No son vidrios ni cristales penetrados de gris
no son fragmentos de frío
como plumas transparentes de un pájaro cualquiera
no son manchones ni humaredas traslúcidas
ni sombrajos de estandartes calcinados.
No son fantasmas de hormigas fallecidas
en un tiempo de batallas
que ningún pendolista comentó.
No son líneas de petróleo escondido
en el último fondo de los templos
sin dios y sin bandera.
No son intestinos de mosquitos ancestrales
disolviéndose para un siempre dudoso
entre escamas de calcio.
No son pelos de ese silencio alucinado
que las doncellas carnívoras
lamiendo nocturnamente domestican.
No son mandíbulas de gasa en acumulación
absorbiendo la mera sustancia
de tantos cuerpos que sin piedad envejecen
en medio del polvo.
No son las oquedades sin límite
que el aire de toda ciudad
al contraerse provoca.
No son las destrucciones que produce
la arena incesante en el pellejal del desierto.
No son las señales de los barcos
que permanecen en la playa
cuando retira la luna sus placas
de ceniza mojada.
No son los manteles carcomidos
por yantares y cánticos
ni las camisas descolgándose de un torso
que la noche de ayer destituyera.
No son los automóviles
en sus capullos de niebla
ni son los perros sin bautizar que arrastran
su rostro buscando en la basura
los huesos inventados.
No son los libros con sus páginas castradas
que el próximo otoño desde ahora despedaza.
No son las pieles de aquella naranja
que un infante no quiso compartir
porque era la última naranja
de todos estoas y otros mundos.
No son no las tantas cosas entrevistas
ni los desgarrones de la luz
sobre el desgaste
que las tantas cosas inician
entre pesadas moléculas de sangre cotidiana.
No son no los úteros quebrados
a punta de cañón
ni las placentas coaguladas
que los carros de la guerra vuelven a violar.
No son no los centuriones que ordenan
eructar los fuegos de la ira
para que infantas y fetos y asnos y corderos
se ancianicen en trozos
de pelambres y patas y piernas y pezuñas
negramente consumidas.
No son no. No son no tus denigradas palabras
enredándose en el verbo primero de la especie
ni son las partículas sonoras que se entierran
en la tenebra de tu paladar.
No son no: ni fueron sin ser
ni serán no siendo.
Sólo tú y tus pueblos raigales
darán sonido a las luces
que la sola hembra única
arrancará para tus lenguas
de su vientre inmortal. |