"Para mi es obvio, como médico, atender a judíos y árabes por igual. No creo que por eso haya que darnos el Premio Nobel de la Paz". |
El
Hospital Universitario Hadassa de Jerusalem, ha sido recomendado como
candidato al Premio Nobel de la Paz. Para su personal, sus médicos y
expertos que trabajan diariamente en sus distintos departamentos, debería
estar claro para todos que lo que ha caracterizado a Hadassa desde siempre
-pero que resultó especialmente notorio durante más de cuatro años de
intifada- es la norma a seguir por cualquier médico, en el mundo todo:
atención profesional a quien la necesite, independientemente de su
identidad nacional o religiosa. Es
por eso que en más de una oportunidad, mientras había israelíes
internados como víctimas graves de atentados terroristas, también
palestinos que habían matado civiles o soldados y resultado heridos en
sus propios atentados, recibían tratamiento. Esa fue la realidad en todos
los hospitales de Israel, tan común ya durante la intifada. Al parecer,
fue esa situación tan singular la que llevó a que alguien presente la
recomendación de la candidatura de Hadassa al Premio Nobel de la paz,
aunque es imperioso aclarar que el comportamiento fue característico
también del resto de las instituciones médicas del país. Pero el rol de
Hadassa al respecto -tanto en la sucursal del Monte Scopus, como de Ein
Karem- fue notorio, por la gran cantidad de heridos que recibió durante
la intifada, debido a la multiplicidad de atentados en la capital. |
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El Profesor Avi Rivkind |
Uno
de los símbolos en este sentido, es el Profesor Avi Rivkind (54),
Director del Servicio de Emergencia y del nuevo Centro de Medicina Urgente
en Hadassa Ein Karem, que ha estado en medio de innumerables situaciones
críticas . Para él, trabajar de esta forma es y debería ser para todos
lo más obvio. Por eso, “Semanario Hebreo” pidió entrevistarle. P:
Profesor Rivkind, usted se convirtió prácticamente en un símbolo
durante la intifada, en medio de la locura que significaba cada atentado y
la llegada de heridos muy graves al hospital.¿Cómo ve ahora la
candidatura al Premio Nobel de la paz? R:
No sé si soy un símbolo de nada. Ojalá sea símbolo de la paz. Estoy
dispuesto a comprar esa idea ya ahora, con o sin Premio Nobel. Que me
pongan palomas aquí en mi oficina y cada día hago volar otra. Estaría
feliz con ello. Es muy halagador y agradable y no todos los días uno es
candidato al Premio Nobel de la Paz. Recordemos ante todo que no es algo
personal mío y si se recibe -destaco el “si”-, el premio no sería
para mi sino de Hadassa, que existe hace mucho, ya 90 años y en todo este
tiempo, no sólo en los últimos años, recibe heridos, enfermos, atiende
a judíos y árabes, cristianos, Protestantes, a todos.¿A quién no se
atiende? Pero creo que eso es justamente lo que debemos hacer. Y por eso
no me parece que recibamos el Premio. P:
¿No le parece que tendrían que haberlos nominado, si todo es tan obvio? R:
Creo que está bien que seamos candidatos. Pero me parece que si yo
estuviera en la comisión que lo decide, no nos daría el premio, porque
creo que eso es lo que debemos hacer. Para mi es obvio. Te digo más.
Estuve hace poco en el nuevo Museo Histórico del Holocausto Yad Vashem,
en Jerusalem. Recuerdo a todos aquellos que oigan o escuchen estas
palabras, que visiten el lugar. Es impactante, impresionante. Pues allí
vi, entre muchas otras cosas, una fotografía terrible. No podía creer lo
que veía. Se ve una escena en la que nazis disparan a judíos en un campo
de exterminio. Un oficial pasa junto a los cuerpos caídos, para
cerciorarse de que están muertos. A su lado, aunque parezca increíble,
hay un médico. ¿Puedes concebirlo? ¡Un médico revisa a esa gente y
dice al nazi si están muertos o no! Y si no están muertos, el nazi les
pega otro tiro y los remata.¿Cómo puede ser algo así? Aquí, eso nunca
va a pasar. Aquí, eso sería inconcebible. Aquí un médico nunca estaría
al servicio del horror. Jamás. Eso aquí no sucedería nunca, nunca,
nunca. P:
Quizás esa es la grandeza, la naturalidad con la que usted dice que esa
actitud, atender a todos por igual, es la que hay que tener. R:
Puede ser. Pues lo tomaremos como símbolo de coexistencia que para mi
debe ser obvio. Auguro a Hadassa y al Estado de Israel que recibamos el
premio. Me alegraría. Todo lo que la comisión Nobel decida, lo
aceptaremos. Imagínate que evidentemente no presentaremos reservas. Pero
creo que lo central es que hay aquí una organización fuerte, buena,
decente, derecha, que trabaja hace 90 años. Quizás lo que nos hace
merecedores del premio, es el concepto de fondo de nuestro trabajo. P:
¿Y cuál es esa concepción? ¿Por qué cree que alguien consideró que
Hadassa es digna de recibir el Premio Nobel? R:
Está claro que a alguien que miraba de costado, le parecía un tanto raro
que gente a la que quieren matar, da tratamiento con dedicación a
aquellos que quieren matarles. Aquí estuvo Hassan Salame, responsable del
atentado suicida en el ómnibus número 18, Qawasba de los que se
encerraron armados en la Basílica de la Natividad en Belén, sin duda un
hombre de Hamas , que estuvo allí herido doce días y quedó internado
aquí nueve meses y salió con vida. De aquí salieron de los peores
terroristas, gente que tenía las manos llenas de sangre sin duda de sus víctimas.
Puede que para algunos eso parezca raro, que en lugar de cumplir lo que
dice la Biblia de que cuando alguien viene a matarte tienes que
adelantarte y matarlo primero, nosotros los tratamos y los sacamos con
vida. Puede que eso suene extraño para algunos. Me resulta difícil
entrar a los zapatos de aquellos que nos recomendaron. Parece que ellos
nos miran de una forma y yo, aunque puedo comprenderlos, lo veo de otra
forma. A mi nadie me preguntó. P:¿Cree
que alguien como Qawasba podría volver a hacer un atentado, después de
los meses que pasó aquí internado? R:
Creo que no volverá nunca a lo de antes. Estuvo en contacto conmigo, vino
a la clínica a control y luego desapareció, ya estaba bien. Pero yo no
tengo duda alguna de que él no salió de aquí tal cual entró. No tengo
duda. No sé si tiene pasaporte diplomático israelí, pero estoy seguro
de que ahora tiene algo en su espíritu de la Tierra de Israel, después
del tratamiento que recibió aquí. Yo no recuerdo a ningún terrorista
que haya vuelto a nosotros a recibir tratamiento por haber resultado
herido de nuevo en un intento de atentado. O que no los agarramos, o que
se escaparon, no sé. Pero los hechos hablan por si solos. Y Qawasba, te
digo que al final tendría que haber recibido sueldo de Hadassa, ya que
cuando estaba mejor y ya podía caminar, andaba por el departamento, sin
problemas y hasta ayudaba a dar de comer a enfermos internados que no se
podían mover. Aquí hay de todos, increíble. P:
¿Usted habló explícitamente con él del tema? R:
No, él no dijo nada. Pero aquí estuvo toda su familia, clanes enteros.
Estuvieron sus hijos, y los hijos de sus primos y de todos. Y todos ellos
vieron cómo estaba cuando ingresó al hospital y cómo estaba cuando salió.
Eso debe impresionar a alguien. Si de todo el clan de cien personas, dos o
tres se sintieron impresionados, hicimos algo. P:
¿Cómo había sido su caso? ¿Recuerda los datos? R:
Claro , recuerdo todo. Qawasba resultó herido en la Basílica de la
Natividad en Belén (en la que se habían encerrado palestinos armados,
requeridos por Israel). Le dispararon y sus compañeros lo introdujeron a
la Iglesia y lo dejaron allí doce días. Cuando al parecer ya no
aguantaban el hedor, lo sacaron para afuera. Soldados israelíes lo
recogieron de allí y lo trajeron a Hadassa. No tienes idea de su estado
cuando entró. Tenía gusanos en el estómago, ya con terribles
perforaciones. Lo operamos varias veces. Estuvo tres meses en cuidados
intensivos. Y todo esto en medio de la intifada, cuando cada cama era muy
importante, no un lujo para alojar al Sr.Qawasba. Y créeme que nadie me
dijo nunca : “Rivkind, sácalo”. P:
Ni dentro del hospital ni las autoridades... R:
Nadie me dijo nada, ni en el hospital ni de afuera. Nadie. También el ejército
podría haber dicho algo, pero nada. A veces, al principio, venían a
cuidarlo, pero luego, cuando ven la situación, nada, se van. De turnos de
dos soldados por vez para cuidarlo, cuando llega, se queda en la nada.
Todos se van, ya no tienen que cuidarlo, como si fuera uno de nosotros. ¿Es
una locura, no? P:
¿Y los demás internados sabían quién era? R:
Todos sabían. A nadie le molestó. P:
Y supongo que tanto entre médicos como entre pacientes, hay de todo en
cuanto a posturas políticas. R:
Hay de todo, izquierda y derecha, extrema izquierda y extrema derecha. De
todo. Hubo un solo caso en el que la gente preguntó, porque quería
comprender quién estaba internado, quién era. Me refiero al adolescente
que atacó a la chica de 23 años de un kibutz en el norte, cuando paseaba
por la Taielet de Talpiot, un viernes de tarde,
con su novio. Ella murió luego -había sido acuchillada- en la
mesa de operaciones. La gente quería verlo, quería saber quién podía
hacer algo así. El tenía 14 , 15 años. La policía lo hirió -no grave-
cuando trataba de escaparse. Querían ver quién era capaz de un ataque así
contra una pareja que pasaba. Fue dramático, un viernes de tarde, un
paseo tranquilo, los atacan, él se escapa, ella muere. Y la gente quería
saber quién hizo eso. Fue la única excepción. Y otro aspecto
interesante es que el jefe del Departamento de Plástica en el que el
muchacho fue internado, era el Dr. Arie Eldad, que hoy es un diputado de
la extrema derecha. Y no dijo nada. Son dos cosas separadas. No hay duda,
el hospital está loco. Quizás todo el hospital tendría que estar
internado en el Departamento Siquiátrico.¿Sabes qué? Quizás deberíamos
recibir el Premio Nobel de Siquiatría (risas). P:
¿Recuerda estadísticas de pacientes árabes y judíos? R:
No, para nada. No me importan esos números. No sé si los hay tampoco. Yo
puedo darte estadísticas sobre el Departamento de Trauma de Jerusalem.
Analizamos lo que pasó aquí entre 1999 y 2003, período que incluye la
mayor parte de la intifada e hicimos un análisis comparativo con 51
centros de trauma de primer nivel en Estados Unidos. Nuestro índice de
mortalidad fue 2.1% y el de esos centros fue de 6.7%. En heridos muy
graves, nuestro índice de mortalidad
es de 11.5% y el de ellos 19.6%. Si esos son los números ¿qué me
importa si los pacientes son judíos, árabes, japoneses o turcos? P:
Eso ya es resultado no sólo de un enfoque determinado, sino de un gran
nivel profesional. R:
Claro , por supuesto. Somos profesionales Y al parecer también trabajamos
con sentimiento. En mi caso, quizás con demasiado sentimiento. Lo que
cuenta es que hay resultados. P:
Supongo que el sentimiento es un empuje cuando se trabaja con gente a la
que hay que salvar, pero quizás en medicina también puede ser un
estorbo, ¿no? R:
Es bueno sentir. Si uno
siente, se al de que es humano. Y esa es una buena forma de empezar.
Cuando uno está en medio de la pasión del hacer, avanza. Y aquí
hacemos, eso es lo que cuenta. Pero también sentimos mucha tristeza. Y
hemos pasado mucho de eso en los últimos a os. Aquí llegó Shiri Nagari,
que resultó herida en el atentado del ómnibus en el cruce Pat de
Jerusalem. Una jovencita hermosísima, impresionante. Cuando llegó aquí
todavía hablaba. Luego de 45 minutos, una hora, murió en la mesa de
operaciones. Tenía los pulmones perforados, su hígado y otros órganos
también. En realidad, no sé cómo es que llegó aquí hablando. Una
chica hermosa, de sólo 21 años. Y después uno tiene que salir a hablar
con la familia y mantener cierta imagen. Hablo y hablo y hablo y un minuto
después, me puse yo a llorar. P:
¿Es más difícil cuando muere gente joven? R:
Para mi no hay diferencia. En realidad yo personalmente tengo un
sentimiento especialmente fuerte y cálido por la gente de edad. Cuando
todavía estudiaba, estaba haciendo el internado, reviví una vez a un
hombre muy mayor, de apellido Cohen. Muchos me preguntaron si me enloquecí,
con la avanzada edad de ese hombre. Pero lo logré y la sensación era
indescriptible. Quedó vivo y hasta lo visité luego en su casa. Es hermosísimo.
Es hermoso cuando alguien vive. No sé qué pasa después, pero sí sé qué
pasa cuando uno está con vida, y cuánta felicidad se da con eso a mucha
gente. Luego, con la muerte, sólo hay un aviso en el diario. P:
Yo sé que usted mantiene contacto con sus pacientes. Hace varios años,
salvó aquí a una joven oficial del ejército, que llegó herida en un
accidente de tráfico. R:
Ziv Mor, dulce, esta semana me vino a visitar. P:
Usted recuerda a todos por su nombre.. R:
Claro que sí. Ziv Mor, ahora está haciendo tratamiento para quedar
embarazada. Ella había resultado herida en un accidente de tráfico. Tenía
22 ó 23 años. En casa tenía una hijita pequeña, de aproximadamente dos
años. Llegó aquí un 21 de mayo hace cuatro o cinco años. Era domingo.
Lo recuerdo como si fuera ahora. Me llamaron, cuando estábamos en medio
de todas las corridas de siempre, y apenas llegué a ella, hizo
“arrest” -paro cardíaco y respiratorio- y contra todas las
probabilidades, abrimos el tórax- lo cual no se hace en general en trauma
total-, apretamos el corazón, como pompeándolo. Luego le operamos el estómago.
Se salvó, pero perdió el bebé. Desde entonces le cuesta quedar
embarazada y ahora la mandé al Dr. Ezra, experto en el tema, le dije que
tiene una misión en la vida, garantizar que ella pueda quedar embarazada.
Veremos qué pasa. Hace una semana estuvo aquí. También está el caso de
Ronit, una policía herida grave en un atentado. Estaba herida en la
cabeza, en el pecho. No lograba quedar embarazada y también la mandé al
Dr.Ezra. Quedó embarazada y está por tener.¿Sabes qué alegría habrá
en ese nacimiento? P:
¿Le ayuda seguir adelante el mantener esa relación personal con los
pacientes? R:
Yo necesito la relación personal. Por eso recuerdo todos los nombres, las
fechas. Soy así. Necesito el toque personal. Puede ser que sea parte de
la atmósfera que yo creo a mi alrededor, que lleva a relaciones de ese
tipo. Muchos factores influyen. Quizás alguien escriba alguna vez una
investigación sobre cómo se trabaja en este sentido. Ya te dije: el
hospital tendría que estar internado en su departamento siquiátrico,
Premio Nobel de Siquiatría. P:
Imagino que cada caso de éstos le confirma que eligió la profesión
correcta. R:
Ah, eso lo tengo clarísimo hace tiempo, mucho antes de la intifada. No
necesitaba la intifada para saber que elegí la profesión correcta. Hace
mucho lo sé con certeza. En el marco de la rotación por diferentes
departamentos, cuando estudiante, ya tenía claro que sería cirujano.
Hace poco me encontré con una enfermera a la que operé una vez y me
recordó que ya cuando pasé como estudiante por Siquiatría, dije que sería
cirujano. Dicho sea de paso, siquiatría fue mi nota más baja. P:
Para usted, como dijo antes, el tema judeo-árabe, desde el punto de vista
médico, es obvio, natural. Afuera, es lo que más llama la atención. ¿Recuerda
la primera vez que tuvo que tratar a un terrorista? R:
No, la verdad que no. P:
Aunque tenga claro como médico que hay que atender a todos, yo preguntaría
si acaso alguna vez le pasó por la mente que estamos en una situación
demente y que no todos en todos lados actuarían necesariamente así. R:
No es algo planeado. Nos vimos arrastrados a esta situación. Todo el
tratamiento de trauma fue concebido para accidentes de tráfico y súbitamente
nos convertimos en los expertos mundiales en explosiones. El pasaje del
tratamiento a heridos en accidentes a víctimas de atentados, tiene algo
muy emocional. Uno se siente muy frustrado. No es fácil. Uno no sabe quién
vendrá en las ambulancias. Se siente miedo. Las familias de todos
nosotros también andan por la calle. Nadie está a salvo. En cierto lugar
creo que también había un desafío especial de salvar a estos heridos,
de mostrar a todos que a pesar del horror y de todo lo que pasa, los
sacaremos con vida. Es una especie de compromiso muy profundo de la
gente, lo cual reclutó a todos. Nunca activamos, por ejemplo, nuestro
sistema de alarma, de llamado a la gente. Había un atentado y todos
llegaban solos, por su iniciativa. Yo no sé que nadie haya pedido más
dinero por ello, ni de los médicos ni del personal de apoyo ni de
limpieza. Y llegaron viernes, sábados, vísperas de fiestas, siempre.
Llegaban siempre y nunca pidieron nada.¿Sabes qué? Quizás sí merecemos
el Premio Nobel de la Paz. P:
Como israelí ¿ve el fin de todo esto? R:
Lamentablemente no veo el fin de esto. Hoy hay una así llamada “hudna”,
supuestamente, pero entiendo que hay problemas, los obstáculos no
desaparecen. Las cosas no son rosadas. En el mejor de los casos son
grises, con tendencia a negro. P:
¿Y lo dice siendo usted una personal naturalmente optimista? R:
Lo digo porque por naturaleza soy una persona que ve la realidad. Pero
ojalá que me esté equivocando. Seré el primero en alegrarme si tengo
que decir, sobre esto, “me equivoqué”. P:
O sea que de aquí sale un mensaje de esperanza... R:
Siempre sale de Hadassah un mensaje de esperanza. Ser lo que somos, ya es
un mensaje de esperanza. Aquí
hay médicos judíos y árabes, enfermeros judíos y árabes.
Hay algunos muchachos de Sakhnin y hablo con ellos todo el tiempo
de fútbol. ¿Ves que bueno? Un hincha de Betar Ierushalaim y otros de
Sakhnin. Es verdad que hay algunos locos de Betar Ierushalaim que hacen líos,
pero acá hay un hincha, médico. Los médicos y enfermeros en mi
departamento, los árabes, son de Sakhnin. Y estamos todos bien. P:
Que eso siga siempre así. Muchísimas gracias. R: Gracias a ti. |
Ana Jerozolimski
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