Sin embargo, el filósofo francés Paul Virilio (“La bomba informática”) ha señalado que esta tecnología “que inviste al hombre de todos los atributos de la divinidad (instantaneidad, omnipresencia, omnividencia, etcétera), al mismo tiempo lo priva de su cuerpo”. Es que Internet se mueve al compás de un bombardeo de electrones; una ilusión efímera dentro del laberinto de cristales que circula virtualmente por un espacio telemático audiovisual. Cyberland es, en realidad, un conjunto de redes de ordenadores que se interconectan con todo el mundo pero su alcance no se mide en distancias simples; no es un concepto de cantidad, sino cualitativo. Es un territorio donde uno puede ser el otro (En el chat, Pedro Gómez puede ser Katyflash ó Machoman, por ejemplo); un espacio donde la identidad deja lugar a la proyección del otro yo detrás del camuflaje catódico.
Es, además, un universo con códigos propios y una terminología que se ha insertado en el habla de todas las latitudes. Desde el clásico Basic (Beginner´s All Purpose Symbolic Instruction Code), pasando por la imagen del mouse, escáner, pen drive, módem, chip o software, todas estas palabras han pasado a formar parte del uso oral y/o escrito de cualquier punto del globo y sus tres mil lenguas en uso. Como si Babilonia hubiese encontrado su eje virtual para interactuar en pantalla, las fronteras parecen haberse esfumado en un aquí y ahora permanente.
A su vez, Postman, el teórico norteamericano, ha señalado una hipotética desaparición de la niñez a partir de la tecnología mediática (e informática). El ensayista ha visualizado la niñez como un concepto histórico que no siempre existió en la humanidad. Según él, en la Edad Media no existía niñez y el “fenómeno” habría surgido en el mismo momento que el libro, ya que lo que separa al adulto del niño es el conocimiento de algunos secretos (el sexo, la muerte, el poder, el dinero, la salud, etcétera).
Este autor ha señalado que en la E.M. “no había ningún impedimento para que el niño conociera estas cosas porque todos vivían juntos y el mecanismo de transmisión de estos temas era vía oral”. Según esta teoría, la aparición de la escritura marcó una barrera; empezó a establecerse la división entre los que saben y no saben. Y eso definió la existencia de la niñez “como categoría”. Esta concepción señala que televisión e Internet nos están volviendo a poner en el escenario de la E.M. Son herramientas que eliminan barreras y secretos gracias a la fácil accesibilidad de la información. (En televisión, específicamente, ni siquiera hace falta desarrollar una competencia especial para ser espectador). Hoy el niño asiste a la misma información que el adulto (sitios porno; científicos, etcétera). Las antiguas barreras no resultan tan nítidas y, entonces, se produce la denominada “desaparición de la niñez”. El peligro es que dicha información (a veces tergiversada y/o parcializada) llega de manera caótica, en aluvión y sin ningún tipo de proceso sistemático en la integración de probables conocimientos.
El mencionado Virilio ha apoyado esta especulación al señalar que “así como la invención de la escritura fue la primera revolución importante en todas las culturas, la invención de las comunicaciones por redes (desde el telégrafo hasta Internet y la realidad virtual) nos sitúa en el escenario de una segunda revolución relevante, esta vez de carácter global” que “no consiste simplemente en la suma de diferencias étnicas, geográficas o religiosas, sino en la comprensión inmediata, captación y capacidad de interacción en un nuevo marco, en constante transformación”. El asunto no es nada simple. El mismo ensayista no ha dudado en señalar que “la pantalla de la computadora se ha transformado en la pantalla del televisor y viceversa, mientras que su formato plano ha sustituido a la ventana, para completar el corte de nuestro último cordón umbilical con la realidad exterior”. Peligroso aislamiento para un ser humano que sólo se reconecta interpersonalmente en forma virtual con el mundo que le rodea. Más peligroso si pensamos que esos mismos satélites que permiten nuestra intercomunicación “son los nuevos caballos de Troya que transgreden las murallas de nuestra casa/fortaleza y nos exponen a que extraños invadan en nuestra vida, aunque nos sintamos muy seguros con guardias privados, porteros eléctricos, cámaras de seguridad y rejas a control remoto”. Marshall McLuhan, el teórico canadiense que instaló la idea de “aldea global” señaló en sus “Escritos esenciales” que “en lugar de evolucionar hacia una enorme Biblioteca de Alejandría, el mundo ha devenido en un ordenador, un cerebro electrónico, exactamente como en un relato infantil de ciencia ficción”.
Y a medida que nuestros sentidos han salido de nosotros, el Gran Hermano ha entrado en nuestro interior”. Al lado de todo esto, Orwell era un frijolito. *