El filme es la típica historia de esfuerzo sobrehumano que vence todo tipo de límites y triunfa a pesar de la adversidad más dura. Una auténtica receta hollywoodense que, en este caso, contiene el plus de ser una historia real basada -nada más ni nada menos- que en la vida del genial astrofísico Stephen Hawking.
Como prácticamente todo el mundo sabe, este científico parapléjico, que sufrió un progresivo deterioro de su motricidad en plena juventud, revolucionó el mundo de la física con sus ensayos sobre el tiempo y el universo.
Otro dato a tener en cuenta es que el filme, dirigido por James Marsh, está basado en el libro autobiográfico de su exesposa Jane Hawking y reseña ese proceso desde su enamoramiento a primera vista, posterior casamiento y el derrotero que supuso la vida en común con esa terrible enfermedad.
De todos modos -justicia es decirlo- el largometraje impresiona como una pincelada light del mencionado periplo, más allá de la excelente interpretación que nos concede el joven actor Eddie Redmayne.
Sin olvidar el notorio esmero para reconstruir la década del 60, tanto en decorados como vestuario, la respetuosa distancia que toma la película sobre el desarrollo de los acontecimientos hace que la misma quede congelada en cierta artificialidad que se mantiene hasta el final de la proyección.
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