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Lo que los peritos no nos advierten: 
Que nuestra dieta cambia… y, que cambia, porque, por su naturaleza misma, precisa cambiar
Dr. Félix E. F. Larocca

                                      

                                               Caza del mamut

Cuando visitamos los diversos museos donde se exhiben dioramas cuyo propósito es tratar de representar nuestras civilizaciones pasadas y el modo, a menudo, sorprendente, con que nuestros predecesores se sostuvieran; confirmamos que la necesidad de procurar alimento, operando al unísono con las pulsiones de otros instintos (o módulos natos) ha mediado adaptaciones innumerables que nos favorecen aunque, a menudo, tristemente, terminan perjudicándonos.

Para alcanzar la constitución física e intelectual que nos ha separado de otros simios como género, hemos necesitado hacer acomodaciones y mutaciones oportunas, frecuentemente, de naturalezas únicas. Por ejemplo gozamos de la ventaja estratégica que nos otorga la zurdera, que es aparente en algunos y, en no todos, nuestros congéneres y que es el único modo de dominancia manual en algunas especies, co­mo sucede con la del oso polar (Ursus maritimus).

Ser siniestro (léase “ser zurdo”), término desafortunado, es beneficioso para los fines de la caza en horda y para los jugadores de béisbol. Pero, por contraste y, como incongruencia, nuestra especie también ha desarrollado la obesidad y la diabetes de tipo II, resultados directos de la corpulencia, consecuencia de la comida --- como también ha abierto las puertas a todas las disorexias.

Comer por comer. Una dimensión nueva de los placeres del paladar.

En el esbozo que inicia esta ponencia y que titulamos “caza del mamut” vemos, aunque talvez no fuera esa la intención del artista, a un cazador zurdo en al acto de arrojar su lanza. El animal, ya herido, posee en su flanco izquierdo evidencia de haber sido agredido por lanzas disparadas por cazadores diestros. En su defensa instintiva y desesperada, ya está programado a esperar la lanza proveniente del flanco derecho de su agresor, ya que casi todos los que ha encontrado eran diestros. Más el zurdo, lo sorprenderá asestando una herida letal, porque está apuntando a sus ojos, algo que el desventurado paquidermo no sospecha y que por tanto no espera. En este caso, la zurdera constituye una adaptación de índole ventajosa para ofrecer a nuestro género y al grupo de cazadores que procuran sustento, otra posibilidad estratégica de ser más eficiente, vía el uso de la sorpresa, en la obtención y captura de su presa.

En ese argumento podemos describir lo que Leonardo Schalain ha llamado su Teoría de los Ochos. A continuación ofrecemos una traducción aproximada al respecto, de las palabras de este último investigador: 

“Cuatro rasgos únicos al ser humano (H sapiens-sapiens) aparecen en toda población de nuestra especie, y cada uno de estos rasgos se mantiene den­tro de un porcentaje asombroso del ocho por ciento de todos los hombres. Los cuatro rasgos son, PEPMS (preferencia exclusiva por personas del mismo sexo u homosexualidad masculina), confusión o ceguera de colores (el daltonismo), la zurdera y la calvicie”. 

En su tesis de modo muy elegante y persuasivo, Schalain nos esclarece en que estos rasgos serían adaptaciones o mutaciones necesarias (en aquel entonces) para mejorar nuestras posibilidades de ser exitosos en la caza, en la obtención de proteínas animales y en pasar nuestros genes a generaciones futuras. 

Además de asistirnos en mantenernos saludables es un hecho indisputable que lo que comemos y el resultante estado de nutrición adecuada que derivamos se relacionan directamente a la idoneidad de nuestros enormes cerebros y a nuestra habilidad de reproducirnos del modo más eficiente. Lo que constituye el propósito teleológico de nuestra existencia. 

La diáspora humana, fuera del África original 

Cuando escribiéramos el artículo La aplicación de la dieta paleolítica al tratamiento de las disorexias, lo hicimos justificando una necesidad urgente de establecer la relación estable que es necesaria en cualquier momento dado entre nuestra consistencia física como especie, con nuestros estados mentales y con la comida que consumimos. O visto de manera diferente, de la relación que existe entre “el vector y su huésped” como concepto adaptado del estudio de la microbiología a que en el artículo mencionado aludiéramos. En esta adaptación heurística se percibe la comida como vector, como si fuera un agente invasor no siempre benéfico cuando halla su ruta dentro del organismo, el huésped, que la consume. 

Debido a nuestra latitud muy amplia en hacer uso de los alimentos más diversos, en virtud de nuestra adaptabilidad a los climas más dispares, y en virtud de nuestra curiosidad sin límites. Nuestro género se dispersó conquistando los mares, las cumbres y aun el espacio sideral. Así lo hizo porque su estrategia variable de comer le permitiría amoldarse a toda circunstancia y responder a toda contingencia, no importaba cuan adversa. 

Nos dispersamos porque teníamos que encontrar comida y combustible proteínico tan esencial para nutrir nuestros cerebros gigantescos. 

La comida que comemos 

La comida, nuestro maná celestial no es siempre la bendición esperada. Ya que ésta o sus derivados pueden hacernos gordos, delgados, deficientes mentales, obesos, psicóticos, envenenarnos, deprimirnos, volvernos ansiosos, y aún robarnos de toda felicidad. 

                                     

La comida es arma de dos filos…

La comida nos nutre y, a la vez nos perjudica, porque en el mundo civilizado ha adquirido el carácter de ser el vehículo (o vector) de la epidemia más insidiosa que ha conocido nuestra humanidad --- la de las disorexias en todas sus formas y en todas sus manifestaciones. 

La comida, la obesidad, la dieta y el plan paleolítico 

La comida, aunque sea necesidad universal de todo género varía de clima a clima, de edad en edad, de estado de salud a estado de salud, de preferencia en preferencia, de condición física a condición física, lo que ilustra de modo elocuente el concepto de que no existe ni una dieta universal que a todos nos favorece ni una dieta, asimismo universal, que a todos asistiría en controlar el sobrepeso. 

Aunque no está bien establecida la razón final o el porqué conclusivo de cómo se aumenta y se pierde de peso, los que se califican a ellos mismos como seres entendidos en este asunto, nos aseguran que sí que lo saben y que la dieta por ellos mercadeadas constituye la única respuesta. 

Los resultados de esas dietas todos los sabemos. Conociendo mejor aun, que los pocos que derivaran beneficio alguno de estas ordalías recuperan con rapidez las libras perdidas.   

Todo como consecuencia y resultado de nuestro abandono del plan que a nosotros nos asignara la Naturaleza. Lo que resalta es la presencia tenebrosa de los Cuatro Jinetes de la Apocalipsis metabólica: La anorexia, la bulimia, la obesidad y la dieta para adelgazar. 

La razón cierta para esta situación no yace oculta en algún arcano recóndito y a la vez inaccesible. No, está delante de nuestros propios ojos, abierto a nuestro discernimiento y deseosa de ser aplicada. Algo que, por no saber, nunca lograremos hacer. 

En resumen 

Las complejidades del entendimiento del porqué se gana, se mantiene o se pierde de peso, a menudo, escapa el entendimiento de los entendidos. Por la misma razón que el tratamiento, como todos bien sabemos, de todas las disorexias es tan difícil.

Las razones básicas son tan simples como claras. Aquí resumiremos lo antedicho:

  • Que no existe una dieta o plan de comer que sea aplicable a todos los seres humanos en todas las etapas de sus vidas
  • Que de hábito ingerimos “comidas” que no son de nuestro beneficio y que constituyen agentes perjudiciales para nuestra salud
  • Que la Teoría de los ochos, si se aplica, puede ser de nuestro interés
  • Que la educación es primordial antes de aventurarnos ciegamente en búsqueda de la dieta nueva que nos promete Nirvana
  • Y, que, por no saber, todas estas condiciones resultan en recaídas evitables.

Referencias: 

La dieta paleolítica, Paraíso Perdido ((Trabajo presentado en La Primera Conferencia de Arqueología del Caribe en el Museo Regional de Arqueología de Altos de Chavón, el 19 de agosto del año 1995.  Evento patrocinado por la Organización de Estados Americanos [OEA].)

Schlain, L: Sex, Time and Power: How Women’s Sexuality Shaped Human Evolution (2003) Viking NY

Dr. Félix E. F. Larocca

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