Voy a traer la dulce companía
hasta mi vientre herido.
Tomaré un puñado de playa entre mis manos
para bañarte en mis océanos dormidos.
De rayos cristalinos de sol, de mariposas,
crisparé tus trasnochadas utopías
hasta el hartazgo posible de tu triste melodía,
petenera mortal, dulce canto de sirena
que embistes violadora contra el alma mía.
Soledad, angustia y miedo
en la sórdida espera de camas aún tendidas
y dolor gastado en el cobarde rostro de copas vacías
habitan en tus calles donde fluye la vida.
¡Oh callada ciudad de la poesía!
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