La luz que hoy pasaba
por los astros indefensos
y las carnes vegetales
extinguiéndose en el plato.
¿Qué se llevaría de nosotros
esa luz abierta entre espejos
de aquella luz otra ya nacida
para vivir nuestros gestos de mañana?
¿Se iría el cuchillo agresivo
o el clavel adensado en su vaso
o el golpe del riguroso tenedor?
¿En qué lugar tanta ausencia iluminada
habrían de moverse las conversaciones
apartándose de la crecida infanta
en cuyo rostro se multiplican
las cotidianas artesanías de su dios?
En estas horas
desde calles deshonradas
bajo las primeras fatigas del aire
llegaba la luz:
¿se irían con ella húmedas partículas
de la boca de la moza al despedirse
de aquella presencia tan tercamente humana
cuya memoria completa sería
un doble nombre
para cada distancia de cada después?
¿Se iría toda la chávala
nombrada sí mujermente
con verbo distinto?
¿El hombre se iría
con sus dedos enflacados
y sus labios felices en su vaciedad?
Ni un rastro ni un rango
de nadie de los dos
ningunamente nadie percibe
en la mesa reorganizada
en las aceras transidas
en las ventanas traslúcidas.
Y esa luz aquella
habrá de regresar recuperando
las palabras latientes
los vivos cuerpos
que no dejan de nacer
del oscuro centro
de la muchacha
del hombre
de nosotros.
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