
¿Volvemos a la electricidad? –preguntó mi esposa. - Mañana de tarde voy a buscar un poco de leña. |
Duilio Luraschi -
Cuento de Montenegro, Ediciones ArteFato, 2004.
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