Una nueva etapa para el estado libanés. Ojalá también para la paz |
El
martes por la mañana, con la salida de un último grupo de 250 soldados
sirios de territorio libanés, llegaron a su fin 29 años durante los
cuales Damasco rigió los destinos de Beirut. Tras una ceremonia bien
ordenada, los efectivos sirios partieron hacia el Este, cruzando la
frontera hacia su país y cantando loas a su Presidente Bashar el-Assad. Lo
que había comenzado en 1976 como una intervención siria pedida por la
Liga Árabe con la intención de poner fin a la guerra civil en Líbano,
llegó a convertirse en una ocupación militar a la que se oponía gran
parte de la población
libanesa. El proceso en cuyo marco distintos sectores de la población
local exigían la salida de las tropas sirias del país, comenzó hace ya
años. Hace
un lustro, el periódico libanés "Al-Nahar" publicó, de pluma
de su editor en jefe Jubran Tueni, una carta abierta a Bashar al-Assad,
que todavía no era Presidente de Siria, pero ya se estaba claro ocuparía
el cargo, exigiendo que Damasco se retire al Valle de la Beqa, en el Este.
Tueni recordaba que Siria se había
comprometido a ello en el acuerdo de Taif de 1989, que puso fin a la
guerra civil libanesa. Según dicho acuerdo, en 1991 ya no debería haber
quedado ni un soldado sirio en Beirut. Diferentes
figuras públicas libanesas, tanto de la oposición política como el
conocido Patriarca Maronita Sfer, exigieron abiertamente la retirada de
Siria, cuya tropa había llegado en cierto momento a contar con 40.000
efectivos armados en territorio libanés. Fue la presión de los últimos
años lo que llevó a retiradas parciales en etapas, por lo cual al
comenzar la última fase de la salida, eran 14.000 los efectivos sirios en
el país. La retirada israelí del sur libanés, en mayo del 2000, dio más
fuerza a las exigencias de una retirada siria. Pero
todo esto se vio indudablemente acelerado por el potente atentado
perpetrado el 14 de febrero, en el que fue asesinado el ex-Primer Ministro
libanés Rafiq al- Hariri. La oposición libanesa- de la que Hariri era
uno de los líderes-
responsabilizó de inmediato a Siria y los terminantes desmentidos de
Damasco de nada ayudaron. La bola de nieve que el ataque echó a andar, no
se detuvo. Las
plazas de Beirut se llenaron de manifestaciones multitudinarias exigiendo
"Siria afuera" y miles de jóvenes enarbolando la bandera del
cedro, pedían vivir "libres, sin la ocupación". Estados Unidos
agudizó su llamado a una retirada siria y aclaró que ésta debía ser
inmediata. Las Naciones Unidas presionaron. La
resolución
1559 del Consejo de Seguridad, que hace ya tiempo pedía precisamente la
salida de Siria de Líbano, debía ser cumplida-se aclaró- hasta el 30 de
abril. El martes, pocos días antes de vencer el plazo, no quedaban
efectivos armados sirios en territorio libanés. El
Presidente Bashar el-Assad de Siria, captó el mensaje. Egipto -que le
presionó bastante- está convencido de que lo que sacó a Siria de Líbano
no fue la presión internacional, sino la libanesa. Y en realidad, podría
ser una combinación.
Lo claro -y natural- es que para Siria es importante que las Naciones
Unidas confirmen su cumplimiento de la resolución 1559.
"Quisiéramos informarles oficialmente" -escribió el Canciller
sirio Faruk al-Shara
a la ONU-" que las fuerzas árabes sirias ..... han retirado
completamente sus militares, sus aparatos de seguridad y sus bienes a sus posiciones
en Siria, hoy 26 de abril del 2005". El
problema es que si bien la retirada quita sin duda un gran problema del
medio, no soluciona todos los pendientes. Ante
todo, la mencionada resolución del Consejo de Seguridad, exigía la
retirada siria, pero también de todas las fuerzas "no
libanesas" -los guardias revolucionarios de Irán siguen actuando en
Líbano- y el desarme de Hizbalá y otras
milicias libanesas. Hizbalá, elemento chiita fundamentalista, pro-iraní,
sigue armado y utiliza a Líbano como base de actividades contra Israel,
argumentando que la retirada israelí de territorio libanés hace cinco años,
no fue total, aunque la ONU discrepa al respecto. Eso sigue siendo una
fuerte fuente de inestabilidad, especialmente dado que Hizbalá no oculta
que su meta
estratégica es la destrucción del Estado de Israel. La
gran presión interna libanesa por una retirada siria, cabe suponer, podrá
verse neutralizada, a menos que se llegue luego a la conclusión de que se
mueven todos los hilos desde afuera. Al abandonarse ayer también los
cuarteles de la Inteligencia siria cerca de la frontera en la Beqa
-considerado el lugar en el que se tomaban las decisiones sobre qué podría
suceder y qué no debía ocurrir en Líbano, según conveniencia siria-
Damasco perdió un centro de poder. La
renuncia o auto-exilio de algunos altos oficiales libaneses considerados
aliados de los sirios -especialmente del General Jamil Sayyed, ejecutor de
la política de Damasco en Líbano- pueden ser tomados como una indicación
de que también
ellos captaron que los sirios se fueron, al parecer, para no volver. De
todos modos, ello no significa necesariamente ni cortar relaciones ni un
alejamiento total. El gobierno, por ahora, sigue siendo pro-sirio, los
lazos económicos continúan y Siria continuará siguiendo de cerca lo que
acontece en su vecino libanés. Es difícil concebir hoy en día, por
ejemplo, que un gobierno
libanés
se arroje a negociar la paz con Israel, mientras Damasco y Jerusalem no
logran hablar. Entre
los gobiernos -al menos con el actual en Beirut- podrá seguir habiendo
una relación, pero la población libanesa, o al menos los sectores
opuestos a Siria, quedó lastimada. Esos sectores , cabe suponer, no
creyeron ayer las palabras del Comandante en Jefe del Ejército sirio,
General Ali Habib, quien en la ceremonia
de
despedida declaró que el único objetivo de Siria había sido
"proteger a Líbano". Las celebraciones de libaneses anti-sirios
en sitios evacuados, donde borraban todos los emblemas sirios y colocaban
la bandera libanesa, parecían indicar otro sentimiento. Según
el General Habib, Siria había decidido retirarse "porque el ejército
libanés ha sido construido sobre fundamentos nacionales firmes y es ahora
capaz de proteger al Estado". Pero no hubo ningún cambio radical en
la naturaleza del ejército
libanés. Lo que limitaba su acción hasta ahora, era la decisión de
Beirut, por órdenes de Siria, impidiendo por ejemplo un verdadero
despliegue a lo largo de la frontera con Israel, para evitar que el
territorio libanés sea utilizado
como base de atentados contra el vecino Estado judío. La
gran pregunta es en qué medida el cambio en la línea siria, que ya no
será de influencia directa de Damasco y de dictámenes que impongan a
Beirut una política determinada, significará el comienzo de una era
realmente libre y de un nuevo futuro
para el país. Mientras Hizbalá continúe con su línea actual, Líbano
no será realmente libre. Este
grupo chiita podrá argumentar que nació en Líbano y que todos sus
miembros son ciudadanos libaneses que desde el punto de vista religioso
tienen derecho a sentirse cercanos al régimen fundamentalista de Irán.
Pero lo que cuenta aquí no
es simplemente dónde nacieron el Sheikh Asan Nasrallah -Secretario
General de Hizbalá- o sus otros líderes, sino a qué intereses
responden. Y por más que se presenten continuamente como una milicia
libanesa que vela por los intereses del
país,
está claro que si bien operan dentro de Líbano -aunque también han
perpetrado atentados en el exterior, por ejemplo al parecer en Buenos
Aires-
su línea responde directamente a la determinada por la revolución de los
Ayatollas en Irán. Son sí ciudadanos libaneses y tienen diputados en el
Parlamento libanés, producto de elecciones llevadas a cabo en Líbano.
Pero no son patriotas libaneses, sino promotores de la revolución islámica
de Teherán, un país miembro de las Naciones Unidas, que tiene el tupé
de exhortar abiertamente a la destrucción de otro Estado miembro, Israel. Velar
por los intereses de Líbano no equivale a convertir su territorio en base
de atentados contra un país vecino, no sólo porque ello viola el Derecho
internacional, sino porque con ello, "invita" y provoca
reacciones en las que a veces, también puede morir gente inocente. Velar
por los intereses de Líbano, no es colocar cargas explosivas en la
frontera entre Israel y Líbano, para tratar de calentar la zona con algún
incidente, abrigando la esperanza de que alguna patrulla
del lado israelí pise la carga y haya muertos o heridos. Nada tenía que
ver con los intereses del Líbano secuestrar hace unos años a tres
soldados isreaelíes que patrullaban su lado de la frontera, después de
la retirada israelí, matándolos durante el ataque y destruyendo así las
vidas de sus familias, las judías Avitan y Abraham y la musulmana del
soldado Omar Sawaed. Líbano será realmente libre cuando servidores de intereses extranjeros ya no le usen de trampolín para concretar sus odios. Tampoco queremos ver a Israel entrometiéndose en lo que sucede en Líbano ni tratando de imponer allí órdenes, regímenes o realidades de ningún tipo. Bajo ningún concepto. Pero para que eso pueda cumplirse, nadie debe usar a Líbano como otro frente de batalla contra Israel. |
Ana Jerozolimski
Editorial Semanario Hebreo
28 de abril de 2005
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