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Dicen que es
cosa confusa
besarse bajo la luna
pero hacerlo frente al sol
no trae confusión ninguna.
De ninguna manera, señorita:
yo no dije que usted fuera fea,
sólo he dicho que su nariz no es clásica,
su frente es angostita
sus pelos erizados
y su boca chiquita.
Pero de todos modos yo querría
quedarme contemplando su perfil,
tener cabida entre sus pensamientos
aunque haya poco espacio en esa frente,
alisarle los pelos suavemente
y poner en su boca besos mil.
- Ay, ay: hoy me duele la espalda.
- No es nada, hay que trabajar.
- Ay, ay, hoy me duelen las piernas:
no quiero ir a trabajar.
- ¿Cómo no? La pereza es la madre
de los vicios. No hay que escucharla
cuando habla y se empieza a quejar.
- Es que me habla a los gritos.
- ¡A callar! ¡Eso es pereza pura!
- Bueno, bueno, allá voy, ya no grita...
(pero, muy despacito, murmura).
Ni la mejor serenata
debajo de su balcón
ni una canción que dijera
de tu amor algún detalle
no podría
no sería
no trajera
tanta música a su oído
tanto halago al corazón
como mirarla a los ojos
como vi que la miraste
al pasar de refilón.
Sigo siendo
la que era:
en las mañanas
no toso
ni tampoco
me duelen las articulaciones
en este largo estar de vacaciones
que es la edad
del reposo.
Riego las plantas,
tejo bufandas
cuento cuentos
y hago galletitas.
Disfruto de los niños
y ellos disfrutan
de su bisabuelita.
Pero ni yo misma creo
lo que dice el espejo
ni creo
que noventa años
y unas cuantas arrugas
consigan que uno
se sienta viejo.
¿Qué iré a hacer
cuando sea viejita
con tanta falta de previsión?
No he ahorrado ninguna guita
ni tendré una buena jubilación.
¡Pondré una página en Internet
ofreciendo hacer correcciones,
cartas de amor, discursos, novelones
y tendré clientes por e-mail!
Cuando sea viejita
me levantaré temprano
y me desayunaré con yogur;
pasearé por la rambla,
viviré de los buenos recuerdos
y -espero- de mi buena salud. |