El cantante negro |
(a Fela, in memoriam, |
“Llevo
la muerte en mis bolsillos”
dijo el cantante negro. “¿Quién
podrá matarme? ¿Con qué
pistolas
con qué cuchilladas o bombas? Porque
ellos no tienen la música que es el arma que
nos escuchará en los tiempos del nuevo futuro cuando
nuestras muertas orejas bien comidas ya por
buitres ratas zopilotes arañas
no puedan oír ni
el último eructo de la última molécula de
la masa desquiciada que tuvimos puesta como
un sombrero de pelos y neuronas en
la punta más alta de la cabeza. No
pregunten ahora quiénes son ellos:
ahora que la muerte está
sacando más criaturas de baba y de lumbre de
la panza de mi guitarra”
dijo así el necio
cantante negro. “Respóndanse
para cada uno de ustedes o vosotros: quién
es cada uno de ti
de ella de él de vos
de cadas todos.
Levántense de
su tiniebla de sus pedazos fecales de
las resequísimas tiras del ombligo de
las faldas desnudadas de la memoria reprimida de
aquellos límpidos calzones martirizados del
omóplato sin descanso de
los paladares atrapados de
los pulmones recalcinándose”
dijo con su voz
de otras canciones
el cantante negro. “No
sean ustedes o vosotros
no seamos yo los
enemigos de cada quien que anda por la Tierra fabricando
un solo cántico
con una sola nota
y una sílaba sola”
dijo
el casi acosado
cantante negro. “Yo
no estoy ni adentro ni afuera de mis nombres: no
hay sitio en mí para la muerte. Mi cuerpo es
una casa de humo donde
todos sabrosamente comen y
lejanos de sí duermen
y lavan su lengua
con los jabones de este día y
cuelgan sus sábanas
encima de un silencio
de rosas amarillas. Yo
soy el cantante en mí
porque hay voces de otros que
me enseñan a escucharme
con oído profundo sin
sebo y sin cartílago”
dijo fatigándose
el perseguido
cantante negro. “Tengo
manchas de muerte creciéndome en
los abajos de las uñas
entre las piernas
fecundantes y magras en
medio de los dos dolidos pétalos de
un trabajado corazón
adentro de los gritos gemidores que
salieron en estos años de tanto respirarme sin
olvidar de nacer” dijo el
cantante negro al mirar
su sudor fermentando en el
pozo destruido de un
espejo. “Tampoco
ahora pregunten quiénes son ellos. Ahora
que la muerte se ha puesto
sus harapos rojos: ahora
que golpea con ruidos de espuma marina
sus huesos de fiesta: ahora
que la casa de muchos se va de mi cuerpo como
los días de papel se marchitan
en su propio almanaque. Respondan
aquellos y estos todos otros que escuchan lo
que este cantador está cantando:
no una canción
ni un rezo ni
un trozo de algo entre dos letras:
la voz solamente
la voz porque
cantar es oír y deshablar y silenciarse”
dijo así al
beber de sus incontables voces ensangrentándose
el cantante negro. “Porque
no existe frontera alguna o ninguna marca entre
el dolor de las jóvenes tetas arrancadas y
la sombra de la mano del juez que confirma la sentencia. No
hay distancia entre los párpados reventados y
el mandato de cumplir las órdenes no escritas. No
hay lindes ni límites entre los pies quebrantados y
la babosa verbalidad de los señores
holgándose
en el poder y en la podredumbre”
dijo desde
sus encías masacradas
el igual
cantante negro. “¿Quién
podrá matarme
si un sílaba sola
si una incendiada bandera
si una mínima melodía
si una sola gota
de blanca o morena o negra mujer son
la respuesta para que los vientos
y las aguas y los fuegos de
la Tierra no puedan descansar?”
dijo o quiso decir metido
de una vez con su guitarra en
los atentos bolsillos de la muerte
el mismo cantante negro. |
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