Te miro frente a la estufa
frotándote las piernas.
-¿Hace frío verdad?
Quedo perpleja pensando:
¡Son los años querido, viejito!
Recuerdo más que nunca
tu vida llena de trabajo,
constantes esfuerzos por mejorar.
Siempre decías: "Que no falte...
que no falte nunca el pan".
Tus palabras me suenan
como en aquel entonces, tan lejanas,
y veo cómo ha pasado la vida,
cómo ha marcado tu cara.
Me pongo triste, me retiro un poco
para que no veas mis lágrimas.
Otra vez murmuras bajito:
¡qué frío que hace...! ¿verdad?
-¡Sí papá!
Me miras intranquilo,
acaricias mis manos,
te salen palabras que no quieres pronunciar.
¿Cuándo te vas?...
Y tengo ganas de decirte:
¡Nunca más!
|