Veintiocho |
Este minúsculo chorreo de agua desde el techo de menta. La huerta calva. El acordeón desnudo. El guerrero escalón. La inmóvil semifusa en las
manzanas. El gato en la frutera. Un frunce que chinguea las cortinas. De pronto una vitrola despierta a la perrada. No
era astucia francesa. Esa
estridencia ensalivo la calle. Y
un pelotón de boinas parisinas fue
manjar de rastreros paladares. Los domadores vuelven al tedio
amputador. Yo recorro persianas como pestañas. Camino por los rostros intermedios del salón interior.
Por la entraña verbal de las paredes.
Estoy en el ombligo de Simone Valadon
Su matiz heridor. Sus
camafeos. Los
cuadros de su madre. Estoy
en el acuario de su pájaro hervido. La
claridad abierta de su boca. Esta
es su casa. Su
reloj cabecea con el péndulo alerta. Observador
de intrusos. Estos
son sus rincones. Su
paleta quemada. Talvez. La pequeña azotea de su frente. |
Cristina Landó
de Recuerdo de Guerra
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