Quince |
Soy
Simone Valadon. Este
es mi traje y mi estado de gracia. Me
despapela el viento más
que las SS cuando
escupen charoles en mi estómago. Retuercen
mis costillas como
si revolvieran sus pecados. Los
caballos de yeso de sus botas desencajan
mi pulpa. Ensucian
mi garganta con su semen de raza. Culebras
de madera rajan mis intestinos. Ese
grupo de fieras no
acaricia la luna del ropero materno. Los
perfumes floreados de la sopa. El
vino redentor. El
pan ahijado. Se
borraron sus nombres de la escuela. Los
domestican cóleras ajenas que
repentinamente se hacen propias. Me
hundo en la copia de lo semejante. Me
aferro a la vasija por
no caer en el faisán hostil. El
aire masacrado llega en blusa. Va
hacia los manantiales de las plumas. Me
alimenta de grutas y de frutas. Plancha
el mantel de las conversaciones. Palpa
el ombligo de los entresueños. Pongo
mi voz afuera. Muerta
la sintonía. No
hay palabra disfraz. El
pelotón de tigres ablanda
la chaqueta y
mete en el bolsillo de la fuga su
funeral. Mi
madre dijo un día: el
almohadón pintado es
la tapa del cofre de Renoir. Y nunca más la vi. |
Cristina Landó
de Recuerdo de Guerra
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