Las heridas se estiran
como patas de gallo hacia las sienes.
Este diamante corta
con malicia de escarcha
los tesoros robados.
Me distraigo de la pirotecnia.
Die dicke Berta llegará al tendero.
No medirá la cintura de Ruth
con su centímetro de azafrán.
Mis oídos disponen del refugio
Donde se congregan los bueyes tachados.
El amor se ausenta
con su merengue de pastosa tibieza.
La infantería viaja con violas apagadas.
Los campesinos silban el concierto.
Los muslos se levantan de la siesta.
Se desperezan en sus comisuras
de amarillo cremoso.
Y los molinos salen de sus camisetas.
Los testimonios pactan con espías
la herejía del adiós familiar.
Esta parte del mundo,
conmovida por los abandonos
baja la cabeza.
Pestosa multitud.
Los gusanos retozan en su panza
y mastican el show letal.
Subió el abismo.
Nadie supo dónde quedó su mesa.
El Blanco Vaticano
fertilizó
La Santa Comunión de los polacos.
Era un gran cáliz con la cruz cambiada.
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