¿Judaísmo versus Sionismo? |
La crisis general del sistema capitalista en su etapa salvaje o neoliberal a ultranza, con sus más o menos previsibles efectos negativos a corto y mediano plazo (crecimiento del hambre y el desempleo, desasosiego social y violencia político-castrense, aumento del narcotráfico y el comercio de personas como vil mercancía, etcétera), parece haber empalidecido “la cuestión palestina” y la situación en la franja de Gaza. No es el único tema que los medios han hecho retroceder, como si la realidad fuera el conjunto de mensajes que aquellos trasmiten (recordemos a Marshall McLuhan).
En cambio, a otros asuntos se les ha dado un atención tan exagerada como optimista, p. ej., la reciente cumbre de Puerto España, en Trinidad y Tobago, por la simple presencia del presidente Barack Obama; “cumbre” sin Cuba pero de tono tan distinto del de otras similares. Distinto porque la región, partir de la postura de varios países de América del Sur junto con dos de Centroamérica y Cuba, ya no es una zona de fácil dominio estadounidense. Gobiernos de orientación progresista, democrática y de izquierda están conformando un bloque (más allá de la voluntad de un Obama dialogante y cool, antítesis de la bestia fascista llamada GeorgeW. Busch) que ya produjo un nuevo equilibrio de fuerzas en Nuestra América. Nada indica que estos nuevos rumbos liberadores, con actores políticos y sociales redimensionados (pueblos indígenas, trabajadores, fuerzas de izquierda, intelectuales, estudiantes, militares patriotas, etcétera) serán de fácil tránsito. Pero aires renovados se respiran. Lástima que nuestro país, por el contrario, retrocede y profundiza su alianza con el imperialismo, el que intenta descaradamente (con o sin Obama) absorber a México como parte de su territorio. Y no de manera simbólica o mediática, por cierto. Pero, volviendo al diluido tema de Gaza, por más que ahí como en Asia o en nuestro continente, puede pasar cualquier cosa en cualquier momento, entendemos de interés reflexionar a propósito del título de este artículo. Sucede que la opinión pública mayoritaria, en gran parte (de)formada por grupos de especialistas mediáticos e ideólogos privados y por agencias oficiales, desconoce totalmente el enfrentamiento de tono ideológico-religioso entre el judaísmo y el sionismo. Enfrentamiento que inicia casi con la doctrina sionista, hace más de un siglo. Numerosos historiadores, sociólogos, politólogos y religiosos de origen judío han recogido este tema, esencial en el pensamiento judaico contemporáneo; este aporte genérico ha sido decisivo para encauzar de modo adecuado una discusión ya añeja, en la que participan personalidades de diversas creencias (cristianos de variada confesión, islámicos sunitas y chiítas, judíos no creyentes, etcétera). Por lo pronto, habría que evitar la idea de que estar contra el sionismo, base político-ideológica del Estado de Israel, es manifestación de antisemitismo; idea en la que se apoyan los israelíes sionistas para desmerecer a quienes piensan de modo opuesto. Nada tiene que ver la oposición al sionismo con el antisemitismo. ¿O es que entonces habría miles y miles de judíos, incluso rabinos, antisemitas en el mundo? Impensable. Por eso tal vez los dirigentes de Israel distinguen a los judíos antisionistas con el calificativo de “traidores”. Pero, ¿traidores a qué, a cuál causa? Para ciertas corrientes dentro del judaísmo, el sionismo sería (aunque no se aplique esa caracterizació n) una traición a la Torá, ese conjunto de escrituras normativas que dan asiento a la tradición y a la vida misma de la comunidad judaica en cualquier sitio del mundo. Por lo que los “traidores” judíos que se oponen al sionismo
resultan ser quienes sostienen el aparato religoso-ideoló gico que ha dado identidad, aun en el marco de sociedades, culturas y épocas diferentes, a la colectividad judía vista en su conjunto, con toda su diversidad. ¿Cuál es la propuesta del sionismo, movimiento nacionalista, según Yakov Rabkin en su libro Au nom de la Torah? La resumimos: Convertir la identidad universal o transnacional judía, asentada en la Torá, en una identidad nacional; procesar un idioma vernáculo o lengua nacional con apoyo en el
hebreo bíblico y rabínico*; desplazar hacia Palestina a los judíos desde los países adonde residan; construir un firme control político y económico sobre Palestina. Según el mismo autor, se trata de un proyecto de modernización occidental “en una región que sigue siendo refractaria, incluso hostil a la modernización impuesta y forzada”. El sionismo, que tal vez en su comienzo, a finales del siglo XIX, no era más un emprendimiento de tono intelectual que reflejaba un deseo de modernidad, donde fuera que se asentara, en oposición a “las trabas de la Torá”. Esa diferencia no sólo se mantuvo, sino que creció hasta la actualidad, en la medida en que las ideas sionistas fueron tomando el camino de resoluciones prácticas, hasta coincidir con la necesidad de los imperios europeos de meter una cuña en el mundo árabe luego de la I Guerra Mundial que trajo la caída del imperio otomano. El inenarrable sufrimiento del pueblo palestino nos muestra hoy, en su emblemática Gaza, luego de más de 60 años de iniquidades, este fruto, el Estado de Israel, cuya legalidad histórica es insostenible y que el judaísmo también rechaza. Según Jacob Neusner, cuando en general se menciona a Israel, se identifica ese nombre con el Estado de Israel; sin embargo, para el ánimo judaico, Israel “en las Escrituras y en los textos canónicos de la religión del judaísmo, significa la congregación santa que Dios interpeló por mediación de Abraham y de Sara, a la cual Dios le dio la Torá en el monte Sinaí”. Y agrega que en los rezos que desde hace siglos enseña el judaísmo, se utiliza el término Israel en el mismo sentido de “congregación santa”. En otro momento señala algo fundamental: “El judaísmo no es una religión étnica, y las opiniones de un grupo étnico no pueden servir para definir esa religión.” Concluye esas observaciones apuntando que “el Estado de Israel ha pasado a ser más importante que los judíos”. Por su lado, Simon Schawb, al comentar la vida de los judíos en cada continente, recuerda que “La lealtad a la Ley de Dios era el propósito último de vida para todo individuo… Y además estaba el anhelo por el Mesías de Dios, quien congregaría a la humanidad en torno del santuario de Dios…” Asimismo, según los judíos piadosos, los gobiernos del Estado de Israel pretenden actuar “en nombre de todos los judíos del mundo, incluso en nombre del judaísmo”; a esto añaden la necesidad de que Israel sea llamado “Estado sionista” y no, como se percibe en los medios y en otros puntos de opinión, “Estado hebreo” o “Estado judío”. Pues esto hace que los judíos en general resulten identificados con las políticas derechistas, racistas y expansionistas de los dirigentes israelíes, siempre alentadas por Estados Unidos, lo que origina a su vez equivocadas reacciones antisemitas.
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