Maldito Gómez Marcos Ibarra |
Todo
lo que pase de acá en más, será responsabilidad de Gómez. Desde un
conflicto en Sudan con crímenes terribles, o el desborde descontrolado
del río Orinoco, o la brisa cálida derritiendo las cumbres del Himalaya,
hasta esa caída de cabello prematura en Rita, acá en América del Sur. Naturalmente,
todos creerán en otras causas, ya sean de tipo apocalíptico o industrial
y probablemente solo yo sepa todo el tiempo, que fue la torpeza
involuntaria de Gómez la que
ha cambiado el curso natural de las cosas. * En
mi registro del Códice de Borgia aparecía el Ludo de Marsán como el único
instrumento mágico que habría ingresado en el anonimato del mundo de los
objetos comunes. Primero robado y vendido a coleccionistas, luego otra
sucesión de destinos que figuraban en
una serie de datos - cartas,
fichas de aduana, registros policiales y otros, que había acopiado con
esmero durante largo tiempo - terminaban por indicarme que el objeto
preciado estaría acá, en Pando, en una casa de antigüedades para nada
famosa que era patrimonio de Don Félix Gómez, anticuario. * -Germán
Villemel… Experto en… ¿fenómenos paranormales? - preguntó Don Gómez
sin quitar la vista de mi tarjeta de presentación. -
Sí, suena raro… pero así es… -¿Ud.
es algo de los Villamil de Zapará? -
No, no… yo soy Villemel… -
Ah!... buena gente los Villamil, y ¿en qué lo puedo ayudar? Sin
entrar en los detalles mágicos, manifesté mi deseo de adquirir un objeto
que según mi abuelo, el anticuario tenía en su acervo: el Ludo de Marsán;
mostré un dibujo del ludo: una valijita no muy grande en cuyo interior
había una grilla de papel y cuatro fichas similares a agujas de
acupuntura incrustadas en lugares precisos. Contrariamente a mi temor a
que el Sr. Gómez iniciara una cadena de preguntas, él buscó
inmediatamente un libro gordo, de tapas de cuero marrón muy gastadas y
que era el inventario de objetos de la tienda. -Hay
un detalle importante –indiqué a Gómez- las cuatro fichas están
encastradas en la grilla en posiciones del juego equivalente a lo que sería
un Jaque Mate en ajedrez… el valor de la pieza depende de que las fichas
estén en el lugar indicado; son agujillas muy delgadas que están
pinchando el papel. ¿De
veras? –Gómez me miraba con el ceño fruncido y su cabeza levemente
inclinada hacia mí como a quien, costándole entender, le cuesta ver-
veamos…, el precio en el inventario está sin actualizar… pero no dice
nada de lo que Ud. habla. Don
Gómez, créame que el valor del ludo depende de lo que le he dicho; con
las fichas en su sitio estoy dispuesto a pagarle U$S 1500, de lo contrario
el valor es cero… Gómez
me miró un rato con los ojos claros, espontáneos enfocados hacia los míos,
y luego me propuso que regresara al día siguiente. * LUDO
DE MARSÁN, sabios de la antigüedad jugaban a encontrar el equilibrio
adecuado de los cuatro elementos –agua, fuego, aire y tierra-
en una grilla de origen desconocido y cuyo material era de un papel raro
que representaba el mapa energético del Universo; completaban el set unas
delgadas agujas de metal precioso, posiblemente oro, que oficiaban de
fichas y cuyas minúsculas puntas debían pinchar un punto exacto de la
grilla de papel y quedar prendidas en forma perpendicular a ella. El último
encuentro de los sabios del que se tiene registro, se llevó a cabo
en el Monte Marsán hace 1987 años, y donde se habrían dispuesto las
fichas de manera de significar un equilibrio casi perfecto que aseguraría
la vida armónica de la Tierra. Una serie de rituales que se llevaron a
cabo en el Templo Mayor, conectaron esas posiciones del ludo con las energías
madre del Universo. Quien modifique la posición de las fichas, modifica
el pacto. Solamente los sabios pueden intervenir en este ludo y solamente
el rito en el Templo Mayor sella el pacto que los sabios establezcan, no
obstante, cualquier persona, sabio o pagano, puede modificar este estado
de cosas, ya sea destruyendo el Ludo, o simplemente alterando las
posiciones de las acu-fichas. El ludo fue ocultado entre vasijas, collares
y otros objetos menores en el Templo Mayor para que pasara desapercibido.
Una vez desmontado el Templo Mayor, los objetos se fueron diseminando
entre familias poderosas, anticuarios y traficantes de diversas partes del
mundo. El Ludo llegó a Pando en manos de un contrabandista de objetos
antiguos quien lo vendió a la Casa Gómez. Hasta
aquí llegaba el escueto resumen del Ludo de Marsán y su destino, que había
logrado anotar en mis registros. En el Colectivo de Expertos en Temas
Paranormales (CETPA), teníamos como uno de los objetos de trabajo,
investigar y descubrir este Ludo. Gracias a la tecnología avanzada y el
estudio preciso de materiales del ritual, estábamos en condiciones de
analizar un nuevo movimiento en las fichas que restablecería las
condiciones ideales de vida en la Tierra por varios milenios más. Un mal
movimiento de las fichas o un error en el ritual, traería aparejada la
gradual destrucción a partir del clima, movimientos telúricos, pestes y
disturbios en la psiquis humana que llevarían a la especie a su
autodestrucción de maneras atroces y raras. Éramos los nuevos sabios,
sofisticados programas de computación garantizarían el siguiente
movimiento de las fichas en la grilla y el ritual con su lectura
actualizada por expertos, aseguraría las condiciones de forma, días,
horarios, temperatura y lugar donde se haría el ritual que completaría
el juego. Mi
hallazgo del Ludo, había sido la mejor noticia para nuestro grupo de
estudios y ya todos estábamos preparándonos para iniciar nuestra anónima
salvación del planeta. * El
cabello de Rita se desprendía en mechones amarillos mientras la niña
berreaba en un ataque de histeria. El repentino disturbio emocional de la
nieta de Félix Gómez, retuvo al viejo en su casa ubicada en los altos
del anticuario y donde vivían cuatro generaciones de los Gómez. Mientras
esperaba en la puerta, percibí un olor rancio que provenía,
indudablemente, de la tienda. Gómez apareció con llave en mano y me
explicó brevemente el malestar de su nieta mientras abría la tienda y el
olor rancio se hacía más intenso. Sobre el mostrador estaba la valijita
que de inmediato reconocí como el Ludo de Marsán. Mire
- comenzó a decir Gómez apoyando una mano sobre la valijita - llévese
esta porquería lo más pronto posible… ¡no sé qué es ni quiero saber
nada! - y rompió a llorar con estertores. Traté de calmarlo, de
entender, miraba la valijita luego al viejo, luego alrededor, el olor se
tornaba pestilente y el viejo no dejaba de llorar, ahora ahogándose en
lamentos. Luego, cayó fulminado de un paro cardíaco. * Don
Gómez encontró el ludo en un baúl arrumbado en un rincón del depósito
que estaba en un sótano debajo de la tienda. Sopló para quitarle el
polvo y luego pasó la palma de su mano. Era roble con incrustaciones en
marfil negro que más que adornar, perecían signos de cierta escritura
rara. El viejo abrió la caja y vio cuatro agujas muy delgadas y de un
metal que parecía ser oro, clavadas en un soporte de papel en el que
estaba dibujado un complejo ramal de líneas, puntos y signos. Una rara
seducción mantuvo a Gómez observando el objeto mientras lo llevaba hasta
arriba, hacia el mostrador. Ni bien emerge del sótano, tropieza con su
nieta Rita que lo esperaba comiendo una manzana. La cajita se desparramó
por el piso y las agujas se desprendieron. El viejo y la niña buscaron
afanosamente de rodillas hasta encontrar una a una las agujas. Luego el
viejo las instaló más o menos donde recordaba haberlas visto, dispuso
todo otra vez dentro de la valijita, la cerró y la dejó en el mostrador,
donde estaba cuando la vi. A la madrugada la niña despertó con sus ataques, un olor pestilente se instaló en la tienda y jamás pudo ser quitado ni tampoco se supo de dónde provenía. El Ludo ya no servía. |
Marcos
Ibarra
Premio Certamen Paco Espínola 2008
Ir a índice de narrativa |
Ir a índice de Ibarra, Marcos |
Ir a página inicio |
Ir a mapa del sitio |