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La dieta para adelgazar: Una injerencia inaceptable |
Hace
unos veinte años que se lanzara en los Estados Unidos de Norteamérica la
campaña más ambiciosa para alertar al público de los peligros
inherentes a la obesidad, que entonces se estimaba afligía como víctimas
a un estimado 25% de la
población adulta.
Simultáneamente,
dos epifenómenos adquirieron visibilidad durante ese período histórico:
La proliferación de “métodos” dietéticos que “aseguraban”
resultados quiméricos y el advenimiento de las disorexias con sus
resultados nefastos para sus víctimas y para los familiares de las
mismas. Las disorexias, por supuesto siendo: La anorexia nervosa, la
bulimia nervosa, la obesidad y la dieta indiscriminada para adelgazar. Hace
pocos meses que se reportaran hallazgos sorprendentes en su naturaleza en
ese país norteamericano. Los
ciudadanos habían abandonado al unísono, y sin preámbulo, el consumo de
las comidas dietéticas, tornándose en consumidores conspicuos de las
comidas grasosas, las comidas sabrosas, las comidas engordadoras y de todo
aquello que hasta hacía poco tiempo fueran considerados tabú. Más
sorprendente aun sería el hecho, que simultáneamente, la industria dietética
norteamericana estaba siendo blanco de investigaciones por miembros del
congreso por el fallo demostrado en cumplir sus promesas, y por haber
estado envuelta en actividades fraudulentas, decepcionantes y negativas
para la salud (y el bolsillo) de las “víctimas” (palabras de un
congresista) a quiénes pretendían servir... en lugar de servirse de
ellos... La
semana pasada, un reporte apareció en varios periódicos estadounidenses
describiendo el hecho paradójico, de que el americano, yéndose a las
dietas, no sólo no perdió peso alguno, sino que el porcentaje de los
obesos saltó del 35% al 66.4% en los últimos diez años.
Muchos de los programas dietéticos, los cuales el año pasado
ganaron 66 mil millones de US dólares han comenzado a sentir la presión
pública de sus críticos en el congreso de los Estados Unidos y en la
clase médica responsable. La
pregunta es: ¿porqué un plan tan ambicioso como lo fuera el de eliminar
la obesidad universal en Norteamérica resultó en un incremento mayor en
la incidencia y en la frecuencia con que se detectaría la obesidad? ¿Por
qué, para algunos, desató la epidemia de la anorexia y de la bulimia
nerviosa que les costaran las vidas a tantas mujeres jóvenes, y hoy que
les arrebatara la felicidad a tantas otras? Aquí
se contesta, la pregunta, de este modo. Como ya habrán aprendido quienes
sigan esta columna regularmente. Ponerse a dieta crea un estado
conflictivo en nuestro cuerpo, en centros los cuales no están sujetos a
nuestro control volitivo. Como
resultado, el cuerpo “interpreta” la restricción alimenticia como
evidencia de una crisis en ciernes; preparándose para ello, efectuando
cambios fundamentales, como es mejorando el metabolismo, resultando en la
acumulación más rápida en forma de grasa de los alimentos consumidos.
Estos cambios resultan en la obesidad ya que empíricamente todos sabemos
que la “dieta de yo-yo” resulta
en ganar el peso... más peso sube cada vez que lo baja... porque cada vez
subirá más... En
las anoréxicas, el cuerpo, no tiene la oportunidad de superar las
defensas estoicas y espartanas erguidas por mujeres cadavéricas y ascéticas,
cuyas distorsiones psíquicas son controladas por la inanición presente
en ellas. Resultando en un atasco físico y mental que puede resultar en
daños permanentes y aun en la muerte. En
las bulímicas, el hambre mina la decisión de no comer y sus víctimas se
encuentran atrapadas en un círculo vicioso que puede encapsularse
felizmente en las palabras de una paciente joven a la que vi hace unos
meses en los Estados Unidos: “Jartura-purgar-jartura-purgar...
para siempre”. Pero esto también puede resultar en daños a una
variedad de órganos como asimismo, puede resultar en la muerte. Mientras
que todos (bueno, casi todos) siguen engordando. En
resumen:
La
dieta para adelgazar no es efectiva, ni tampoco es buena, ni saludable. No
crean a alguien que les prometa que les puede “ayudar” a perder unas
libras, eliminando lo que normalmente debe ser consumir y pasando el
hambre. Las
pastillas de dieta, y las comidas dietéticas son malas para la salud. Los
gordos no sufren de hipotiroidismo (como tantos dicen)... los gordos
sufren de una autoestima disminuida por el hecho de que nadie les ha
podido ayudar a perder la gordura. Gordura, la que sufren como víctimas
de los efectos de esa cuarta disorexia: LA DIETA. Bibliografía US
Center for Disease Control Newsweek Revista Rumbo |
Dr. Félix E. F. Larocca
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