Patria perdida |
Desde la calle sube el silencio de los muertos: los rostros derribados que buscan su máscaras primeras entre el polvo. Y los huesos de los muertos emergen sus flores sus cuchillos su densa armonía hacia nosotros. Tenemos de los muertos imprecisas claras biografías confusas limpias descripciones sonrisas en labios apagados motivos de amor de abiertas luchas de escondidas memorias. Los muertos reciben de nosotros El adiós de una profunda rosa roja y la furia de todos el grito de todos y la tristeza de cantar con alegría la canción que debemos oír como cantando. Los muertos han perdido el ritmo de sus zapatos la fatiga de sus trajes de ocio sus fiebres sus tareas sus palabras. Y sus actos son tenues ademanes gestos de aire donde la carne deja de ser. Los muertos heredan casas de sombra panes oscurísimos nombres empobrecidos que les cubren la boca. Han muerto por nosotros los muertos asesinados adulterados sacrificados para nuestra muerte mejor: esa muerte que no llega deteniéndose apoyándose en la vida que los muertos abandonan. El crimen y la lluvia han barrido calles y el sol consume tanta sangre despojada. Pero debajo de esa sangre hay otra misma sangre y el silencio sube y ya no es silencio y las piedras derramadas son manos rosas puños pétalos uñas que organizan su luz y se arrastran se levantan. |
Saúl Ibargoyen
Patria perdida
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