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Así es cómo pensamos y así es cómo sentimos Dr. Félix E. F. Larocca |
Aunque la neurociencia
no pretende determinar todo lo que se conoce como proceso de pensamiento
“normal” y, aunque todavía no se aventura en las áreas difíciles en
las que lo hicieran, sin entenderlo, los arquitectos del DSM-III --- A
saber, Robert Spitzer y sus compinches --- No obstante y, con frecuencia
inusitada, a menudo esta disciplina profesa explicar la naturaleza íntima
de nuestros procesos cognitivos y emocionales, como igualmente pretende
hacerlo DSM-ETC. La neurociencia así lo
hace, porque ha reconocido que, desde que los “seguidores de Kraepelin”
en La APA (Asociación Psiquiátrica Americana) trastornaran, de manera
arbitraria, el método diagnóstico, bien establecido que por mucho tiempo
existiera. Convirtiéndolo a su vez, en una parodia de “categorías”
--- que ahora, para entenderlo, es preciso hacer uso de nuestros
conocimientos humorales y anatómicos si es que vamos a lograr concebirlos
mejor. Lo que, a pesar de todo, aún no alcanzamos en su totalidad. |
Freud había anticipado
la situación actual en alguna mesura cuando concibiera su Proyecto
para una Psicología Científica, el cual fuera imperiosamente desdeñado
por el famoso Robert Spitzer en su ambición desmesurada para lograr el
dominio del pensamiento psiquiátrico mundial. Convirtiéndose, al
hacerlo, en testaferro impenitente de los intereses creados y de las
industrias farmacéuticas. En ese propósito de
ambición desmedida, Spitzer obtuvo la fama de convertirse en el
psiquiatra más poderoso del pasado siglo y, para muchos otros, en el más
vituperable. Logros que han
sobrevivido hasta hace muy poco, en la estructura controvertida de DSM-IV,
ya que su casa de naipes se está desmoronando a velocidad vertiginosa.
DSM bajo sitio…
Hoy se cree que la
división de labores cerebrales pueden esclarecer y estereotipar, los
conflictos religiosos, los orígenes atávicos del racismo y aun del diagnóstico
–-- lo penúltimo muy en boga en las primarias presidenciales de los
Estados Unidos. Adivinando el
pensamiento ajeno y rubricándolo como categoría clínica. ¿En qué piensas? Parece ser posible, que
para establecer lo que opera en la mente de otros, áreas distintas de
nuestros cerebros se hallan involucradas específicamente, cuando se trata
de adivinar lo que los demás, en realidad,
piensan. ¿Cómo sabemos con certeza lo que otros piensan? Para explicar esta pregunta, investigadores sugieren que nosotros usamos las mismas regiones del cerebro que otros utilizan, siempre y cuando la persona a quien juzgamos sea similar a nosotros. |
Montaña de las Cruces. Lituania. |
Pero, cuando tratamos
de adivinar las opiniones y los sentimientos de otros --- que no sean como
nosotros --- la misma región cerebral no se involucra, como demuestran
los nuevos conocimientos. Esto puede significar que nosotros podemos caer
en el vicio de estereotipar --- potencialmente adoptando, como si fuesen
nuestras --- las causas de tensiones sociales como lo son el racismo, las
categorías diagnósticas y los prejuicios religiosos. Es lo mismo que logramos hacer cuando pensamos en términos clasificatorios. Si se trata de la ansiedad, por ejemplo, lo que nos guía no es la evidencia científica, necesariamente, sino lo que nuestros prejuicios nos dictan. |
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Las intuiciones Desde que habitáramos
el período paleolítico, hemos utilizado nuestras intuiciones para tratar
de establecer las ideas y los pensamientos de nuestros semejantes. Si sus
pensamientos nos son congruentes, decidimos que son cuerdos; pero, si se
alejan de los nuestros, pensamos que no lo son. Indudablemente, que la
capacidad de deducir lo que otros piensan constituye una facultad social
poderosa y útil. Así lo es porque carecemos de métodos que nos permitan
“observar” fidedignamente lo que piensan e intentan hacer, con
nosotros, los demás. Entonces, es válido
preguntarse: ¿Cómo podemos descifrar con certeza lo que otros de
nosotros piensan y cuáles son sus intenciones ulteriores? La respuesta no es
particularmente simple, ya que depende en el hecho de poder identificarnos
con lo que la otra persona reflexiona. En otras palabras en cómo la otra
persona repercute en sus pensamientos con los nuestros. Algo que puede
extenderse, a cómo reaccionamos a la idea de estar en una cola esperando
turno para comprar un boleto, o a cómo respondemos a cierta religión, o
forma de arte. Gustos similares. Los
investigadores que trataron de evaluar estos aspectos de nuestras mentes,
estudiaron una región del cerebro llamada la corteza pre-frontal
medio-ventral (CPMV). Región que se ha establecido, se involucra en las
reflexiones que hacemos acerca de nosotros mismos. Por ejemplo, si nos
preguntan si nos gusta en fútbol, esta región se activa en proporción
relacionada a lo que pensamos. Y, si nos preguntan si estamos ansiosos, la
región se activa de manera similar.
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Yendo más lejos, para
determinar lo qué sucede cuando evaluamos las opiniones de otros, los
investigadores introdujeron jóvenes voluntarios, a fotografías acompañadas
de descripciones de personas que eran similares y disimilares a ellos.
Luego, formulando una serie de preguntas de complejidad progresiva, tratarían
de anticipar la congruencia de las respuestas obtenidas. La conclusión fue la
siguiente: “Percibimos a quienes se apartan de nosotros como siendo
seres menos humanos que nosotros mismos.” Por ejemplo, la
actividad del CPMV era idéntica cuando las personas encuestadas pertenecían
a grupos similares entre ellos en todos los respectos. No sería sorpresa que
las preferencias estaban ligadas a la aceptación de otros. Quizás esto
puede ser otra expresión del fenómeno de la empatía. Dónde encontramos los
conflictos sociales. A pesar de que las preguntas en el estudio fueran deliberadamente apolíticas, los experimentos lograron esclarecer la presencia de conflictos sociales entre grupos de personas que se consideraban diferentes entre sí. |
De esa manera estrecha
y limitada procedieron los forjadores del DSM bajo la astuta dirección de
Spitzer. Es muy plausible que así
sea, ya que estamos acostumbrados al uso de estereotipos para juzgar a
quienes sean diferentes a nosotros. De que este estilo de pensar sea útil
o sea perjudicial, a largo plazo, es otro asunto. Para expandir el campo
de sus pesquisas los investigadores han envuelto a un número mayor de
personas que están en conflictos de manera abierta. Así avanzaría DSM-I a
DSM-IV-R. Para los grupos demográficos
los investigadores utilizaron los palestinos, los israelíes, los persas y
los negros. De esta manera ellos esperaban adquirir mayores conocimientos
acerca de las actividades neurológicas que determinan nuestros prejuicios
y valores. En la psiquiatría,
fueron los psicoanalistas y los fenomenólogos los que serían
antagonistas. Pero, lo que es básico
para nuestra especie, es lo que nos hace sentirnos iguales a otros y
aceptados por un grupo homogéneo. De esa manera irracional procedió el
asunto del diagnóstico psiquiátrico en manos de los que revisaran DSM-III
con su mariachi de charros. Precisamente, eso fue lo que sucedió cuando en el año 1957 el grupo de Robert Spitzer y Don Klein, entre otros, procedieron a desmantelar lo que se aceptara como DSM-II reemplazándola con DSM-III --- un armatoste producto de su imaginación frívola, borrando todo lo que significara psicoanálisis de su estructura final. |
El diagnóstico en la
psiquiatría cambió para siempre y lo hizo para su maleficio terminal. Recuerdo al infortunado
Steven Freeman --- reportero errabundo, entonces, de G
Quarterly. Quien una vez, conmigo y otros colegas, contemplado la
nieve fresca recién caída en Forest Park, observaba: “Es sucia y
apestosa” --- mientras que el resto pensara que ésta fuera bella y límpida
a la vez. Así pensamos… Y, así
lo haremos sin necesitar la neurociencia de Steve o la “sabiduría”
sagaz de Robert Spitzer. DSM, mientras tanto,
agoniza… Bibliografía
|
Dr. Félix E. F. Larocca
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