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Lo que los peritos no nos advierten: |
Caza del mamut Cuando visitamos los diversos museos donde se exhiben dioramas cuyo propósito es tratar de representar nuestras civilizaciones pasadas y el modo, a menudo, sorprendente, con que nuestros predecesores se sostuvieran; confirmamos que la necesidad de procurar alimento, operando al unísono con las pulsiones de otros instintos (o módulos natos) ha mediado adaptaciones innumerables que nos favorecen aunque, a menudo, tristemente, terminan perjudicándonos. Para alcanzar la
constitución física e intelectual que nos ha separado de otros simios
como género, hemos necesitado hacer acomodaciones y mutaciones oportunas,
frecuentemente, de naturalezas únicas. Por ejemplo gozamos de la ventaja
estratégica que nos otorga la zurdera, que es aparente en algunos y, en
no todos, nuestros congéneres y que es el único modo de dominancia
manual en algunas especies, como sucede con la del oso polar (Ursus
maritimus). Ser siniestro (léase
“ser zurdo”), término desafortunado, es beneficioso para los fines de
la caza en horda y para los jugadores de béisbol. Pero, por contraste y,
como incongruencia, nuestra especie también ha desarrollado la obesidad y
la diabetes de tipo II, resultados directos de la corpulencia,
consecuencia de la comida --- como también ha abierto las puertas a todas
las disorexias. Comer
por comer. Una dimensión nueva de los placeres del paladar. En el esbozo que
inicia esta ponencia y que titulamos “caza del mamut” vemos, aunque
talvez no fuera esa la intención del artista, a un cazador zurdo en al
acto de arrojar su lanza. El animal, ya herido, posee en su flanco
izquierdo evidencia de haber sido agredido por lanzas disparadas por
cazadores diestros. En su defensa instintiva y desesperada, ya está
programado a esperar la lanza proveniente del flanco derecho de su
agresor, ya que casi todos los que ha encontrado eran diestros. Más el
zurdo, lo sorprenderá asestando una herida letal, porque está apuntando
a sus ojos, algo que el desventurado paquidermo no sospecha y que por
tanto no espera. En este caso, la zurdera constituye una adaptación de índole
ventajosa para ofrecer a nuestro género y al grupo de cazadores que
procuran sustento, otra posibilidad estratégica de ser más eficiente, vía
el uso de la sorpresa, en la obtención y captura de su presa. En ese argumento
podemos describir lo que Leonardo Schalain ha llamado su Teoría de los
Ochos. A continuación ofrecemos una traducción aproximada al
respecto, de las palabras de este último investigador: “Cuatro
rasgos únicos al ser humano (H sapiens-sapiens) aparecen en toda población
de nuestra especie, y cada uno de estos rasgos se mantiene dentro de un
porcentaje asombroso del ocho por ciento de todos los hombres. Los cuatro
rasgos son, PEPMS (preferencia exclusiva por personas del mismo sexo u
homosexualidad masculina), confusión o ceguera de colores (el
daltonismo), la zurdera y la calvicie”. En su tesis de
modo muy elegante y persuasivo, Schalain nos esclarece en que estos rasgos
serían adaptaciones o mutaciones necesarias (en aquel entonces) para
mejorar nuestras posibilidades de ser exitosos en la caza, en la obtención
de proteínas animales y en pasar nuestros genes a generaciones futuras. Además de
asistirnos en mantenernos saludables es un hecho indisputable que lo que
comemos y el resultante estado de nutrición adecuada que derivamos se
relacionan directamente a la idoneidad de nuestros enormes cerebros y a
nuestra habilidad de reproducirnos del modo más eficiente. Lo que
constituye el propósito teleológico de nuestra existencia. La
diáspora humana, fuera del África original Cuando escribiéramos
el artículo La aplicación de la
dieta paleolítica al tratamiento de
las disorexias, lo hicimos justificando una necesidad urgente de
establecer la relación estable que es necesaria en cualquier momento dado
entre nuestra consistencia física como especie, con nuestros estados
mentales y con la comida que consumimos. O visto de manera diferente, de
la relación que existe entre “el vector y su huésped” como concepto
adaptado del estudio de la microbiología a que en el artículo mencionado
aludiéramos. En esta adaptación heurística se percibe la comida como vector,
como si fuera un agente invasor no siempre benéfico cuando halla su ruta
dentro del organismo, el huésped, que la consume. Debido a nuestra
latitud muy amplia en hacer uso de los alimentos más diversos, en virtud
de nuestra adaptabilidad a los climas más dispares, y en virtud de
nuestra curiosidad sin límites. Nuestro género se dispersó conquistando
los mares, las cumbres y aun el espacio sideral. Así lo hizo porque su
estrategia variable de comer le permitiría amoldarse a toda circunstancia
y responder a toda contingencia, no importaba cuan adversa. Nos dispersamos
porque teníamos que encontrar comida y combustible proteínico tan
esencial para nutrir nuestros cerebros gigantescos. La
comida que comemos La comida,
nuestro maná celestial no es siempre la bendición esperada. Ya que ésta
o sus derivados pueden hacernos gordos, delgados, deficientes mentales,
obesos, psicóticos, envenenarnos, deprimirnos, volvernos ansiosos, y aún
robarnos de toda felicidad.
La
comida es arma de dos filos… La comida nos
nutre y, a la vez nos perjudica, porque en el mundo civilizado ha
adquirido el carácter de ser el vehículo (o vector) de la epidemia más
insidiosa que ha conocido nuestra humanidad --- la de las disorexias en
todas sus formas y en todas sus manifestaciones. La
comida, la obesidad, la dieta y el plan paleolítico La comida,
aunque sea necesidad universal de todo género varía de clima a clima, de
edad en edad, de estado de salud a estado de salud, de preferencia en
preferencia, de condición física a condición física, lo que ilustra de
modo elocuente el concepto de que no existe ni una dieta universal que a
todos nos favorece ni una dieta, asimismo universal, que a todos asistiría
en controlar el sobrepeso. Aunque no está
bien establecida la razón final o el porqué conclusivo de cómo se
aumenta y se pierde de peso, los que se califican a ellos mismos como
seres entendidos en este asunto, nos aseguran que sí que lo saben y que
la dieta por ellos mercadeadas
constituye la única respuesta. Los resultados
de esas dietas todos los sabemos. Conociendo mejor aun, que los pocos que
derivaran beneficio alguno de estas ordalías recuperan con rapidez las
libras perdidas.
Todo como
consecuencia y resultado de nuestro abandono del plan que a nosotros nos
asignara la Naturaleza. Lo que resalta es la presencia tenebrosa de los
Cuatro Jinetes de la Apocalipsis metabólica: La anorexia, la bulimia, la
obesidad y la dieta para adelgazar. La razón cierta
para esta situación no yace oculta en algún arcano recóndito y a la vez
inaccesible. No, está delante de nuestros propios ojos, abierto a nuestro
discernimiento y deseosa de ser aplicada. Algo que, por no saber, nunca
lograremos hacer. En
resumen Las complejidades del entendimiento del porqué se gana, se mantiene o se pierde de peso, a menudo, escapa el entendimiento de los entendidos. Por la misma razón que el tratamiento, como todos bien sabemos, de todas las disorexias es tan difícil. Las razones básicas
son tan simples como claras. Aquí resumiremos lo antedicho:
Referencias: La
dieta paleolítica, Paraíso Perdido
((Trabajo presentado en La Primera
Conferencia de Arqueología del Caribe en el Museo Regional de Arqueología
de Altos de Chavón, el 19 de agosto del año 1995.
Evento patrocinado por la Organización de Estados Americanos
[OEA].) Schlain, L: Sex, Time and Power: How Women’s Sexuality Shaped Human Evolution (2003) Viking NY |
Dr. Félix E. F. Larocca
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