En el medio impreciso de dos piernas
se entreabre entrecerrándose
una boca universal.
Moléculas oxidadas desparraman
pequeñas poblaciones de pétalos y manchas
deslizantes tallos de oro oscurecido
y el silencio de un huevo sanguinolento extraviándose.
Una mano envía sus mínimos dedos
en un impulso de fibras blancas
que chupan
lo líquido y lo blando
de las floraciones nuevamente perdidas.
Una extensión opresiva de telas renovadas
se apoya en esos sitios
que todo lo tragan
todo lo expulsan
todo lo disuelven.
Y las dos piernas se alzan
en suelos polvosos
en alfombras enarenadas
en sábanas desvanecidas
en calles encharcándose
tal vez porque la boca necesita
las voces engendradas
desde el más entreabajo
de lo humano final. |