Reseña de Morir en Sicilia, de Rubén Loza Aguerrebere. (Ed. Bassarai, 2005, Vitoria.) por Luis Arturo Hernández (España) |
“Abrí
el libro._Tenía muchas historias; cada historia era la expresión de un
pequeño misterio; en cada sombra se veía una vida, y en cada final, un
comienzo.” SUS ÚLTIMOS SUSPIROS o LA SOMBRA DE HEMINGWAY ES RECORTADA__-Vive acostado –dijo la mucama-, medio vestido, escribiendo y durmiéndose... es un señor extraño._Rubén Loza Aguirrebere, Morir en Sicilia__Esa bibliofilia-rayana en mitomanía de culto-, la magia simpática de una escritura que llama a la escritura, es la que determina que buena parte de las tramas de estos relatos se centren en la figura de autores admirados por Loza, a quienes rinde su último homenaje - “a la manera de”-, recreándolos en su último momento, exhalando “su último suspiro”._Así Hemingway –Volverás a ver los árboles-, Baroja –Soñar despierto- o el criollista (noventayochista, diríamos por estos pagos) José Enrique Rodó –Morir en Sicilia-, que se van a la orilla oscura con su misterio indescifrable; o instantáneas que inmortalizan, en vida, a autores de ambas orillas del Río de la Plata desaparecidos, como Borges –El hombre- u Onetti –La tijera-, antes de convertirse en un “tumbao sin nombre” siguiendo la misma tradición de Rodó, o a americanos del otro lado del Misisipí –F.S. Fitzgerald-. FLAUBERT EN URUGUAY o DE LO QUE PUDO HABER SIDO Y NO FUE__-Eso es lo mejor que nos ha ocurrido en toda nuestra vida –dijo Fréderic._-Sí, tal vez. Es lo mejor que hemos tenido –dijo Deslauriers._Gustave Flaubert, La educación sentimental__Y esos secretos del corazón son los que se ponen en escena en algunos de los mejores cuentos, aquellos que se ambientan en la infancia o la adolescencia, como Federico en el columpio o La bufanda blanca -flaubertiano relato sobre el remordimiento del joven iniciado en la prostitución, tierno y grotesco, resuelto con un bucle final que se diría el movimiento envolvente de una bufanda de prestidigitador de magia blanca cerrando el círculo (del Purgatorio) y que, en su carácter cíclico, se asocia con El hombre o Soñar-. _Y pieza excepcional, bajo el reconocido magisterio de “Papá” Ernesto -mentor tutelar del estilo del autor cuya omnipresencia se hace extensiva a este “taller de sueños”-, es ese cuento redondo, ejemplar de la narrativa (norte)americana, titulado Noche redonda._Pero esa primera persona narrativa, que se remonta a la niñez –la provincia “oriental”, los matreros hamacándose, la luz del ayer, los cafés, el bote en el río o el ombú-, dejará paso a la épica de milonga de escritores criollistas –Una tarde- o al pastiche de la visita a la laberíntica casa de Borges -El hombre-, al agrio existencialismo de la Santa María de Onetti –La tijera- o al estilo de aquel “nuevo periodismo”de Hemingway –Volverás, correlato del de su compañero de “degeneración perdida” Fitzgerald en ¿Santa María?-._La vida, en definitiva, como esa oscura frontera en que se dan cita los idos que desde el más allá se niegan a echar tierra sobre el asunto o quienes, arrastrados por la pasión, aceleran sus pasos al encuentro del más allá, en la tierra de nadie de la destrucción o el amor, abrazo de vida y muerte que hace del hombre un ser medio vivo o medio muerto y, parafraseando el relato de Martínez de Pisón, se titularía “la muerte mientras tanto”._Lástima, finalmente, que este obituario del panteón literario de Loza no haya rendido tributo de admiración a su coterráneo oriental Felisberto Hernández, cuentista inimitable a quien semejante ventrílocuo habría sabido devolver la voz con un “cuento inacabado”. ¿O, por qué no, puestos a pedir, una evocación de Carlos Reyles y El gaucho Florido?__“Decir que las leí con fatiga sería mentir. Me parecieron las notas de un taller de sueños. Eran historias escritas con esa fe solitaria y libre de los poetas.” _Y no puede uno por menos que suscribir las palabras del narrador sobre sus “fuentes”. |