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Bebés el peligro de la obesidad 
Bebé gordito no es igual a bebé sano, aunque muchos nos digan que sí…

Dr. Félix E. F. Larocca

Mientras el Tercer Mundo se muere de hambre, los países industrializados se dirigen hacia una sociedad predominantemente obesa. Los más pequeños no permanecen ajenos a este problema, y se sabe que sobre un 35 por ciento de la población infantil tiene sobrepeso. Los hábitos están cambiando, el sedentarismo, la televisión y la comida “rápida” (fast food) son algunos de los elementos que contribuyen a esta situación alarmante.  

La obesidad, un padecer

La obesidad crece a un ritmo frenético en los países industrializados y se convierte así en una epidemia del siglo XXI.

En nuestra sociedad persisten una serie de tópicos que deben pasar al olvido, como es relacionar a un “bebé gordito” con un “bebé sano”, o pensar que la gordura desaparecerá cuando el niño crezca. La obesidad, o exceso de acumulación de grasa, debe evitarse desde los primeros meses de la vida e, incluso, hay que controlar los hábitos alimentarios desde que el niño está en el seno materno --- o aún antes del nacer, como ya tantos proponen.

La edad de aparición de la obesidad infantil, en casi la mitad de los casos, es antes de los dos años. Cerca del 80 por ciento de los adolescentes obesos padecerá este trastorno en la edad adulta. Entre las consecuencias que se derivan de ella se encuentran el incremento de la mortalidad por enfermedades cardiovasculares, diabetes, hipertensión, hipercolesterinemia, enfermedades del comer o inadaptación social.

Estados Unidos encabeza la lista de países con mayor índice de personas con obesidad, hasta el punto de que este problema amenaza con superar al tabaquismo como causa principal de muerte. Según los últimos estudios, un 65 por ciento de la población estadounidense sufre de sobrepeso o es obesa, lo que supone un gasto de 117.000 millones de dólares en costos médicos de este país y en pensiones, debido a las enfermedades que provoca.

El resto de países desarrollados sigue los pasos de Estados Unidos y los niños no se escapan de esta espiral de sobrealimentación. En el XIV Congreso Internacional de Pediatría, con un millar de especialistas de más de 150 países, se llegó a una conclusión alarmante: un tercio de los niños del mundo son obesos.

Los niños que padecen obesidad no pueden llevar la misma ropa que el resto de sus amigos, no consiguen realizar las mismas actividades físicas y se ven sometidos a las burlas de los demás, lo que lesiona significativamente su autoestima.

Los niños hacen menos deportes y, en general comen mal, lo que resulta en serios problemas para todos con quienes el niño convive.

Según nuestra experiencia, la causa de la obesidad infantil, con que hoy contamos, son los hábitos sociales y la falta de estructura en el hogar cuando viene a lo del comer. El niño, actualmente, hace menos ejercicios aun en el colegio y, cada vez pasa más horas frente a la televisión. Hay un porcentaje muy alto que ve dos horas de televisión al día, algunos hasta cuatro, y a esto se suman las videoconsolas y los ordenadores.

Por otro lado, los hábitos alimenticios han empeorado, se han abandonado las comidas tradicionales y se ha instaurado la cultura de la comida rápida. Ir a merendar una hamburguesa es siempre malo, porque no puede ser que un niño consuma en una sola sentada 2000 calorías cuando planea comer más en el transcurso de la misma jornada.

Con respecto a qué se hace cuando el niño ya es obeso. Hay que enseñar a los niños a elegir y a examinar los alimentos. El secreto está en estructurar la alimentación. El adulto acude por convicción a adelgazar, algo que implica participación, sin embargo, el niño tiene que colaborar y no está, a veces, bien preparado para la labor. Lo que quiere es seguir comiendo dulces y chocolates a los que los padres y familiares cercanos lo acostumbraran.

Siempre ha existido la asociación, equivocada, entre gordura en los niños y la buena salud --- esta creencia, por supuesto es totalmente falsa: hay que crear un hábito alimentario correcto desde los primeros momentos de la vida del bebé. La prevención de la obesidad del niño debe partir desde que la madre sale embarazada. No debe de empujársele comida a la madre en gestación con la excusa baladí de “come por dos” --- ¿dos qué?

Los genes pueden expresarse o no en relación al ambiente que tengan alrededor. Por ejemplo, si analizamos a dos hermanos gemelos vietnamitas, con los mismos genes, uno se queda en Vietnam y al otro lo adoptan unos norteamericanos, el segundo se puede poner gordísimo mientras que el primero será muy delgado, básicamente, porque no le dan de comer en exceso. En los últimos veinte años el aumento de la obesidad en los países desarrollados ha sido enorme --- es cierto que se están expresando algunos genes, funcionando en tándem con malos hábitos sociales.

                                        

                                            254 libras con siete años…

En las familias en las que el padre y la madre son gordos, el niño tiene un 50 por ciento mayor de posibilidades de ser gordo. Si la madre es gorda y el padre no, las probabilidades siguen siendo altas, mientras que si sólo lo es el padre, las posibilidades de que el niño sea obeso son menores. Esto es así, porque el embarazo de la madre, sus hábitos alimenticios y la vida intrauterina del feto son factores que cuentan.

Hay elementos en relación al número de hijos: un hijo único tiene muchas más probabilidades de ser gordo (los padres están muy preocupados con ese hijo, y el aumentar la cantidad de comida parece que les asegura a todos que  el niño esté más sano), así como el último hijo de una familia de seis hijos (son tantos, que el menú es el mismo para todos y no siempre será el adecuado para su edad) e incluso interviene el hecho de que los padres estén divorciados --- como hemos visto en casos donde el papá forzaba el azúcar, a un niño que no debía comerlo, lo que hiciera tan solo para molestar la mamá --- porque la comida, entre otras cosas, puede ser esgrimida como arma destructora.  

Por otra parte, cuando crecen los pequeños, empiezan a practicar los deportes con sus compañeros y,  muy pronto, el niño obeso no resiste y nadie vuelve a contar con él en el juego. A las niñas igual les sucede, cuando son un poco más mayores, las amigas ya no le llaman para ir a la discoteca. Se van quedando en casa y,  cuanto más se aíslan en el hogar,  más comen, más televisión ven, más depresión sufren y así se perpetúa el ciclo.

En la mayoría de los casos, en la obesidad existen factores emocionales que condicionan la reducción de la ansiedad por el uso de las golosinas. Consciente o inconscientemente sustituyen con la comida algunas de sus carencias emocionales. Por ello, a la hora de tratar a un niño que sufre obesidad, hay que estudiar asimismo el ambiente familiar y escolar que le rodea --- teniendo muy en cuenta su estado de desarrollo físico, ya que una dieta estricta puede causar a niños, en su desarrollo incipiente, daños inconmensurables.

Algunos padres reconocen que no someten a sus hijos a tratamientos contra la obesidad por miedo a que el niño se preocupe demasiado y termine siendo víctima de algunos trastornos relacionados con el comer, específicamente la anorexia y la bulimia.

El hecho muy claro es que hay que tratar la obesidad como una enfermedad multifacética, y no sólo como problema estético. Por ejemplo, existen niños obesos de seis ó siete años que ya sufren de la hipertensión, diabetes e hiperlipidemia --- complicaciones, vistas con frecuencia en los adultos, que pueden persistir toda la vida.

Las costumbres alimenticias se forjan desde los primeros meses de la vida,  por ello hay que hacer hincapié en esta época. Por igual razón es más recomendable la alimentación mediante el pecho materno en estos primeros meses, así el niño consume sólo lo que necesita, se auto-regula, mientras que con el biberón se tiende a alimentarlo de más porque se administra una cantidad ya marcada --- a veces, arbitraria y excesiva.

Después, es importante, entre otras pautas, determinar el horario de las comidas, el lugar, la forma de masticar y señalar un tiempo para que el niño coma despacio. No es recomendable acostumbrar a los niños a premiarles con dulces o golosinas por su buen comportamiento y, otra de las tareas de los padres y educadores, además de imponer una dieta equilibrada, es promover el imprescindible ejercicio físico.

El ejemplo es de importancia especial, como más adelante veremos cuando revisitemos el caso de Melania.

Si el niño ya es obeso, los padres deben acudir en busca de ayuda médica y experta  especializada porque no sólo está en juego la salud actual de su hijo, sino también la del niño en el futuro.

El caso de Melania nos asistirá en esta encrucijada, como ya lo ha hecho en otras ocasiones.

¿Recuerdan a Melania, la de la Lección Temas de Neurociencia: La Obesidad y las Disorexias?

Sabemos en detalle la trayectoria por Melania recorrida cuando se imprimiera en el artículo que arriba mencionamos.

Melania pertenecía a una familia donde la comida adquirió un lugar de importancia inédita. Comían frenéticamente y sin pausa. Los banquetes que ensamblaban eran famosos por la variedad, la cantidad y por el sabor exquisito de los manjares. Con la excepción de una sobrina lejana todos en la familia eran obesos o súper-obesos por definición y apariencia.

Melania, como ha sido demostrado en otros estudios, comenzó su desarrollo puberal a una temprana edad. Cuando se transformó en mujer en el sentido biológico, sus instintos básicos reproductivos y de nutrirse encontrarían residencia en el cuerpo de una muchacha impulsiva, con ansiedades irrefrenables y con tendencias hedonísticas. El resultado sería, como ya sabemos, la obesidad, la dieta restrictiva, la inanición, la bulimia, el abuso de laxativos y el caos hipotalámico en descontrol absoluto.

Muchas niñas y niña corren en sus vidas un curso paralelo al de esta infortunada mujer.   

En resumen

El mejor remedio para la obesidad, es la prevención…

Bibliografía

Dubois, S. and Hill, D. E: An examination of factors believed to be associated with infantile obesity American Journal of Clinical Nutrition, Vol 32, 1997-2004

Dwyer, J.T., Heald, F. P, Larocca, F.E.F., and Sidbury, J.: WHEN A CHILD IS TOO FAT, Patient Care, March 15, 1974. Vol. VIII, # 6, Pp. 158-76

Owen, C. G. and Martin, R. M: Whincup: Effect of Infant Feeding on the Risk of Obesity Across the Life Course: A Quantitative Review of Published Evidence Pediatrics, May 1, 2005; 115(5) 1367 – 1377

Rosenbaum, M. and Leibel, R. L: The Physiology of Body Weight Regulation: Relevance to the Etiology of Obesity in Children Pediatrics, March 1, 1998; 101(3): 525 – 539

Frisch, R. E: Female Fertility and the Body Fat Connection (2002) University of Chicago

Para un archivo didáctico excepcional recomendamos: Entérate como se produce la diabetes www.rhvida.com

Dr. Félix E. F. Larocca

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