Más allá del subtítulo, quienes esperen de
“La cordillera” un filme contestatario van a salir bastante defraudados
porque -si bien el tema de la corrupción aparece- la médula narrativa se
dispara por lugares insospechados.
Más o menos ya todos saben que la película trata de un encuentro de
presidentes en Chile y que Darín interpreta al mandatario argentino. Esa
reunión cumbre, que va a tratar el tema de la explotación petrolífera,
también supone la mirada tras bambalinas sobre los tejes y manejes de la
política como si se tratara de una suerte de “House of Cards” a la
latinoamericana. Hasta aquí, el largometraje se pasea por todos los
lugares previsibles que hacen al choque de intereses, confabulaciones,
alianzas secretas y el gran surtido de intrigas donde cada uno quiere
sacar la mejor tajada. El problema es que la inconsistencia general de
la producción genera una ambigüedad que hasta podría clasificarse de
indescifrable en el devenir de la trama. Dicha inconsistencia se instala
a partir de varios ángulos que van -por ejemplo- desde dialogados que no
tienen mayor razón de ser en medio del relato hasta un enigma de corte
¿paranormal? donde la hija (¿psiquiátrica?) del presidente parece
recordar hechos no vividos pero reales (?) que enturbiarían la imagen de
su padre. Por el camino también hay un posible chantaje (bien concreto y
material) de un yerno ambicioso y propuestas multimillonarias para que
se apoye tal medida o cual medida a favor de los Estados Unidos de
América, obviamente. Todo esto aparece correctísimamente envuelto en una
entrega muy profesional desde el punto de vista técnico y actoral -con
alguna excepción sobreactuada- pero que parece confundir sugerencia con
adivinanza. No se trata aquí -lo decimos a modo de opinión personal- de
una lectura subterránea cómplice sino de dar por sobreentendido lo que
el director quiere que interpretemos sobre su propuesta. Para eso, Mitre
intercala pasajes que hacen a la visión de unos equinos en medio de una
gélida naturaleza, la mención del diablo como un zorro con cuernos y
algún agregado gratuito bajo la forma de un discreto encuentro sexual
que también impresiona como bastante fuera de contexto. (Espacios que no
suman sino confunden, a juicio de quien suscribe).
Cuando la proyección finaliza, varios espectadores podrán quedarse con
la duda de lo que vieron, interrogándose sobre el posible “mensaje” o
especulando en base a las intenciones artísticas del realizador. (¿La
banalidad del mal a nivel político?). Mitre venía bastante bien
posicionado con algunos títulos como “El estudiante” y “La patota” o la
excelente labor guionística de “Carancho”. Con “La cordillera” se jugó a
la propuesta más ambiciosa de su carrera pero quizás haya confiado
demasiado en su encriptado código estético. Las zonas oscuras del poder,
en este caso, se diluyen por caminos extraños. En fin.
“La Cordillera”; (Argentina; 2017). Dirección Santiago Mitre.
Producción: Hugo Sigman. Guión: Santiago Mitre y Mariano Linás. Sonido:
Federico Squerro y Santiago Fumagalli. Fotografía: Javier Julia.
Edición: Nicolás Godbart. Con Ricardo Darín, Érica Rivas, Dolores Fonzi,
Gerardo Romano, Christian Slater, Elena Anaya y Paulina García. |