Los casos de psíquicos que ayudan a la policía ya forman parte de la leyenda urbana -a nivel global- y el cine ha utilizado el tema en infinidad de oportunidades. (También se sabe de mentalistas a los que se les ha pedido ayuda para encontrar personas desaparecidas y misterios por el estilo, situaciones en las que Uruguay también marca su cuota).
La vuelta de tuerca que plantea “Solace” (el título original, en realidad, viene a significar consuelo y/o consolación y tiene que ver con el desarrollo argumental) supone, en este caso, un enfrentamiento de dos paranormales superdotados en el marco de un sangriento thriller.
Como para establecer una diferencia con filmes policiales similares, el matiz está dado en ese duelo de videntes (el asesino en serie y el que actúa del lado de la justicia) en una carrera contrarreloj donde los pasos están anticipados por las premoniciones de ambos personajes.
Puede resultar paradójico pero los guionistas se las ingenian para que la trama mantenga cierto suspenso dentro de un formato correcto y una fotografía que busca ilustrar dichas imágenes admonitorias -de manera estilizada- en su planteo audiovisual. No se trata de un peliculón pero, por lo menos, se desmarca un poco de otros largometrajes (o seriales televisivas como “Médium”) que han incursionado por este carril misturado entre crónica roja y acontecimientos metafísicos. Obviamente, tanto Anthony Hopkins como Colin Farrel “trabajan de actores”, como dijo una vez Al Pacino, para salvar las apariencias de un producto medio (aunque, dicho sea de paso, Hopkins participa de la producción ejecutiva) que seguramente no va a descollar dentro del género.
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