Cada palabra
Intensificada en la entraña dolorida
Lleva como intrigante fécula
La risa de dios y el odio confuso
De cada pensamiento.
Cada vez que un alma
se muere de niña
ruega salvajemente un delirio
para que la sinrazón dulcísima del intuitivo
la convoque.
Cada palabra
reconstruida por un sueño engreído del lenguaje
avergüenza la travesía
con que creemos repetir el paso
los deseos o la podredumbre
y terminamos al fin
por extender la limosna
con que solemos prestarnos
a la gracia de los momentáneos.
Cada vez que una palabra,
que se desprende de esa otra forma nombrable
entorpecida de mirar sin la poesía,
se enamora
trova insistentemente un grito
hecho con todo lo tragado del amor
que se oscurece.
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