Al salir de una ceremonia recordatoria en Yad Vashem, Yojeved va
acompañada de Java y dos de sus hijos varones, Yehuda (el mayor) y Jaim
(el menor de los cuatro), además de dos de sus nietas. Ella habla y la
observan y escuchan con lo que sentimos de inmediato como gran orgullo.
"Dios quería que ganemos, que formemos una familia. Nuestros hijos aman
al país, crecieron con amor a Israel, fueron oficiales en Tzahal, tengo
nietos pilotos en la Fuerza Aérea..", dice ella satisfecha. "Yo creo que
Dios quiso que quede alguien que pueda contar, que se formen nuevas
familias y que quede claro que "am Israel jai", que el pueblo de Israel
sigue vivo".
Y en el caso de la familia Sarid, se garantizó que siga vivo el
recuerdo digno no sólo de su propia familia. Desde que el tema dejó de
ser tabú en la casa, los hijos viajaron tres veces a Europa con los
padres, a conocer los pueblos en los que habían vivido y recorrer el
camino de la huída del padre. Erigieron un monumento recordatorio en el
pueblo de la madre y otro, a cierta distancia, junto a lo que había
sido la fosa de la muerte. Ambos los hicieron de lápidas del gran
cementerio judío del lugar que había sido destruido por los ucranianos
después de la guerra. Numerosas lápidas fueron usadas para pavimentar
aceras. Al llegar al lugar y ver esa terrible situación, pagaron a un
contratista local para que saque las lápidas de la calle y con ellas
hicieron los monumentos.
"Nuestros padres lograron transmitirnos el amor por la vida y también el
sentimiento de que hay que saber luchar para tener éxito", cuenta Java.". Es lo que está escrito en la matzeivá de mi padre".
"También nos transmitieron que la familia es sagrada, que hay que
mantener la unión familiar y nada es más importante que eso. Estos
mensajes, dado que no teníamos familia, nos los transmitían
constantemente". Hoy está feliz de ver que lograron su objetivo.
"Realmente creo que nuestra familia es maravillosa. Somos sumamente
unidos. No pasa un día sin que hablemos todos con todos por lo menos
una vez por día. Creo que todos logramos pasar esta conciencia a
nuestros respectivos hijos. Los primos tienen todos entre ellos una
excelente relación. El precepto "respetarás a tu padre y a tu madre" se
mantiene en forma muy clara, siempre".
Preguntamos con cierta cautela a Java, la hija de Yojeved, si la
familia que sus padres lograron formar es una forma de "venganza". "Es
un tipo de venganza.. no sé si la única pero sí la más importante",
responde. "Lograr formar una familia de las ruinas, es algo
impresionante, más que nada cuando uno viene solo, cuando llegó de la
nada. Es una venganza, una suerte, un agradecimiento.. todo junto".
Y al decirnos que ella y todos sus hermanos llevan nombres de parientes
muy cercanos asesinados en la Shoá, Java agrega una frase estremecedora:
"Yo llevo el nombre de mi abuela, y creo que si mis padres hubieran
traído al mundo otros diez hijos habría suficientes nombres para darnos
a todos, sólo de la familia más cercana que ellos perdieron".
Jana Tesler (88), que se halla en Israel desde 1946, antes de la
creación del Estado, tiene muchos resúmenes para hacer. Recuerda las
penurias de la Shoá y afirma que "la herida nunca sana" pero al mismo
tiempo tiene muy presente lo que ha logrado hacer como persona libre y
eso la llena de satisfacción, sabiendo que tiene 6 hijos (uno de ellos
adoptado, lo cual también dice mucho sobre sus fuerzas en la vida), más
de 20 nietos y 10 bisnietos.
Hace unos años viajó a Auschwitz junto a uno de sus hijos, Arie, que
llegó al rango de Brigadier General en las Fuerzas de Defensa de Israel,
a un sobrino (hijo de su hermana que también sobrevivió) que también
ostenta el mismo rango militar y a otros 180 oficiales de Tzahal. "Siento
que cerré un círculo. No sé si puedo hablar de venganza, no creo que
exista venganza por lo que nos hicieron, pero sí sé del gran orgullo que
sentí", nos explica. "De niña, allí, en la Shoá... pasé hambre y me
sentí humillada... y ahora volví con mi hijo y mi sobrino, dos
oficiales hermosos en cuerpo y alma, junto a otros 180 oficiales de las
Fuerzas de Defensa de Israel. La sensación es tan diferente,
diametralmente opuesta .. no puedo ni describirla".
Arie, su hijo, recuerda aquel viaje con mucha fuerza.
"Cuando fui a Auschwitz con mi madre, mi tía y mi primo sentí que tanto
para ellas como para nosotros la experiencia fue sumamente potente.
Comprendimos la impotencia con la que ellas tuvieron que lidiar, su
imposibilidad de defenderse y de hacer casi nada por la situación en
la que se hallaban, y lo pude comparar con la situación en la que yo
crecí, no sólo por haber nacido en el Estado de Israel sino por el hecho
que podía reaccionar, podía actuar para defenderme", explica. "Fue
algo muy profundo y recién cuando estuve allí pude comprender
cabalmente la diferencia entre las dos situaciones, entre la impotencia
y la capacidad de ser responsable por el destino de uno mismo".
Ahora siente que capta lo que años atrás no todos comprendían. "En los
últimos años hay mucha más apertura que antes para hablar sobre lo
sucedido en el holocausto, pero cuando yo era más joven, es indudable
que era mucho más difícil tratar el tema, tanto por lo duro que fue todo
lo que mi madre pasó, como por el deseo de mis padres de convertirse en
parte integral de la sociedad, sin estereotipos de sobrevivientes".
"Parte de las historias las conocemos de sus relatos" -agrega Arie.
"Sabemos que cuando llegaron al país, los israelíes aquí nacidos, en los
años 50 miraban a los sobrevivientes como quienes no lograron hacer
nada para defenderse, se decía que habían ido como rebaños al cadalso.
Se veía a los sobrevivientes como gente débil que no conseguía
reaccionar. No se comprendía aún cómo es que eso pudo pasar, cómo
tanta gente fue llevada a la muerte sin poder hacer nada. Sabemos hoy
que mucha gente sí trató de reaccionar, que gente huyó a los bosques y
quienes trataron de luchar". Hoy, el enfoque es distinto.
Jana prefiere no dar muchos detalles sobre lo que ella pasó en la Shoá.
Al preguntársele al respecto opta por responder "lo que pasamos
todos.. un gran sufrimiento", y luego especifica que toda su familia,
salvo su hermana, murió en Auschwitz. Su padre y los seis hermanos que
tenía, su madre y sus varios hermanos.. sus abuelos... todos
asesinados.
Y luego, llegó la dificultad de lidiar con la nueva situación en
Israel.
"Cuando llegamos, al principio, nos daba vergüenza lo que nos había
pasado. Durante mucho tiempo no contamos nada. Los padres de los amigos
de nuestros hijos eran oficiales en el ejército.. y ¿qué es lo que yo
podía contar? ¿Que había pasado hambre?", comenta retóricamente. "Pero
en determinado momento la situación empezó a cambiar, ante todo,
porque mi segundo hijo se casó con una chica que también era hija de
sobrevivientes de la Shoá, de los dos lados. Además, en las escuelas se
empezó a hablar del tema, se interesaron y pidieron que vayamos a
contar".
Pero Jana misma siente hasta hoy que le cuesta contar. "Mi hermana
especialmente fue muy activa en eso, brindando conferencias sobre lo
sucedido. Es muy personal. Mi hermana puede lidiar con eso. Yo no, no
logro hacerlo, siento que la herida nunca sana. Cuando más se la toca,
más duele". |