Patria perdida |
Desde mucho del advenimiento de la señora Yocasta hasta la fecha cuántos malentendidos cuántos himnos cuántas violaciones cuántas virginidades se cometieron en tu nombre cuántas caricias de tus manos velludas antiguas pálidas distraídas gastadas ardorosas de no aprendido amor y cuántos gruñidos aullidos insultos como lágrimas sin purificar y cuántas lágrimas tuyas y ajenas como objetos adheridos al tiempo suspendidos en cruel testimonio de toda ternura y cuántas designaciones y denominaciones y suspiros para los hábitos preferidos que niños fracasados solitarios canallescos (de grandes bigotes y barba menuda) todavía ejercen como oficio de falso poder y cuánta sorpresa sabiamente reconstruida cuando tu infante de cuarenta años emite su saludable eructo familiar y cuánto de tu ánima en la descarga visceral que nunca te libera del comienzo del pecado original que no termina nunca y cuánta sangre de tu sangre en los almanaques vencidos en el hombre fuerte y bueno que salvaría a la patria en las ropas que ya no se usan en tu pobreza incomprendida en tu ciega humildad y en las palabras que ahora te recuerdan alejándote como una oración oscurecida o deteniéndote como algún vals que en tu música extraviada gira. Palabras que no hablan que cierran tu mundo y que ahora te recuerdan te hacen nacer te alimentan casi te aman casi te odian casi te olvidan te enseñan a decir “hijo querido”. |
Saúl Ibargoyen
Patria perdida
Ir a índice de poesía |
Ir a índice de Ibargoyen, Saúl |
Ir a página inicio |
Ir a mapa del sitio |