Christopher Nolan es un director ecléctico. Desde sus inicios con
“Following” y la aclamada “Memento”, el cineasta ha incursionado en
adaptaciones de novela gráfica con “Batman, el caballero de la
noche”; con la ciencia ficción en “El origen” y en la magia de “El
truco final”, por citar algunas de sus realizaciones.
Perfeccionista y metódico, Nolan pasó mucho tiempo madurando esta
puesta en escena de lo que se conoce históricamente como el “milagro
de Dunkerque”. Un trabajo conjunto de las fuerzas aliadas -en la
Segunda Guerra Mundial- conocido como la “Operación Dínamo” y que
consistió en evacuar unos 400.000 soldados del asedio nazi en las
costas de Francia.
Basta citar el acontecimiento para tomar conciencia del gran
esfuerzo que demandaba plasmar esta situación en la pantalla pero
Nolan, obviamente, tenía muy claro la propuesta que iba a filmar.
(Incluso ya podría decirse que “Dunkerque” integraría una selección
jerárquica del cine bélico junto a títulos como “Cartas de Iwo Jima”,
“Full Metal Jacket” o “Apocalypse Now”, entre otros). Concebida en
tres niveles que hacen a tierra, mar y aire, el largometraje es un
prodigio de caligrafía cinematográfica que involucra al espectador
desde el inicio, haciéndolo partícipe emocional de todas las
tensiones que surgen en el relato.
Con una magistral banda sonora compuesta por Hans Zimmer que
sintoniza el grado de zozobra en cada toma, los tiempos del combate
se superponen en un tono abarcador que toma nota de los diversos
ángulos visualizados. Por otra parte, más allá de la participación
de Kennet Branagh y Tom Hardy, no hay mayores estrellas de corte
masivo en la producción ya que la misma historia es protagonista
absoluta del largometraje. Una narrativa, escrita con nervio, que
nos sumerge (literalmente) en el ataque hitleriano, concentrándose
en el miedo por sobrevivir y algún retazo de heroísmo frente a la
masacre. Con un dominio del manejo de masas (varios miles de extras
participaron en el rodaje), la dirección pasa de un escenario a otro
como la ametralladora que repiquetea fuera del perímetro de
contención.
Es una obra intensa que deja de lado el patrioterismo fácil
(aunque alguna prensa francesa se ha quejado de que la participación
gala no fue muy tenida en cuenta) y se juega a una visión descarnada
de los hechos. Y esas pequeñas grandes historias fluyen -sin tregua-
en medio del campo de batalla, dejando poco espacio para el respiro
aliviado del público. Este tipo de magnetismo hipnótico no se logra
sin talento. Nolan, lo tiene y lo viene demostrando hace tiempo. |