Endoscopía desde lo externo
Saúl Ibargoyen

(para Ana R. Talou)

Una persona adelanta su dedo más libre
y el aire urbanizado de contaminaciones
lo agarra desde el fondo de la uña primera.
Detrás del dedo
más allá de las espaldas de la yema
-gorda de nervios sangrosos y rituales-
aparece una desértica piel
o un sencillo cuero
de apenas visible pelambrera.
Y en lo más después
se percibe otro tubo relleno de huesos
que trepa o desciende del hombro
protegido o encascarado entre tenues pelos
que también encapullan manchas y grietas
por donde las aguas
como un jabonoso sudor resbalan.
Y más en lo aún
en el luego tardío del más después
una especie de árbol respirante
una planta pulmonar
densamente aérea y casi oxidándose
un caño repleto de cánulas
más otros tubos y mangueras
con demasiada jugosidad
que no puede expresarse.
Y mucho más que en lo sobreabajo
de vellos rompiéndose y no renaciéndose
como a través de instancias tubulares
como esófagos quemados y ramas bronquiales
cuajadas de carbón y ceniza desvariante.
Y más por lo traspasado de mantos musculares
y capas de apagada sustancia.
Es decir en la frontera
o en el primer origen
qué sino un montón de vísceras huecas
y arrepentidas de todo lo terrestre.

Saúl Ibargoyen
De "¿Palabras?"

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