Rigoberto y Yo |
La
fuente era pequeña y estaba resquebrajada con el paso del tiempo. Había
sido bebedero de patos en la época que mis abuelos habitaban la casona,
en los aledaños del pueblo. Solía visitarla a menudo, no solo para
llenarme los ojos de verde, sino para conservar el jardín con flores
sembradas por la abuela, las que fueron en gran parte, alegría de su
vida. Esa
mañana me hallaba sentada bajo la enredadera de flores azules, mi lugar
favorito, cuando un enorme sapo, saltó cerca de mis pies. Era feo y
arrugado, de color pardo y ojos saltones. Inflaba su cuello y lo
desinflaba, como si eso fuera lo más normal del mundo. -Ay!
que feo eres- murmuré entre dientes, sin poder contener un gesto de
repugnancia. -
Y tú, qué flaca- contestó
ante mi estupor. -¿Hablas
y todo?- le dije estupefacta. -Si,
pero solo contigo.- -¿Y
eso por qué?- -
Algún día lo sabrás, pero por ahora debes guardar secreto.- -¿Y
de que hablaremos?- insistí. -De
ti, de tu vida, de lo que tú quieras.- -Por
ejemplo... -Por
ejemplo, de política... -Como,
¿sabes algo de política?- -Todo,
¡faltaba más!- Diciendo
esto, se arrojó al poquito de agua que apenas cubría el fondo de la
fuente y luego de croar un poco, apoyándose en sus patas traseras, dio un
salto, encaramándose al borde, desde el cual fijó en mí sus ojos
saltones. -¿Qué
opinas de la crisis mundial?- pregunté. -Bah!,
otro invento de los de siempre para controlar a su antojo. Otro modo de
sometimiento. Es como si desde este estanque, yo rigiera con supremacía,
a todos los sapos, ranas y otras especies que habitan este mundo, ancho y
ajeno. -¿Pero
eso del debacle económico que lleva a la reducción de empleos, no es
verdadero?- -Todo
programado, así el sistema sigue imponiendo sus reglas.- Diciendo esto, saltó hacia la hierba, perdiéndose entre la mata. |
Soledad López
Rigoberto y Yo
Conversaciones con mi sapo
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