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A modo de ejemplo cabe señalar el premio concedido al director y protagonista James Franco en la reciente entrega de los Globos de Oro, además de la Distinción en el Festival de San Sebastián. Basada en una historia real sobre un excéntrico personaje que quería ser actor y filmar su “obra maestra”, el largometraje -prácticamente- calca la trama de dicha historia que, en esencia, fue recopilada por uno de sus protagonistas en el libro “The disaster artist. My life inside The Room”. El actor involucrado que escribió el texto se llama Greg Sestero y “The room” (“El cuarto”) es el bodrio que produjo el extrañísimo Tommy Wiseau en el año 2003, un sujeto de similar conducta a la del fallecido Ricardo Fort que se creía un nuevo Tennesse Williams.
La principal diferencia -sin embargo- es que todo el mundo conocía la procedencia del dinero de Fort mientras que Wiseau, hasta el día de hoy, sigue siendo un misterio en todo lo que tiene que ver con su verdadera nacionalidad, fecha de nacimiento y orígenes de su fortuna. (Algunos, incluso, han especulado con la presunta calidad de testaferro para lavado de dinero). Lo cierto es que este individuo de características demenciales invirtió unos seis millones de dólares en el rodaje, rentó dos salas para estrenar su “genialidad” y alquiló un cartel publicitario por el que pagó U$ 5.000 dólares al mes por un período de cinco años aunque “El cuarto” apenas duró dos semanas en cartel recaudando vintenes. Para explicar el “éxito” de esta locura debe apelarse al humor involuntario que generó la misma en el momento de su exhibición. Si bien muchos abandonaron la sala a la mitad (o antes) de que terminara, el público que quedó, comenzó a morirse de risa del disparate que estaba viendo.
Esta situación repercutió en el boca a boca hasta transformar el dislate en una obra de culto como “la peor película de todos los tiempos” que no podía dejar de verse. Eso, precisamente es lo que ha ocurrido hasta la fecha, convirtiendo a Wiseau en una “personalidad” bizarra mientras que “The room”, hasta el día de hoy, se continúa exhibiendo en circuitos alternativos como muestra freak que llega a competir con la producción del legendario Ed Wood, quien también fue considerado el peor director de cine de la historia. Cabe subrayar que “The disaster artist” replica buena parte de lo que ocurrió en el set de filmación (una verdadera locura, sin lugar a dudas), mostrando el absurdo de las escenas, los diálogos incoherentes y el pésimo desempeño del tiránico Wiseau (memorable actuación de James Franco) intentando remedar el ridículo en su máximo grado. A nuestro juicio, lo logra en parte, aunque no llegue a consolidarse como registro delirante del verdadero fenómeno que supuso la realización original. Quizás esta especie de “homenaje cinematográfico” haya recibido el beneplácito de una audiencia que tiene un amplísimo sentido del humor como para llegar a reírse -por ejemplo- hasta de los esperpentos que aparecían en el recordado (y tragicómico) programa de Crónica TV. Seguramente, este mismo auditorio se reirá mucho más con la chifladura matriz que con su replicación histórica. Aquí -seguramente- dividirá opiniones aunque, a nivel de Hollywood, nunca se sabe. Probablemente pellizque nominaciones y premios. A mi juicio, lo más rescatable es la labor actoral de Franco imitando -literalmente- hasta el último gesto de este loco suelto convertido en celebridad. A veces el mundo es generoso.
