- ¡Margarita!
- ¡Julio!
- ¡Qué encuentro!
- Tantos años...
- ¡Parece que fue ayer!
- ¿Ayer? En fin, el ayer es tan grande.
- La primera vez que te vi también estabas vestida de azul...
- Es posible, siempre me quedó bien.
- ¡Sos vos, Margarita, la que le queda bien al azul! ¡Vos, que lo iluminás con tu sonrisa!
- Julio... Julio... seguís siendo un romántico!
- ¡Qué otra cosa podría ser al lado tuyo! ¿Te acordás, Margarita, cuánto nos gustaba caminar bajo la luna?
- Era lindo, Julio; pero ahora no salgo de noche. ¡Las noches son tan húmedas!
- Húmedas y oscuras, es cierto... ¡como la noche en que te perdí!
Mozo: -¿Los señores van a tomar algo?
- Ah, sí. Margarita ¿qué tomás? ¿Champán, por el reencuentro?
- No, un tecito de manzanilla.
- Para mí, un cognac.
Mozo: -Bien, señores.
- Julio: ¿Aún conservás la costumbre del alcohol?
- La costumbre del alcohol es la que aún me conserva, querida. Pero te estaba hablando de la noche en que te perdí. ¡Qué noche negra!
- Ya lo creo, Por eso nos perdimos.
- ¿Nos perdimos? ¡Cómo! ¿Vos también me perdiste? ¿No faltaste a nuestra cita? ¡Yo siempre creí que en esa noche -negra- me habías abandonado!
- No Julio. Fui. Como siempre. Pero ¿te acordás? no había luna...
- Es cierto. No había luna.
- Me quedé esperándote en la oscuridad, muerta de miedo porque... ¿te acordás? además: había apagón
- ¡Cómo no me voy a acordar! Si pasé horas esperándote, recostado en el farol de la esquina, que estaba apagado.
- ¿Recostado en el farol de la esquina? ¡Pero Julio! ¡Me habías dicho que te esperara junto al buzón carmín!
- ¡Pero Margarita! ¡Si siempre nos encontrábamos bajo el farol! Me gustaba tanto ver bajo su luz tu melena de novia...
- ¡Ay Julio! Esa noche estuve horas llorando porque no venías, apoyada en el buzón carmín. Debo haber empapado las cartas que había adentro.
- ¿Estuviste llorando, mi corazón? ¿Cómo no escuché tu llanto en esa noche negra?
- Es que el buzón y el farol quedaban en esquinas alejadas.
- ¡Pensar que, a unos metros apenas, estaba mi luz!
- Luz no había por ninguna parte.
- ¡Tú eras mi luz, Margarita! Tú, y esa noche te perdí... Como no habías querido decirme dónde vivías... no pude encontrarte.
- Han pasado tantos años, Julio.
- Tantos, sí. Pero nunca te olvidé.
- Yo tampoco.
- Recomencemos. Si veinte años no es nada, cuarenta... apenas son el doble de nada. Te queda lindo el pelo blanco. Me dan ganas de verlo a la luz del farol. Hoy creo que hay luna. ¿Puedo esperarte como antes?
- Mirá Julio: esta vez, mejor, vení a casa. Ya es tiempo de que te dé la dirección. ¿Tenés lapicera? Apuntá en esta servilletita. Otra vez con la historia del buzón y el farol, mejor no... ¡mirá si vuelve a haber apagón!
"Y aquel buzón carmín
y aquel fondín donde lloraba el tano
su rubio amor lejano
que evocaba con bon vin"
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