Anochecía. Un sol color fuego, encendía las nubes allá en el horizonte. Bajé los ojos para posarlos en el estanque cuyas paredes resquebrajadas, contenían apenas un hilo de agua. Busqué a mi amigo sapo, mas en la penumbra que se insinuaba, no logré descubrirlo. Debí llamarlo con voz queda:
-Rigobertooooo ....-
Algo oscuro se movió entre los yuyos y al instante se despatarró sobre una de las paredes del estanque.
-Hola, me dijo alegremente. Aquí estoy, dispuesto a dialogar contigo. –
-¿Sabes, amigo sapo?. Estuve cavilando y me preocupa el mundo, la gente, el cosmos, la fauna, la flora y todo lo que se mueve y respira en el universo. No solo eso, sino que me angustia la situación en que se encuentra nuestro Planeta. –
-Y no es para menos. También los anfibios estamos alarmados con el cambio que se registra en todos los ámbitos de la tierra. –
-¿ También ustedes? –
-Por supuesto. Fíjate que debido a las reiteradas sequías en algunos puntos del globo terráqueo y a las inundaciones en otros, nos vamos desplazando sin rumbo, aunque algunos mueren en el intento. -
-Oye, amigo mío, ¿tú crees que realmente el planeta está en peligro?. –
-¡Buena pregunta!. Se puede predecir, con base científica, algunos acontecimientos venideros, teniendo en cuenta los desastres que ahora, con más frecuencia nos afligen: terremotos, tsunamis, tornados y avasalladoras crecientes. Al parecer, aunque no haya una respuesta concreta, con el deshielo que se está produciendo en zonas geográficas clave, el futuro no es nada prometedor. –
-¿Sabes? Me oprimo los sesos y no alcanzo a comprender porque muchos gobernantes se niegan a firmar el acuerdo destinado a controlar las emisiones de gases nocivos, contribuyendo con esa y otras medidas a mejorar el medio ambiente, ofreciendo más protección a los seres vivos que habitan este planeta. ¿Es que nada les importa sus descendientes, los futuros pobladores de las diferentes zonas geográficas en que está dividido nuestro universo?.
-Soy un feo y desgarbado bicho con ojos saltones, pero te aseguro que no titubearía en proteger a mis descendientes si ello estuviera en mi actitud. Despatarrado en este estanque o sumergido en el charco que hay junto a los yuyos, a veces me pregunto si de pronto, no estallará la tierra, hundiéndonos en la nada. Por lo pronto, nuestra especie puede dar, algo así como la voz de alarma, antes que comience un terremoto. –
-¿Cómo?. Dímelo, por favor. –
-Pues desapareciendo de nuestro habitat.-
-Dime, Rigoberto, antes que eso suceda, ¿me contarás el misterio que guardas, el que te permite hablar? –
-Lo prometo. Pero ahora, déjame que me vaya. Mi sapa me espera y con ella croaremos bajo la luna llena. –
Así diciendo, mi amigo anfibio se escurrió entre los matorrales, perdiéndose en la nochecita. Cerré los ojos un instante y respiré hondo, como queriendo atrapar el oxígeno, el que aún se ofrecía gratuitamente.
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