El confianzudo |
Hombre
que supo ser asunto pa' la cuestión de tomarse confianza, un tal Anodino
Pertrecho, el casau con Ligerita Latosa, que se conocieron una vuelta que
ella tiró por la ventana el agua de los fideos justo cuando él se
asomaba pa' preguntar dónde quedaba la casa del dentista, porque hacía
catorce años que le dolía una muela y no quería llegar a los quince. Confianzudo,
Anodino Pertrecho, pero decía que lo hacía por tímido nomás. Pa' que
no se dieran cuenta de que era tímido, se hacía el gracioso, y tanto le
sacaba la silla a una vieja cuando se estaba por sentar, como esperaba que
alguno abriera el diario pa' leer y de abajo le prendía fuego con un
yesquero. No era malo, pero tenía eso. Cuando se casó, entró a la
iglesia con patines, que se los había hecho él mismo con rulemanes, y no
había manera de pararlo. Llegaba frente al altar y pegaba la vuelta y al
cura no le daba tiempo ni pa' empezar con los latines. Que al final, el
padre de la novia y un vecino que se ofreció, lo manotearon a la pasada y
lo cazaron en el aire, pa' que no se les patinara. Muy
buscavidas, Anodino, el día del casamiento le regalaron veinte planchas
eléctricas y cuatro a carbón, y pa' la noche las puso en un tablón con
caballetes y las vendió a mitá de precio. A la hora del baile hubo mucha
mujer que planchó. Y una vuelta que cayó por el boliche El Resorte, fue
similar. El tape Olmedo se estaba sacando una espina de tala del talón, y
cayó Anodino y lo primero que hizo, sin saludar ni nada, fue agarrar la
alpargata del tape y tirarla por la ventana pa' fuera. Rosadito
Verdoso, sin saludar ni nada, le reventó un par de higos en la frente. Le
colocó nada más que dos, porque no era la temporada del higo y los tenía
racionados. Pero el que se encocoró, fue al tape Olmedo, y fue y le dijo,
le dice: -Vea
don bobito - le dijo con destrato -, un poco de confianza está bien
porque suele servir pa' dentrar en conversación, pero usté, con el
cuento de que es tímido se está pasando de belinún, así que ahora
mismito me sale a buscar la zapatilla y me la trae y me la pone donde
estaba. Anodino Pertrecho se sacó las semillas de higo de las pestañas,
y sin chistar salió a buscar la zapatilla. Era de nochecita. Lo pájaros alborotaban buscando nido. Las gallinas hacía rato que habían logrado el equilibrio necesario pa' pasar la noche durmiendo en un palito. Anodino buscaba agachado. La alpargata no podía estar lejos de la ventana, pero en lo oscuro Anodino levantaba de todo menos lo que buscaba. Botellas vacías, bosta de vaca alargada con forma de chancleta, de todo hallaba menos zapatilla. Como miraba pa' abajo, perdió el rumbo, se alejó del boliche y lo agarró la madrugada agachado y levantando cosas. Cuando salió el sol, se enderezó, miró así, y vio la alpargata que se iba. No tuvo que correr mucho pa' alcanzarla, porque al tirarla por la ventana había caído arriba de una tortuga, y la tortuga, ya se sabe, es animalito sin apuro. Además, no había ninguna razón para que disparara con una alpargata en el lomo. La tortuga no es bichito rapaz. |
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