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La timidez en el ser humano |
Introducción Si
tenemos en cuenta que el ser humano es un ser social por naturaleza y que,
por ende, su desarrollo psicológico e integral está muy determinado por
la efectividad en la forma, medios y vías con que ejecute su vínculo con
los demás, el tener problemas en este sentido puede traer consecuencias
harto negativas que impidan su bienestar emocional y en última instancia
su felicidad. La ineficacia en las relaciones interpersonales traen
aparejado fracasos y la no satisfacción de muchas necesidades humanas,
impidiendo que dicho vínculo interpersonal se configure como un verdadero
motivo de la personalidad y que por consiguiente no se logre o experimente
el triunfo o el éxito interpersonal. La timidez es uno de los fenómenos
más importantes que causan problemas en la interacción social, básicamente
porque impide y paraliza la actuación, no lográndose los objetivos y
metas interpersonales que incidirían en el crecimiento y desarrollo
individual. Es por eso que el estudio de la timidez se hace muy necesario
para dilucidar sus aspectos más intrínsecos, sus causas, el desarrollo
que va teniendo y las condicionantes de este último, las particularidades
y leyes del proceso de su configuración en la personalidad, así como las
características más variadas y su expresión individualizada en los
sujetos. Este
trabajo pretende como objetivo elaborar un esquema teórico acerca de la
etiología de la timidez, tomando como referencia los juicios de autores
que han abordado la temática, así como las ideas que el autor ha venido
construyendo a través de la revisión bibliográfica y la práctica clínica. Etiología
sobre la Timidez Investigaciones Algunos
autores de corte biologista valoran la posibilidad de que las
manifestaciones psicosomáticas propias de la timidez tengan su origen en
la función de las glándulas de secreción interna como la hipófisis o
las suprarrenales. Otros, más absolutistas, consideran la timidez como
una característica hereditaria. Un ejemplo de ello son los estudios
realizados en la Universidad de Harvard en los Estados Unidos, quienes con
el objetivo de comprobar la no mediatización de la personalidad y del
aprendizaje en el comportamiento inhibido, hicieron un análisis de las
reacciones de un grupo de niños enfrentados a situaciones nuevas y extrañas,
donde obtuvieron como resultado: en unos, reacciones de silencio y variación
del ritmo cardíaco, mientras que los otros no experimentaron variación
alguna en su respuesta, es decir, que no sintieron miedo. Esta investigación
los condujo a la conclusión de que los tímidos no habían adquirido ese
comportamiento sino que lo habían heredado. El Proyecto de Adopción de Colorado (C.A.P) estudió longitudinalmente 182 familias adoptivas y 164 familias no adoptivas, comparando niños adoptados y no adoptados entre los 12 y 14 meses. Los resultados del C.A.P. indican una influencia hereditaria y del ambiente familiar. La interacción ambiente-genotipo sugiere la posibilidad de que factores ambientales afecten a los niños diferencialmente como función de su predisposición genética. Esto no significa que las diferencias individuales en los tímidos sean inmutables debido a la herencia, sino que los efectos genéticos implican una propensión de esta naturaleza y no de una predeterminación, por lo tanto los cambios en las personas tímidas son perfectamente posibles. |
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Aparte
de los factores biológicos predisponentes, existen otros de corte persono
lógico, como la vulnerabilidad y habituación al estrés que determinan
diferencias individuales respecto a la activación o “arousal”.
Eysenck, en 1970, se refiere al nivel de neuroticismo, intensidad y
persistencia de la reacción frente a estímulos externos como un factor
predisponerte de personalidad. Un alto nivel de neuroticismo implica
una reacción demasiado intensa y persistente ante estímulos fuertes. Existen
una serie de factores ambientales que también pueden considerarse como
predisponentes, dentro de los que se encuentran: características de
ciertos sistemas familiares, condiciones socioeconómicas y culturales,
etc. Escuelas
Teóricas Una
de las escuelas que aborda el tema es la psicoanalítica, la misma afirma
que la timidez no es más que la punta del iceberg de un problema
oculto y mucho más profundo, debido a la represión de los
instintos, principalmente los sexuales. Por la imposibilidad de
satisfacerlos surgirán, según esta tesis, una serie de fantasías en las
que el tímido se percibe interiormente, deseando realizar ambiciones y
deseos que al final no ejecuta. Esta represión termina corporalizándose
y se convierte en la rica sintomatología del tímido (rubor, sudor,
temblor, etc.). Otras
escuelas de corte conductista consideran que la timidez no se hereda, sino
que se aprende desde niño por la influencia de modelos parentales o por
determinadas actitudes de quienes intervienen en el proceso educativo. Las
experiencias infantiles, según estas teorías, devendrían decisivas en
la aparición de la timidez. Así, niños que no han sido suficientemente
valorados, se han visto ignorados, o se han sentido menos apreciados por
sus educadores cuando han conseguido logros, y los que han sufrido
experiencias de maltrato o han padecido abuso sexual terminan siendo tímidos. Consideraciones
Etiológicas del Autor Las
diferencias individuales de la timidez y la estabilidad de algunos
comportamientos interpersonales han llevado a algunos teóricos a plantear
un componente genético que se encuentra en la base de la timidez; sin
embargo es necesario precisar que aún en la esencia de estos dos aspectos
(diferencias individuales y estabilidad del comportamiento), existe
una influencia social definida: diferencias individuales (tipos específicos
de timidez) determinadas por historias personales únicas (manejos
educativos, índices de contextos relacionales, facilitación de ambiente
de protagonismo individual) y estabilidad del comportamiento provocado por
la estabilidad de los estímulos del medio y por el grado de desarrollo
individual que media en el proceso, permitiendo la incorporación de la
timidez como rasgo. Lo
expuesto refuerza la reflexión en el sentido de que la complejidad
de las diferencias individuales en los tímidos se debe, más que a
una causa, a una relación compleja entre los aspectos genéticos y el
ambiente social. Desde
el punto de vista etiológico consideramos que la influencia de los
aspectos genéticos se expresa en lo constitucional (tipos de sistemas
nerviosos, temperamento) y no se debe descartar, pues tiene relevancia
sobre todo en los primeros momentos de la vida, para detectar la timidez
en términos de niveles de retraimiento en el niño (cuando todavía no
existe un vínculo definido entre el sistema de relaciones y el grado de
desarrollo individual). Aunque esta influencia existe, creemos que no es
determinante en sí misma (las diferencias individuales y la estabilidad
son resultado de una relación de factores) y por otro lado, si pensáramos
que la herencia prefija “límites” al desarrollo, habría que definir
también qué se entiende por límite así como su dimensión, pues en los
individuos se pueden potenciar importantes aprendizajes teniendo en cuenta
su zona de desarrollo próximo. Al abordar el constructo timidez, inmediatamente hay que pensar en una relación interpersonal o un sistema de ellas, porque de no existir esto último no habría timidez, pero al mismo tiempo habría que valorar al sujeto que es el que se apropia de esas relaciones o no, quien les da o no un sentido, quien teniendo en cuenta su desarrollo precedente las asimila-acomoda a sus esquemas de referencias conductuales para su ejecución, e inserción por tanto en ese ambiente social complejo. |
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Si
tenemos en cuenta que este vínculo entre el sistema de relaciones y el
grado de desarrollo individual deviene como proceso que explica el
desarrollo de todas las cualidades y formaciones psicológicas, entonces
se puede incluir a la timidez como un resultado de esta compleja relación,
pues la esencia de la misma tiene sus raíces tanto en lo social como en
lo individual. Sin embargo esta relación de factores se concretiza en la
realidad (que explica la timidez) a través de la aparición o no de
habilidades sociales que definirán la configuración progresiva de la
estructura específica de la timidez como formación psicológica,
teniendo lo genético únicamente un papel condicionante. El
problema del tiempo en que se manifiesta la timidez pudiera despertar
dudas, porque en los primeros años todavía no se puede hablar de un
grado de desarrollo individual ni de personalidad, sin embargo hay razones
para considerar al niño como tímido. Desde un punto de vista
absolutista, esto podría privilegiar lo genético, sin embargo sigue
presente la relación genética-ambiente, pues desde que se nace hay
contacto social. No obstante es el posterior vínculo en el tiempo entre
el sistema de relaciones y el grado de desarrollo individual quien definirá:
a) la instalación de la timidez, ofreciendo a esta su esencia
cualitativa, ya sea como cualidad psicológica estable o como simple
reacción situacional o b) la eliminación de la misma a raíz de la
adquisición de habilidades sociales, con su consecuente práctica y el
papel activo del sujeto en el proceso. La
relación anteriormente expuesta que engendra y determina la aparición o
no de habilidades tiene que ver con la dinámica de lo externo y lo
interno en la explicación de lo psicológico: un mayor número de
situaciones de relación interpersonal, aunque no es una garantía
absoluta, sí abre la oportunidad de que haya un mayor número de
posibilidades que se asimilen las mismas y se enriquezca lo interno, pero
a la vez, en la medida que va existiendo un desarrollo precedente, ya no
se necesita de una gran estimulación de lo externo, porque lo interno
llega a alcanzar una autonomía tal que puede generar procesos que
permiten la construcción de estructuras psicológicas internas. Este
último es lo que hemos llamado grado (sello particular) del desarrollo
individual, expresado a través de la cualidad del sujeto: activo o pasivo
en la construcción y producción de su desarrollo, en la medida que el
sujeto se vuelque hacia sí mismo para vivenciar y producir su crecimiento
psicológico (autoformación, auto educación, meta cognición). Nos
referimos a en qué medida la persona es sujeto de su personalidad y de
sus relaciones interpersonales, en qué medida toma conciencia y
autoconciencia, se traza objetivos y metas, toma decisiones, desarrolla
perspectiva para enfrentar obstáculos vitales, etc. La relación
activa/pasiva del sujeto con su sistema de relaciones permitirá la creación
o no de habilidades, y por tanto, el establecimiento o no de la timidez. Básicamente,
no es suficiente que haya un gran número de situaciones relacionales,
sino que además influye mucho cómo el sujeto las asimila e interpreta, cómo
las interioriza y las incorpora a sí mismo. El hecho de que las
habilidades no son únicas sino que para una misma situación pueden
existir un sinnúmero de respuestas habilidosas, indica que tiene relación
con la capacidad elaborativa, con la posición activa del sujeto ante su
sistema de relaciones; de ahí el papel determinante de estas. Hemos
hecho bastante alusión a la relación causal de la timidez, pero ahora
quisiéramos puntualizar sobre lo particular de la misma que explica de
manera más explícita y comprensible la timidez: las habilidades
sociales. Si la timidez está completamente relacionada al medio social
(temor a dirigirse a otra persona, a hablar en público, a iniciar una
conversación) y a las relaciones interpersonales en sí mismas
(ineficacia para llevarlas a cabo, ausencia de cómo implementar una
conducta producto de su desconocimiento) entonces podemos deducir la
importante determinación de la carencia de habilidades en el surgimiento
y desarrollo de la timidez. Las
habilidades sociales expresan en última instancia la capacidad de
ejecutar una conducta de interacción con resultados favorablemente recíprocos
para los sujetos miembros del contacto. Como su nombre lo indica se
manifiestan en el contacto y el vínculo con los demás y por lo tanto en
la experiencia individual surge y se desarrolla como un proceso que se
aprende en el constante intercambio con los “otros”, de ahí que nadie
nace con habilidades. Estas habilidades se van desarrollando en la
medida en que el hombre va interiorizando qué conductas son efectivas
para una u otra relación, en la medida en que se logran los objetivos
para lo que fue implementada, en la medida en que permite mejorar la
relación con la otra persona en interacción (refuerzo) y en la medida en
que mantiene la autoestima de la persona socialmente habilidosa. El
uso del término habilidades sociales significa que la conducta
interpersonal consiste de un conjunto de capacidades de actuación que se
aprenden a lo largo del proceso de socialización y donde la riqueza de la
influencia, la forma de transmitirla y determinadas variables personales
(como procesos cognitivos específicos: atención, memoria, percepción,
reproducción motora) que se ponen en función de interiorizar esa
influencia, determinan que se desarrollen las mismas. En el caso de la
familia, los padres se constituyen en modelos significativos de la
conducta afectiva, estos trasmiten determinadas normas y valores respecto
a la conducta social, ya sea a través de información, refuerzos,
castigos o sanciones, comportamiento y modelajes de conductas
interpersonales. De ahí que sea la familia el primer contexto donde en
dependencia de la dinámica de la misma, se incidirá en un mayor o menor
nivel de aprendizaje de habilidades. La escuela obliga a desarrollar
habilidades más complejas y extendidas, en la medida en que se presentan
nuevas posibilidades de relación con otros adultos y niños mayores
y menores, así como nuevas exigencias a las que hay que adaptarse. La
interacción con los iguales le ayuda a aprender determinadas claves para
diferenciar el comportamiento adecuado e inadecuado en el ámbito social;
además la pertenencia a un grupo de amigos, aparte de que ayuda a
desarrollar su propia identidad, también le permite ensayar determinados
patrones nuevos de comportamiento en un clima de confianza y seguridad. La adolescencia es un período importante pues ya tiene una autoconciencia de ser “objeto social” y se reconoce a sí mismo expuesto a la valoración de los demás, por lo que existen una serie de estructuras cognitivas que pueden permitir el desarrollo de conductas más habilidosas en la medida en que se tiene en cuenta al otro. No obstante, si la autoconciencia es muy aguda, puede paralizar la acción, frenando la ejecución de conductas, pues se concentra tanto en “ lo que dirán los demás” o “ lo que pensarán los demás”, que no se da espacio para sí mismo. Una cualidad importante en este proceso, que ayuda a comprender cómo se va configurando la timidez, son las expectativas de eficacia personal, que son las convicciones que se tienen de poder ejecutar de forma exitosa una conducta requerida para producir ciertos resultados. Estas expectativas permiten a la persona decidir si se involucra o no en una situación social, si se mantiene en ella o no, y en el caso de que se produzca algún problema, cuánto será capaz de perdurar en su esfuerzo. Esta formación está muy vinculada con el auto imagen de sí (autoestima), de la que hablaremos posteriormente, lo que nos demuestra una vez más la complejidad del proceso de la timidez, que no se debe circunscribir a lo genético únicamente. Estas expectativas de eficacia personal surgen por determinadas fuentes de información, cuya modificación puede traer cambios en dichas expectativas. |
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Dentro
de las fuentes de información encontramos los logros en el rendimiento,
que poseen una influencia especial porque se basan en experiencias de
destreza personal. Los éxitos hacen surgir expectativas de destrezas, los
fracasos repetidos las disminuyen, especialmente si ocurren al
inicio. Si se han desarrollado expectativas fuertes de eficacia después
de repetidos éxitos, el impacto negativo de fracasos ocasionales no
reducirá significativamente las expectativas positivas. Una vez que se
establece una expectativa de auto eficacia esta tiende a generalizarse a
otra situación. Otra
fuente de información proviene de la experiencia observacional
(vicaria). El aprendizaje a través de la observación de otros constituye
una fuente esencial para el desarrollo y organización de pautas
cognitivo-conductuales y emocionales complejas. Los
estados emocionales son otra fuente de información que puede afectar la
auto eficacia para enfrentar situaciones nuevas y amenazantes, ya que las
personas se basan en sus estados emocionales o excitación fisiológica
para juzgar su ansiedad y vulnerabilidad al estrés. Una excitación
emocional alta debilita generalmente la acción, por lo que los individuos
esperan tener éxitos cuando no se encuentran en este estado de agitación
emocional o tensión. En
el proceso de desarrollo individual, teniendo en cuenta la influencia
externa y las cualidades internas creadas por esa influencia, pueden
surgir procesos que potencien la formación de habilidades sociales como
los de selectividad de la información que cada persona realiza en la
interacción social, así como la posterior interpretación (traducción)
que hace de dicha información. Esta habilidad interna de “leer” el
ambiente social (determinar las normas y convenciones particulares de
ese contexto, entender los mensajes abiertos y encubiertos del otro,
percibir las emociones e intenciones del o los interlocutores) es lo que
se ha denominado “percepción social”. Las
habilidades sociales están mediadas por procesos cognitivos internos, que
Spivack y Shurre (1974) denominan habilidades socio cognitivas. Estas se
desarrollan a medida que el niño crece e interactúa con su medio
ambiente. Entre las más citadas encontramos: las habilidades de resolución
de problemas interpersonales, las características del estilo atribucional y
la habilidad para tomar perspectivas. Las
habilidades sociales y su relación con la timidez no sólo está dada
porque se desconozcan las primeras (sistema de conductas), sino porque el
sujeto no sepa implementarlas en la práctica y a la vez no domine en qué
contexto pueda utilizarlas, por lo que el proceso de incorporación de
habilidades para una eficaz inserción social sugiere un conocimiento, una
práctica y un desarrollo cognitivo interno discriminatorio. Como
se ha podido observar, las habilidades responden a un número específico
de conductas aprendidas que pueden ser enumeradas y cuya ausencia puede
estar definiendo una respuesta de inhibición o tímida. Caballo (1986)
define 13 de ellas: 1)
Iniciar y mantener conversaciones. 2)
Hablar en público. 3)
Expresión de amor agrado y afecto. 4)
Defensa de los propios derechos. 5)
Pedir favores. 6)
Rechazar peticiones. 7)
Hacer cumplidos. 8)
Aceptar cumplidos. 9)
Expresión de opiniones personales. 10)
Expresión justificada de molestia. 11)
Disculparse o admitir ignorancia. 12)
Petición de cambios en la conducta del otro. 13)
Afrontamiento de la crítica. La
falta de habilidades sociales es abordada por una serie de modelos
explicativos: Modelo
de déficit de habilidades sociales:
Explica que hay una carencia de un repertorio conductual y se utilizan
respuestas inadecuadas porque no se han aprendido o se han hecho
inadecuadamente. Aquí están incluidos los componentes verbales y no
verbales que caracterizan la conducta socialmente habilidosa. Modelo
de inhibición por ansiedad:
Plantea que las personas cuentan con conductas habilidosas en su
repertorio, pero están inhibidas o distorsionadas por la ansiedad ante
las situaciones sociales resultantes del condicionamiento clásico. Modelo
de inhibición mediatizada:
Plantea que la inhibición está influenciada por aspectos cognitivos:
evaluaciones distorsionadas, estándares perfeccionistas y autoexigentes
de evaluación, auto instrucciones inadecuadas y expectativas y creencias
irracionales. Plantea entonces como necesario la reestructuración
cognitiva. Modelo
de apreciación social:
Se atribuye la incompetencia a la falla en la discriminación de las
situaciones específicas en que una conducta es adecuada o no. Se debe
tener no sólo el repertorio sino el conocimiento de cómo y cuándo una
conducta puede emitirse. Deben existir además determinadas habilidades
socio cognitivas que permitan interpretar adecuadamente las señales y
mensajes del emisor. Otras
de las formaciones psicológicas que devienen en el proceso del desarrollo
individual una vez surgida la autoconciencia, y que influyen y explican de
alguna manera el por qué existe la timidez, es sin duda la autoestima.
Podemos decir que la autoestima es la abstracción que el individuo hace y
desarrolla acerca de sus atributos, capacidades, objetos y actividades que
posee o persigue, esta abstracción es representada por el símbolo o la
imagen de sí mismo, que consiste en la idea que posee la persona acerca
de ella. Para efectuar tal abstracción el individuo considera las
observaciones con respecto a su propia conducta y la forma en que otros
individuos responden a sus actitudes, apariencia y ejecución. La
autoestima deviene en proceso y se configura por un efecto de múltiples
factores. No obstante, una vez casi constituida (no podemos hablar de una
autoestima acabada, pues se sigue retroalimentando de una cadena continua
de auto percepciones y auto evaluaciones, es decir, que no es rígida,
sino susceptible al cambio y por lo tanto siempre quedará espacio para
que siga siendo afectada) se convierte en una causa para generar o
precipitar estados emocionales, así como propiciar o no la inhibición de
respuestas conductuales y de esta forma también inhibir el contacto
interpersonal. El déficit social es uno de los aspectos más mencionados en la literatura como determinante de una baja autoestima en las personas. La experiencia clínica también ha demostrado que, en último término, las personas que tienen estos déficit interpersonales han construido una imagen de sí desvalorada, manifestándose en lo que realmente denominan inseguridad, no quererse a sí mismos o no valorarse. |
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Puede
concluirse, retomando lo dicho al principio, que en la base de la tríada
timidez-habilidades sociales-autoestima se encuentra el vínculo entre el
sistema de relación y el grado de desarrollo individual alcanzado por el
sujeto, que determinará la problemática de la no adquisición de
habilidades y la baja autoestima. Es
importante aclarar que los déficit sociales no son la única condición o
determinante de autoestima pobre, pero en el caso de los sujetos tímidos
supuestamente sanos (es decir, que no tengan una historia cargada de
conflictos ni de situaciones traumáticas y sin la presencia de algún
diagnóstico psiquiátrico precedente), donde la problemática central sea
la timidez, sí suele ser la principal determinante. Esto se corrobora
cuando encontramos sujetos con una baja autoestima y no manifiestan en
ningún sentido algún índice considerable de timidez. Este hecho
vislumbra una serie de causas que inciden en la autoestima pobre (poco
afecto, maltrato psicológico, ambiente o métodos de sobreprotección,
rechazo, clima o aprendizaje de la minusvalía, etc.) pero a la vez, de
alguna manera nos conduce a pensar que la misma, etiológicamente, no es
la base inicial del proceso de configuración de la timidez: es decir no
revela su esencia etiológica, sino que timidez y autoestima son dos
cualidades que han surgido, en el caso del sujeto tímido, por una misma
causa, el déficit de habilidades sociales, y esto producto de la relación
explicada al inicio. Esta
explicación etiológica del fenómeno da respuesta a las interrogantes de
la conducta del tímido: ¿Qué esconde? ¿Qué trata de ocultar? ¿Qué
gana con ella? Desde estos puntos de vista pudiéramos responder que el tímido
esconde su incompetencia, su inhabilidad. Prefiere evitar y esconderse
antes que otros descubran su ineficacia o el no dominio de algo, a la vez
que con el tiempo puede crear mecanismos de ganancia al exteriorizar esta
conducta de retraimiento que permita su estabilidad. Aunque
muchos autores consideren que es la carencia de habilidades la condición
básica sobre la cual se construyen los otros aspectos, podemos valorar
esta relación como que dista de lo sencillo y unidireccional, porque una
vez configurada una baja autoestima se constituye en causa de la aceleración
y acentuación de la problemática de la timidez, convirtiéndose en un
proceso que se auto perpetúa y configurando una relación compleja y
bidireccional. Esto en el sentido de que la timidez se “carga” de
matices negativos cualitativamente nuevos si se conoce la influencia
negativa de la autoestima pobre. Es por eso que para comprender cómo se
va construyendo la timidez, hay que detenerse en el proceso, su naturaleza
y su dinámica, las estructuras que van surgiendo, el sentido que estas
tienen y cómo el sujeto las emplea. A
través de este análisis que concibe a la timidez como una realidad
procesal configurada a través de un desarrollo y en un tiempo, pudiera
quedar la duda de que la timidez temprana (primeros años) no sea en
esencia timidez. Sin embargo, mientras haya respuestas de inhibición y
cierto temor, existe básicamente, por lo que se hace necesario abordarla
desde la perspectiva de niveles: es decir, en la infancia hay un nivel
específico que no determina el futuro de la cualidad psicológica en
formación, pues quien lo define (lo elimina o termina configurándolo) es
el contacto y el vínculo activo con la realidad relacional. En
estos momentos pudiera quedar un punto que suscite dudas, relacionado a
los aspectos que integran la timidez como formación psicológica: lo
conductual, lo afectivo y lo cognitivo en el sentido de que la timidez
existe como una integración de estos procesos. La realidad fenomenológica
de la timidez (mucho más rica y trascendente a nuestro análisis que nos
obliga desafortunadamente a separar para descubrir esencias) demuestra que
hay una unidad de estos tres elementos. Lo que inmediatamente afecta al tímido
en el orden de la experiencia, no es exactamente la conciencia de su
carencia en la mayoría de los casos, sino la vivencia de estados
afectivos perturbadores y cogniciones que por su naturaleza irracional
inhiben el comportamiento. Es por eso que cabe una interesante pregunta:
¿Por qué privilegiar en el caso de un fenómeno tan complejo como la
timidez a la conducta (presencia o no de habilidades) como esencia etiológica,
cuando a primera vista esta se nos presenta más bien como algo
superficial y hasta cierto punto de vista externo? Para
responder a esto reiteramos, teniendo en cuenta que nuestro objeto es
subjetivo y plurideterminado por disímiles elementos, que el tener que
llegar a una conclusión en el orden de cuál es la causa inicial, puede
en un momento determinado no ser lo más pertinente, dada la complejidad
de la historia personal, la constitución individual y la situación
actual con sus particularidades. Sin embargo, teniendo en cuenta que
estamos abordando la génesis de un fenómeno en sujetos supuestamente
sanos, creemos que desde la perspectiva de la conducta es explicable
su manifestación. Falta de habilidades en primer lugar, porque la emoción
y muchas cogniciones tienen una base funcional y objetivo dado en este
caso por fracasos repetidos, por desconocimiento no sólo de lo que hay
que hacer en los diferentes intercambios interpersonales, sino también de
la forma en cómo se hace y del contexto adecuado para ejecutar las
conductas. Consideramos además que la timidez es un proceso que se
aprende, que es resultado de influencias genéticas y constitucionales,
pero más que eso es fuerte devenir de experiencias, de conductas no
aprendidas que al condicionar fracasos van generando ideas falsas y
emociones caracterizadas por ansiedad, construyendo en el tiempo la
timidez. Transcurre paralelamente a la formación de otras cualidades
psicológicas que una vez configuradas la mediatizan (autoconciencia,
autoestima). Sus esencias están relacionadas con pobreza en la inserción
de numerosos ambientes relacionales y por tanto con imposibilidad de
desarrollo de los consiguientes procesos cognitivos y afectivos que
pudiesen incidir en la configuración de una cualidad psicológica
diferente en característica a la timidez. A pesar de que la conducta, per
se, no explica un fenómeno tan complejo como este (la dinámica intrapsíquica
que trae aparejada, los estados psicológicos que desencadena, las ideas y
creencias que fomenta -puesto que fue creada para resolver un conflicto,
cumplir con un objetivo e insertarse en un mundo de relaciones donde puede
ser censurada, rechazada y castigada) sí permite reconocer que es sobre
esta base donde esencialmente puede explicarse el por qué de la
timidez. Conclusiones -
La etiología de la timidez está localizada en el continuo mayor-menor
repertorio de habilidades sociales (conocimiento, aplicación y contexto),
producto de una relación inicial entre el sistema de relaciones y el
grado de desarrollo individual, situación a la cual se integran
inmediatamente la ansiedad y las cogniciones creadas desde los momentos
iniciales e intermedios en el proceso de configuración de la misma. -
La timidez es una cualidad psicológica básicamente aprendida, no sólo
porque sus esencias están estrechamente vinculadas al intercambio
interpersonal; sino porque es a través de la historia individual que
puede establecerse (como rasgo de la personalidad o estado psicológico),
o simplemente ir desapareciendo. -
La autoestima (en el caso de la persona tímida) surge por la ausencia de
habilidades sociales, pero una vez formada, incide negativamente sobre la
timidez, exacerbándola. -
La timidez es una cualidad psicológica que tiene completa relación con
lo conductual, porque es sobre esta base donde se estructuran los demás
componentes de la misma. Bibliografía |
Dr. Félix E. F. Larocca
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