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El reloj de sol |
"Seúl il est digne de mesurer la |
En el sereno parque vela el viejo cuadrante. Todo es quietud en torno. La libélula errante, la abeja de áureos élitros, la oruga y el gusano, como bajo el influjo de un señorío arcano extáticos se arroban ante su potestad. El cuenta el Tiempo eterno, sin límite ni edad, en un rincón perdido, solitario y fragante. ¡Y qué limpias las horas que recoge el cuadrante! Como es más pura el agua, que en el mismo regajo, se abrevan los labriegos, en mitad del trabajo, así es más puro el tiempo que en devoto mutismo, todo candor y paz, viene del cielo mismo. El aire, tiene un leve misticismo de incienso; el sol pródigo y bueno, en el azul inmenso se desplaza inmutable; y las horas aladas, descienden del cénit, como alondras doradas, a posarse, en silencio, sobre el reloj luciente. A veces, ni el rumor del follaje se siente, y hay pausas prolongadas en el parque callado... Cerca del noble jaspe del reloj asoleado, en un derruido banco señorial, un anciano del otro siglo, sueña, bajo el sol meridiano, en quién sabe qué historias de su existencia moza. Sobre el lejano prado magnifica se esboza entre un enjambre de oro la casa solariega; en las remotas granjas la cigarra despliega su invisible abanico, templado y sonoroso. Tal vez, de cuando en cuando, se oiga el eco mimoso de los niños que juegan en el patio distante; y mudo, entre una atmósfera luminosa y sedante, como si la emoción anudara su voz, vela el reloj de sol que es el reloj de Dios!
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Andrés
Héctor Lerena Acevedo
Praderas soleadas y otros poemas
Biblioteca
Artigas- Colección de clásicos uruguayos - Vol. 120
Ministerio de Instrucción Pública y Previsión Social - 1967
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