Como recién lustrado |
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Aquel cuero brillaba negro azabache, como recién lustrado. Fino, cocido prolijamente por los bordes, no tenía grietas, ni quiebres, menos aún, porosidades. Ambos extremos remataban en metal nunca ennegrecido u opaco por el roce. Al igual que el cuero, brillaba con destellos muy fuertes, deslumbrantes y algo hirientes. Todas las noches, durante una hora, su dueño pasa pomada y lustra el cuero, para más tarde, pulir el metal hasta que brille como plata pura. Ese cuero, sobado por el uso, blando, suave y tierno, a pesar de la fría presencia plateada, se volvía duro, cortante y cruel, cuando se sacudía y hacía vibrar el bruñido que de esa manera hería cortaba y hendía la piel, la carne, los huesos. Aquél cinturón, culto a la perfección, a lo pulcro, todas las noches, durante una hora era lustrado y pulido, amorosamente, de tal forma que jirones de piel y carne, manchas de sangre, y rastros de marfil, no sobrevivieran al perverso fin para el cual era tan cuidado Y así pareciera recién lustrado. |
José Washington Legaspi
jowalech@gmail.com
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