Baldosas |
Debajo de las quietas baldosas crecen otras montañas y estallan las aguas sagradas que lombrices y pájaros alcanzan a beber. Nada hay de silencio en los aires que traspasan el jardín: cada rosal se hiere con espina propia cada raíz desterrada se cierra hacia sí misma cada hoja se absorbe con su pulmón de fuego verde. El polvo de ahora se trepa a otro oscurecido polvo que proyecta sus penetraciones: pieles telas láminas de intocado grosor. Todo se mueve así: mínimas sombras destruyéndose en la verticalidad de la luz cifras sin imagen de patas que susurran tensas antenas aplicadas al hervor que sale de la tierra. Las quietas baldosas se afirman en la perfección de sus fronteras. Y la escoba de pronto desplaza pequeños basurales corrupciones amarillas jugos gastados ínfimos cadáveres que entregan su chillido final. |
Saúl
Ibargoyen
De "Perro con palabras"
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