La dinámica diaria entre israelíes y palestinos, hace ya varias semanas, es incomparablemente mejor que la que caracterizó las relaciones entre las partes durante los más de cuatro años de intifada. Pero está lejos de ser una verdadera paz. Casi de más está aclarar que ambas partes se acusan mutuamente por ello. En realidad, ambas partes tendrían más que hacer para mejorar la situación, pero tratando de analizar más a fondo el por qué de las demoras, nos resulta difícil trazar un exacto paralelismo entre Israel y los palestinos.
La problemática, del lado israelí, no constituye realmente un incumplimiento formal de lo pactado por el Primer Ministro Ariel Sharon y el Presidente palestino Mahmud Abbas (Abu Mazen) en la cumbre de Sharem al-Sheikh del 8 de febrero. Nuestra queja se refiere más que nada al espíritu de Sharem, a ese optimismo que surgió -cauteloso, no euforia- a raíz del compromiso público de ambos gobernantes de poner fin a la violencia para abrir una nueva página de paz. Nuestra sensación es que las cosas no avanzan en ese sentido tan rápidamente como se esperaba.
Israelíes y palestinos acordaron, por ejemplo, que dos grupos de presos palestinos serían puestos en libertad en el plazo de tres meses. Un primer grupo de 500 presos, ya salió. Falta otro, de aproximadamente 400. Los tres meses no pasaron y no es que el pacto se haya roto, pero la sensación es que el gran efecto se pierde, cuando las cosas no se implementan con rapidez. Lo mismo con la transferencia de las ciudades palestinas. No se puede olvidar, ni por un momento, que Jericó y Tulkarem ya han sido devueltas a manos palestinas. Pero la implementación demoró y Belén y Kalkilia, que estaban en la lista, no parece que se conviertan rápidamente en las próximas. Los palestinos se quejan de que no hay grandes cambios en los puestos de control del ejército en Cisjordania y que ello causa gran decepción a nivel general.
Pero decíamos al comienzo que a pesar de ser conscientes de la problemática de ambos lados, no trazamos un paralelismo entre ambas partes, debido a que las demoras del lado israelí, por más que no nos gusten, cabe suponer no habrían sucedido, de no ser por el hecho que del otro lado, la preparación de atentados no se ha detenido. En realidad, ya poco después de la cumbre de Sharem se tornó evidente que el compromiso de Abu Mazen al fin de los atentados, no necesariamente era apoyado por las figuras claves en ese mosaico, los grupos radicales que los perpetran, por lo cual el
"rais" debió negociar una tregua con dichos grupos. En el interín, en un atentado suicida del Jihad Islámico en la costa de Tel Aviv, murieron cinco civiles israelíes y otros 50 resultaron heridos.
El martes fue detenido en un puesto de control cercano a Nablus, un adolescente palestino de 15 años, con cinco cargas explosivas que trató infructuosamente de activar. Y éstos son sólo algunos de los ejemplos.
Cuando el ataque suicida de Tel Aviv, Sharon optó por no reaccionar a aquella violación de lo prometido en Sharem al-Sheikh, para seguir dando una oportunidad a Abu Mazen. Pero la "tregua" parece correr peligro de parte palestina, a raíz del cruento incidente en la frontera entre Rafah al sur de la Franja de Gaza y Egipto, en el que soldados israelíes mataron a tres jovencitos palestinos, uno de ellos de 14 años. Según los palestinos, fueron baleados cuando "jugaban al fútbol" y según Israel, es verdad que luego se confirmó que estaban desarmados, pero "actuaban en forma sospechosa, no se detenían al exhortárseles hacerlo, podían llevar una carga explosiva oculta bajo sus ropas" y eran al parecer "miembros de una célula de contrabandista de armas", tal cual dijera el Portavoz del Ejército israelí.
Por las dudas, el Ministro de Defensa Shaul Mofaz aclara que si bien decenas de morteros y cohetes Qassam cayeron en asentamientos y bases militares israelíes en Gaza después de la muerte de los jovencitos, ya antes del incidente se había reanudado el disparo de proyectiles tanto hacia las colonias como hacia la propia ciudad de Sderot, en territorio israelí.
El problema central es que el Presidente Abbas sigue muy complicado en su cuadro interno, por lo cual por más que todos parecen tener claro que él quiere sí cambiar la situación, no ha osado chocar con los grupos radicales ni desarmar realmente a bandas que hacen lo que quieren en las áreas en las que operan, registrándose por ejemplo incidentes como disparos hacia la propia oficina de Abu Mazen en Ramallah la semana pasada.
Especialmente preocupante resulta captar que Abu Mazen no da pasos drásticos ante los grupos radicales quizás porque teme hacerlo y no sólo por ideología de no chocar entre hermanos. Un indicativo al respecto surgió precisamente en relación al lamentable incidente con los jovencitos muertos. El General Musa Arafat, jefe principal de seguridad en la Franja de
Gaza, logró capturar a otros dos miembros del grupo, que huyeron , y reconocieron en su investigación que eran contrabandante de armas. La información fue hecha llegar al Presidente Abbas, pero él no lo dijo públicamente, sino que presentó la muerte de los palestinos como "crimen" israelí sin provocación alguna. Independientemente de las legítimas preguntas de si era imprescindible disparar en el caso concreto de esa célula de contrabandistas de armas, no es lo mismo si son inocentes "jugando al fútbol" y si son contrabandistas -por más jóvenes que sean- que fueron divisados arrastrándose en una zona prohibida, con lo cual podía pensarse además que llevaban cargas explosivas ocultas.
Con esta aclaración no justificamos automáticamente los disparos ni mucho menos, pero tampoco parece tener justificativo la reacción de Abu Mazen, que calienta injustamente y no calma el terreno, sabiendo él en cuántas oportunidades Israel se contuvo precisamente para preservar la "tregua", sin responder a ataques concretos. Lo mismo hizo esta semana, al no responder ni una vez al disparo de por lo menos cien cohetes y morteros hacia los asentamientos de Gush Katif en Gaza, para "dar otra oportunidad".
Y de aquí, nuestro último comentario de hoy.
Dado que Israel sabe actuar con no poca grandeza -como la contención- para tratar de salvar los intentos de calma en el terreno, cabría esperar que sus autoridades también sepan cuidarse al hablar. Es comprensible que Sharon esté decepcionado de Abu Mazen, aunque también sería comprensible darle más tiempo, con todo el complejo mosaico con el que tiene que lidiar en los territorios palestinos. Pero está totalmente de más decirlo públicamente y especialmente que el Ministro de Defensa Shaul Mofaz declare a todos los medios que "advirtió" a Abu Mazen sobre la situación, en tono de tirón de orejas a un niño de escuela.
Por más compleja que sea la situación, Abu Mazen es el Presidente de los palestinos. Es más: es mucho mejor que su antecesor Yasser Arafat, que no era más que un obstáculo a la paz. Tiene problemas, sí, no ha lidiado debidamente con los grupos radicales y ello es un serio peligro. Pero ridiculizándolo en público y presentándole como quien debe recibir órdenes o instrucciones de Israel -aunque no se lo diga en esos términos- no se aporta mucho a fortalecerlo ni a dejarlo bien ante su propio pueblo.
Puede que el tiempo diga que tampoco Abu Mazen logrará el cambio radical. Ojalá no se llegue a esa conclusión, porque Abu Mazen realmente se opone a la violencia. Pero hay que buscar las vías adecuadas para aclararle que la paciencia de Israel tiene un límite y que la demora es peligrosa para todos. Reprocharle en público en el tono que se le ha hecho últimamente, puede ser no menos peligroso. |