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Drogas y creación estética
Julio Inverso

 
 

1)  En todo tiempo, los artistas se han valido de drogas para crear. Los estimulantes que alteran la percepción e inducen estados introspectivos benefician los procesos por los cuales una hipótesis estética llega a su conclusión. Los poetas románticos utilizaron drogas depresoras  de la estirpe opíacea y también cafeína y alcohol. Como contrapartida, el ánimo dionisíaco que alentaba sus obras iba en detrimento de su salud física por una alimentación insuficiente y enfermedades sin cuento. Un texto cardinal para ilustrar estas maneras es “Confesiones de un Opíamano inglés” de Thomas De Quincey, donde se narra en una prosa exquisita los placeres y los tormentos del opio que tomaba en forma de láudano. Cuando De Quincey escribió este libro (Inglaterra hacia 1830) la forma más directa de librarse del embrutecimiento provocado por el trabajo era el consumo del opio, que resultaba más barato que el pan. Al final del libro, siendo que el autor abandona el tóxico, dice experimentar un “rejuvenecimiento físico” y aconseja a los jóvenes que no utilicen la droga. 

 

2) No se concibe la obra del poeta norteamericano Edgar Allan Poe sin el aliento del láudano. En el pequeño relato “La esfinge”, Poe describe una alucinación en el transcurso de un viaje. Olvida mencionar allí  la ampolla que tenía en la mano. Se sabe que bebía ron en las tabernas y era capaz de discusiones brillantes a partir del primer vaso, pero ya el segundo producía efectos catastróficos en su entendimiento. La pericia de Poe por publicar sus cuentos (donde está sin dudas el Poe esencial) estuvo signada por la recurrencia al alcohol y a los estupefacientes que actuaban como atenuantes de una sensibilidad mórbida y exacerbada.

 

3) Charles Baudelaire, admirador de los autores antes mencionados,  escribió un libro titulado “Los Paraísos Artificiales”, donde analiza el tema con la brillantez que siempre lo caracterizó. En uno de los textos, “La habitación doble” – faro de su tardío libro “Pequeños Poemas en Prosa” -, hace mención a la ampolla de láudano, su “única amiga, y como toda amiga, ay, pródiga en caricias y traiciones”. Como Rimbaud, Vetlaine, Gautier, Modigliani y muchos otros, Baudelaire conoció las embriagueces del hachís. Es fama que en una tertulia en casa de Gautier, Balzac rechazó el cigarrillo de hachís por su olor desagradable. 

 

4) El doctor Sigmund Freud usaba cocaína para vencer el cansancio durante sus arduos trabajos y utilizó la droga para “regenerar” a sus pacientes morfinómanos. Posteriormente comprobó que el síndrome de abstinencia de ambas sustancias era muy difícil de sobrellevar.

 

5) Entre los surrealistas, Antonin Artaud uso morfina para contrarrestar los dolores insoportables que le producía la inflamación de las meninges. Más tarde, en su aventura en México junto a los indios Tarahumara, participó en los rituales que incluía el peyote.

 

6) La generación de posguerra en Estados Unidos (generación “beat”) se atiborró de marihuana, anfetaminas y mezcalina como acto de rebeldía ante una sociedad “Squire” (estrecha), se inició en el naciente “bebop” (el último invento del jazz) y en busca de nuevas y excitantes experiencias. El poeta homosexual, católico y comunista, Allen Ginsberg, solía anotar junto a la fecha de composición de cada uno de sus poemas el tóxico que lo había acompañado en la travesía. El novelista Jack Kerouac ejecutó su obra a una anfetamínica velocidad (algo comparable a las improvisaciones de los músicos del jazz) utilizando bobinas de papel télex para no 5tener que perder tiempo en cambiar de hoja. Sus obras no fueron publicadas en vida del autor y Kerouack se hundió en el alcohol. William Burroughs declaró que se había pasado un millón de dólares por las venas (es la heroína el origen de las visiones pesadillescas que perturban a los lectores  del célebre “Almuerzo Desnudo”).

 

7) Hacia los años sesenta, también en Estados Unidos se inició un movimiento  de cine independiente (Hermanos Mekas, John Cassavettes, Andy Warhol y otros) que se dio en llamar “New American Cinema”, que parte de la experimentación y el uso de sustancias tóxicas muchas veces declarados.

 

8) En actos de búsqueda ontológica, de inauguración de regiones del espíritu antes inexploradas o de simple evasión de una realidad cuestionada, los artistas han bregado siempre por “un esperanzado pedacito de alucinación” y cada uno de ellos ha dejado testimonios de su cuarto privado, que puede ser una habitación paradisíaca donde llueven sedas y terciopelos o el lugar de los demonios.

 

por Julio Inverso
Publicado en “El Diario”, Sábado, 31 de octubre de 1998..
Gentileza de Federico Rivero Scarani:
http://letras-uruguay.espaciolatino.com/rivero_federico/indexe.htm

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