Las sirenas del recuerdo y la alegría de la respuesta
Ana Jerozolimski

El martes, a las diez de la mañana de Israel, una sirena estremeció, como todos los años, al país entero. Era la señal recordatoria de Iom Hashoa. El movimiento se detuvo, el país se paralizó por un corto lapso con impresión de eternidad , y muchos ojos se humedecieron.Es que es mucho para recordar.

Este año, la sirena me encontró en un gran centro comercial de Jerusalem. Sentada en el café Hillel del "Kenion Malja", transcribía en la computadora portátil la entrevista que dos días antes me concediera el Presidente de Israel Moshe Katzav y que sale hoy aquí publicada en este número especial de Iom Haatzmaut. Y cuando faltaba un minuto para las diez, los parlantes del "shopping" comenzaron a transmitir en directo la programación de la radio pública, Kol Israel. Segundos después, a las diez en punto, en lugar de esos ya tan conocidos sonidos que indican la hora en punto como presentación del boletín informativo, la sirena. El aire se llenó de algo diferente.

Estaba yo en el tercer piso del shopping, en un punto del cual podía ver hacia abajo, los otros dos pisos ya con mucha gente a esa hora. Y todo se detuvo.En los cafés y negocios, todos detuvieron su marcha.Los comensales se pusieron de pie, los mozos se pararon con sus bandejas, clientes y vendedores, todos,firmes. Algunos, con la cabeza gacha.Todos, en silencio.

Y yo pensaba, con un nudo en la garganta, en los numerosos testimonios de sobrevivientes que lograron llegar a Israel y en entrevistas diversas me relataron en el transcurso de los años sus vivencias, sus recuerdos, los horrores que habían pasado y la dicha que les daba haber logrado llegar vivos a Israel, un Israel que estos días festeja su 58o cumpleaños. Pensaba que ellos, en ese momento, tenían muchos motivos para llorar y para que su nudo en la garganta sea más duro que el que apretaba la mia. Pero que también tienen mucho para sentirse orgullosos.

Pensé en Lidia Vago, que en un reportaje hace diez años, al cumplirse medio siglo del fin de la guerra, me contó que en medio de la oscuridad de aquellos años, un grupo de judíos en el campo de concentración en el que ella se hallaba, se organizaba para darse mutuamente clases de literatura."Es que al alma hay que mantenerla viva siempre"- nos decía esta hermosa anciana de cabello blanco con una amplia sonrisa, de esas sobre las que César di Candia, en otro marco totalmente diferente-escribiendo sobre el fallecido Wilson- dijo "son parte del alma, no del rostro".

Y pensaba en Jacques Stroumsa, "el violinista de Auschwitz", que a los 93 años vive hoy en la calle Uruguay del barrio Kiriat Yovel de Jerusalem y sigue reuniéndose con jóvenes para contarles lo sucedido, combinando el recuerdo con los ojos bien puestos hacia adelante, con alegría de vivir.

Y escuchando la sirena, pensaba también en Frida Medina de Kovo, que el año pasado nos recibió en su departamento en Tel Aviv y nos contó cómo llegó de su Salónica natal en Grecia a Auschwitz. "Me separaron de inmediato de mis padres"- contaba con los ojos llenos de lágrimas esa mujer ya mayor, madre y abuela, recordando a los suyos muertos."Nos dijeron que los veríamos al día siguiente, pero pasaban los días y nada.Me encontré con una paisana de mi barrio y les pregunté si sabe dónde están mis padres"-siguió contando."Y ella me tomó del brazo, me señaló las chimeneas altas que se veían a lo lejos y el humo que salía de adentro y me dijo: Tus padres y los mios, todos, salen por allí.No los veremos nunca más".

Al minuto o dos de comenzada, se apagó la sirena, los mozos retomaron su marcha, la gente volvió a sentarse con el café y a caminar en su rato de compras o de ocio.Y esa misma noche, en las redacciones de los principales diarios de Israel, se prepararían las ediciones a publicar ayer, miércoles, con los informes detallados sobre los eventos recordatorios de Iom Hashoa que habían tenido lugar el día antes en todo el país y en los campos, en Polonia, en el marco de la "Marcha por la vida". Pero en las mismas ediciones, ya saldrían los anuncios de las celebraciones programadas para Iom Haatzmaut, al celebrarse un nuevo aniversario de la independencia de Israel.

Es que aquí, todo se entremezcla. Judíos llegados de la hecatombe en Europa, sobrevivientes del holocausto, convertidos décadas atrás en israelíes que siguen adelante, ven a sus nuevas familias creciendo en un Israel independiente. A menudo, se lee de casos especialmente emocionantes, de sobrevivientes , ex-partisanos, que asisten orgullosos a las ceremonias de sus nietos que sirven en las Fuerzas de Defensa de Israel. Las alegrías, aquí, se combinan con las tristezas y con el duelo por los muertos hace 60 años en la guerra y por los nuevos muertos de hoy, del Estado de Israel, lo dulce con profundas amarguras. Pero tal como escribe en otra de nuestras páginas, Reuben Fridmann de Ein Hashlosha, que manda un saludo por Iom Haatzmaut, "se mira la mitad llena del vaso".

Como todo se combina y es imperioso recordar que la independencia de Israel no fue un regalo en bandeja de plata, tal como lo describió emotivamente el poeta Natan Alterman , hay otra sirena, la de "Iom Hazikaron", el día recordatorio de los soldados caídos en las guerras libradas por Israel, fecha a la que se agregó en los últimos años la conmemoración recordatoria oficial por los israelíes asesinados en atentados terroristas.

Y el terrorismo no ha cesado-de hecho, se ha incrementado desde la creación del Estado-, las amenazas no han desaparecido sino que en realidad se han tornado más peligrosas aún, pero en medio de todo , de la alerta y la preocupación justificada, aquí nada se detiene.

Israel no es perfecto. Lejos de ello.Los israelíes tampoco. Se cometen errores, hay numerosos problemas por resolver, dificultades que salvar y lo que es peor, males que podrían evitarse si se pensara más, si los gobiernos no se equivocaran, si la gente mirara siempre hacia los costados. Pero en el original mosaico que constituye Israel, junto a las complicaciones y a los desafíos con los que aún hay que lidiar, están los logros, el progreso, la determinación de seguir adelante.

El empuje en el desarrollo científico y la investigación médica, que todos suelen destacar, son claros indicativos de una realidad muy especial. El que tantos jóvenes continúen sintiéndose atraídos por Israel, a pesar del conflicto que aún se vive, es otra prueba de la singularidad de este país.

Pero entre las varias asignaturas pendientes por solucionar, junto a la necesidad de reducir las diferencias socio-económicas que se han acentuado y de garantizar posibilidades de éxito para todos, está la central, el gran obstáculo, el único con el que Israel no puede manejarse solo: el logro de la paz.En este desafio, necesita claramente de la cooperación de sus vecinos.

Ojalá que en el próximo Iom Haatzmaut, aunque no sea fecha redonda sino "sólo" 59 años de independencia, haya motivos para festejar un número especial, que titulemos con el logro de la paz. Todos, no sólo Israel, saldrían beneficiados.

Ana Jerozolimski
Semanario Hebreo

Editorial 27 de abril de 2006

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