La verdadera
historia de la familia Gucci es realmente espeluznante. Una historia que
parece sacada de una tragedia de Shakespeare con temáticas que hacen a
la ambición, el crimen, la riqueza y el poder. Basada en el libro “The
House of Gucci: A Sensational Story of Murder, Madness, Glamour, and
Greed”, la película relata el asesinato de Maurizio Gucci por un sicario
contratado por su propia esposa Patrizia Reggiani. En realidad, el filme
se extiende desde el romance inicial de la pareja, la negativa del padre
para aceptar dicha relación, el posterior casamiento y la rivalidad que
existía en la parentela para convertirse en el mascarón de proa de la
mencionada dinastía. Todo esto envuelto en una radiante atmósfera de
glamour, pasarelas de moda, automóviles de alta gama y mansiones de lujo
como decorado de un mundo fastuoso pero lleno de intrigas. Esta
ambientación de la riqueza también tiene su cuota de lujo con el elenco
que el director Ridley Scott reunió para armar el entramado de una
ficción basada en tenebrosas realidades detrás de la opulencia. Es así
que tenemos a una soberbia Lady Gaga (Stefani Germanota para su
familia), que ya había demostrado saber pararse frente a las cámaras con
la remake de “Nace una estrella” y que aquí se pone la filmación al
hombro junto con un brillante (e irreconocible) Jared Leto enmascarado
por el maquillaje que lo convierte en Paolo Gucci, hijo del tío de
Maurizio, el empresario Aldo Gucci, interpretado por Al Pacino (también
brillante, no hace falta decirlo). Junto con Jeremy Irons y Adam Driver,
las estrellas de “House of Gucci” marcan un firmamento acorde con las
pretensiones de la propuesta cinematográfica. Una producción ampulosa,
cuasi barroca en su derrotero audiovisual que permite asomarse al
espectador al patio trasero de la fama donde la codicia juega sus cartas
entre bambalinas. Para lograr esa visualización de la basura que se
esconde debajo de la alfombra persa, Scott se toma su tiempo (más de dos
horas y media), graduando las secuencias de una historia que también
podría asemejarse a un culebrón “soap ópera”, como se denominó a este
tipo de teleteatros a mediados del siglo pasado.
Cabe decir
que, luego del estreno internacional, las críticas han estado bastante
divididas entre calificaciones que van “melodrama alargado”, pasando por
producción “excesiva” hasta filme “entretenido e inquietante” y/o
película “grandiosa y atrevida”. Personalmente nos inclinamos por una
visión positiva que, quizás, podría haber durado un poco menos, aunque
no le quita mérito a un trabajo fílmico de primer nivel que se jugó al
todo o nada. También podría decirse que ya se presienten nominaciones
varias al Oscar de Hollywood (Mejor Actriz, Mejor Actor Secundario,
Mejor Vestuario, etcétera) y algún que otro escandalete por las
protestas y posibles demandas judiciales que los descendientes de la
familia Gucci harían a la producción. En este sentido -y a modo de
anécdota- podría decirse los hechos posteriores al crimen y juicio de
los involucrados, estarían superando la propia ficción. Como botón de
muestra, según registra la prensa mundial, Patrizia Reggiani denominada
“la viuda negra” por la prensa italiana, salió en libertad tras 18 años
de reclusión y recibe casi un millón de euros a través de la empresa
Gucci gracias a un acuerdo redactado por la década del 90. Dicho
convenio, que había pactado con el marido, al cual mandó asesinar
posteriormente, fue avalado por la justicia al subrayar que “la
instigación del asesinato no era motivo suficiente para revocar el
acuerdo”. Entre otras cosas, dicho contrato establece que Reggiani puede
disfrutar de una temporada en el chalet de la familia, ubicado en Saint
Moritz y pasear en su velero. Increíble. Como para hacer otra película.
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