De todos modos, esta locura tiene sus cosas: hay que reconocer que está muy bien hecho el ensamble de diálogos de Mujica que -en el filme- aparecen como llamadas telefónicas con el “agente” Brechner. (De la misma manera que se aprovechan sucesos registrados en informativos, que pasan a ser parte de la trama de manera casi natural). También la imagen “policial” de Tato Olmos es una especie de bolazo decadente que circula por la película como un símbolo de la uruguayez pública.
(Verlo circular por U.S.A. con el gorro y tratar de no reírse es casi imposible. Ni hablemos de la escena sado-masoquista. ¡Muy fuerte!). En definitiva, si el espectador no sabe ponerse a reír o llorar, el consejo saludable de este columnista es que se ría. Prácticamente, nos estaremos riendo de nosotros mismos. (Como decía Peret, es preferible reír que llorar).
Casi al final dejo una reflexión al pasar: la ironía (involuntaria) que marca “Misión no oficial” es que la legalización de la venta de marihuana era para sacarle mercado a los narcos pero -en la película- el agente secreto termina comprando el producto a dichos señores para traerlo a Uruguay. (¿Un lectura no visualizada o hecha a propósito?).
Por último, tiro una idea para los productores. Ahora que se complicó el asunto por los Bancos, bien podrían mandarse una “Misión no oficial 2” donde los agentes deberían ir a ver si arreglan el problema financiero. Quizás les vaya mejor que a la delegación uruguaya que anduvo por esos pagos. Total, un disparate más. La gente lo festeja.