Hombre que supo tener problemas con el rancho, aura que dice, Pan de Dios Roseto, el casáu con Nicotina Brulete, una mujer que tenía una cabellera como el oro, por lo poco.
A Nicotina la conoció en el velorio de Colchoneto Pilón, que tuvo la muerte de la milanesa cuando la mujer lo dejó frito con el sartén. Parece que el hombre estaba dormido, la mujer le vio un mosquito en la frente, y pa no despertarlo con una cachetada, que queda tan feo, le descargó un sartenazo.
Después al sartén había que usarlo al revés porque le había quedáu el fondo del otro láu, y al marido hubo que velarlo con el mosquito en la frente porque no se lo pudieron borrar con nada.
En ese velorio fue que Pan de Dios conoció a Nicotina, justo a tiempo pa evitarle un papelón. La china había sentido decir que en los entierros a los difuntos se les tira unos terrones con la mano, y como ella no iba a poder ir al entierro, se los quería tirar en el velorio, pa cumplir.
Pa evitar el terronazo, Pan de Dios le agarró la mano y ya que estaban siguieron haciendo manito.
A los dos días, mientras se sacaban la tierra de abajo e las uñas, él le habló de casamiento. Ella le acetó loca de la vida y hasta comentó:
-¡Quién me iba a decir que pa encontrar la felicidá hacía falta en este pícaro mundo un mosquito y un sartenazo!
Cuando se arreglaron, Pan de Dios se acordó que hacía tiempo que quería sacarse un gusto, y fue y se lo dijo.
-Hace tiempo que tengo ganas de sacarme un gusto.
Ella se lo quedó mirando con cara de primero el juzgáu y la iglesia, pero el la desilusionó al decirle:
-Lo que quiero tener, es rancho de cuero.
Le quedó de lo más bonito. Venía gente de lejos pa ponderarle el rancho.
-Lo que tiene el rancho e cuero -decía él-, que es fresco pal verano, calentito pal invierno si le hace fogata adentro, y fácil de distinguir de lejos pa que las visitas no tengan que andar buscando.
El rancho lo estrenó la noche del casamiento. Al otro día, cansáu de haber andáu de arriba pa abajo con las cosas del casorio, durmieron hasta el mediodía. Un sol, que achicharraba.
Lo despertó un ruido de maderas rotas cuando el ropero se hizo astillas.
Miró pa arriba, y tenía el techo bajito contra las narices. Miró pa los costados, y las paredes lo estaban apretando.
La mujer le recordó en un grito:
-¡Pan de Dios, mi gaucho! ¡Hiciste rancho con cuero fresco y con el sol se nos está achicando! ¡Tenía razón mi mama cuando me decía que eras más loco que gato en la bañera...!
-¡Con qué china me casé -gritó Pan de Dios furioso- que se ahoga en un rancho e cuero! ¡Pa que sepa -le dijo- este rancho tiene cierre metálico!
Le corrió el cierre, salieron los dos, y después se sentaron a la sombra de un ombú, y se quedaron mirando como el rancho se achicaba y se achicaba.
Según se comenta, Pan de Dios no quiso saber más nada con aquella mujer, pero ahora, cuando arma un tabaco, le rueda un lagrimón al tener su rancho en la mano. Lo usa de tabaquera.
Don Verídico (Por Juceca) |